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miércoles, 30 de mayo de 2007

EDUCACIÓN TEOLOGICA:¿CÓMO ENSEÑAR Y HACER TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA HOY?



MAESTROS DEL MARTILLO





Cuando comencé mi formación académica, mi primer grado de licenciatura en teología, lo obtuve en un seminario denominacional de mi país Colombia, lo que pude aprender en este campo fue poco. Eso me llevó a estudiar de nuevo la teología, filosofía, en otras facultades del exterior, y pedagogía en mi país. Después de pasar esta experiencia me pregunté ¿por qué en ese seminario no aprendí hacer teología? La respuesta la halle al comparar los docentes de ese seminario con los de otras facultades, el resultado era que esos docentes de ese seminario, no sabían hacer teología, porque su formación carecía de estas disciplinas de las ciencias sociales: como la filosofía, la pedagogía y la metodología científica de la investigación académica. Eran como lo expresan los especialistas en pedagogía: Maestros del martillo, es decir ellos enseñaban a martillazos la teología, siempre veía a mis docentes compartir las ideas del mismo autor, la clase se convertía en un monólogo de lectura lineal, no daban lugar a la critica ni mucho menos al taller de la imaginación creativa; en cambio los docentes de otras facultades, también se quedaban con el estribillo de la marginación y la explotación, aunque la clase daba lugar al taller critico, pero, cometían otro error, nos daban un montón de lectura, que en el fondo esas lecturas se perdían en el horizonte de la clase.

En la actualidad esos docentes de ese seminario donde comenzaba mis estudios de licenciatura en teología, han podido ingresar a una universidad ya sea por fuerza mayor o por no quedarse fuera del sistema laboral, para acreditarse en las disciplinas como la religión u otra, que les dé un estatus como profesional. Una mirada cercana particularmente del escenario teológico dudará mas de estas formaciones rápidas, como suceden con los famosos programas doctorales que se ofrecen para América Latina, que en el fondo son solo empresas para comercializar titulillos para los ineptos latinoamericanos que por su deseo de alcanzar un titulillo doctoritis, siguen siendo campo de misiones, ya no en la evangelización individual sino en el campo “intelectual”. Es cierto que se necesita del titulo; como profesional debo reconocer a todos los que poseen un titulo, como perteneciente al campo teológico académico solo a condición de permitir una gama de miradas, de perspectivas, etc.

A un frente a esta diversidad, existe una experiencia por parte del autor de este articulo compartidas entre quienes se dedican hacer teología y los que enseñan teología. En efecto, aunque pocas cosas tengan en común no es lo mismo todos han vivido largos años de escolaridad, en los que han disfrutado de la enseñanza de sus docentes y otros en cambio, han vivido en la fauna teológica de la sobre vivencia, pasaron por un grupo de alumnos. A desgano o gustosos, quienes hacemos teología nos encontramos ante los problemas propio de enseñar. Esta experiencia y dificultades que comparto, surge la necesidad de reflexionar y pensar sobre nuestra función como docentes: ¿Cómo se enseña teología en los claustros? ¿Cómo se hace teología en América Latina? ¿Desde que presupuesto? Yo como especialista en Diseño de Ambientes de Aprendizaje afirmo que la actividad de enseñar presenta siempre la necesidad de plantearse preguntas y dificultades que, aunque no resulten resuelto del todo, por lo menos intenta generar pensamiento critico propio de la teología latinoamericana.

Por eso, a la hora de seleccionar contenidos para confeccionar programas no resulta fácil elegir que textos se ajusta a la realidad que vive cada estudiante de teología. Optar por trabajar con problemas o realizar un sondeo histórico, distinguir lo significativo, lo inevitable, lo imprescindible no es una tarea exclusiva del filosofo o del pedagogo, lo es para el teólogo, implica posicionarse frente a ella y valorar su legado que han dejado no solo la teología que enseña sino las demás teologías que han existido y las que están emergiendo desde cada cultura, desde cada genero humano y desde cada opción sexual. A su vez preferir ciertos contenidos u otros, adoptar una metodología de trabajo, exigir la participación del estudiante y elegir entre la infinidad de matices que trae la acción de enseñar, acompañada por una estrategia pedagógica y filosófica. Aquí el docente consciente e inconsciente debe revelar su forma de hacer teología sobre que presupuesto basa su teoría y sobre que punto mira el objeto de estudio. Esto le permitirá al alumno poder seguir y proponer su mirada a ese objeto estudiado.

Al evaluar el docente deberá posesionarse ante dificultades que sabe, como son la diversidad de ideas y de estilos, como manejar el poder en sus manos de condicionar a sus alumnos autorizarlos o desautorizarlos como exponente teológico, acreditarlo o desacreditarlo como teólogo para un futuro que puede requerir destrezas tanto teológicas como de otras disciplinas, imponerse o negarse a cuantificar ideas y razonamientos…Enseñar es enfrentar cuestiones éticas que no pueden ser ignoradas. Si la esencia de la educación es, como Sócrates la concibió de la función profesional de su madre partera que era dar a luz, es decir dar vida a un nuevo conocimiento. Enseñar implica una fuerte responsabilidad. Ser hospitalarios con los nuevos, invitarles a nuestro taller intelectual sin violentarlos a entrar en mi forma de ver y hacer teología, es una tarea que requiere reflexión y cuidado pastoral. Teniendo en claro nuestra función como docente y teólogo académico quiero dar una posible respuesta, que no quedan de todo resuelta pero quedan abiertas a otras respuestas ¿Cómo se hace teología en América Latina? ¿Desde que presupuesto? ¿Cómo se enseña teología en los claustros?

¿CÓMO SE HACE TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA? ¿DESDE QUE PRESUPUESTO?


Si la esencia de la educación es, como afirma Hanna Arendt, “la natalidad, el hecho de que en el mundo hayan nacido seres humanos”, enseñar implica una fuerte responsabilidad y hacer teología mucho más; porque de la forma como yo enseño hoy será el resultado que esperamos en el futuro, es decir, si no hice las cosas bien desde el principio jamás voy a recoger buenos frutos, recuerda las palabras de Jesús por sus frutos los conoceréis…, el buen docente se conoce por los frutos de los pensadores que de en el futuro inmediato. En América latina coexisten un sinnúmero de seminarios, facultades de teologías, fundaciones universitarias, universidades teológicas y pensadores para cada público, los hay desde los más conservadores hasta los más fanáticos y en el medio están los que reflexionan, los que hacen teología a otro ritmo. En esta fauna teológica, hay que tener mucho cuidado, a veces por el afán de estudiar, el neófito se involucra en cualquier institución por la urgencia de un titulo ya sea de licenciado, master y doctor. Pero, a la hora de estudiar es bueno reconocer que legado tiene esa institución, cuantos años viene haciendo teología, cuantos artículos y libros han escrito sus docentes y eso marca la seriedad de una institución, la seriedad de enseñar y hacer teología.

A la hora de escoger una institución, un campo teológico que nos lleve hacer teología surgen problemas políticos cuando tomamos conciencia del lugar que ocupamos dentro de este zoológico de instituciones: ¿Asumimos como propios o enfrentamos sus objetivos de formación de sujetos? ¿Somos o no conscientes de nuestras determinaciones como parte de una estructura que nos trasciende o que nos aliena al poder neoliberal? ¿Nos constituimos como reproductores de un sistema ya establecido por la sociedad neoliberal o buscamos alternativas de cambio? Somos responsables de lo que elegimos cuando se presentan estos dilemas y otros que surgen de cualquier práctica educativa, es por ello, mi necesidad de compartir con ustedes estas inquietudes: ¿Cómo hacer teología en nuestros países? Responder a esta pregunta me resulta difícil por la diversidad cultural, etnias, etc. Pero, trataré de alguna manera ayudar al problema planteado, para ello me basare al teólogo John Mackay, que es uno de mi teólogos favoritos y que estuvo inmerso en esta inquietud.

Mackay creó una metáfora, que se puede correlacionar con lo que vengo tratando en este artículo, que es el del Balcón y el Camino. Decía El que hay dos estilos de vida y dos maneras de mirar el mundo. Una es la del balcón, la de la distancia, la del espectador. La otra es la del camino, la del peregrinaje, el riesgo y obediencia. El balcón es el punto de vista clásico, y, por tanto, el símbolo del espectador perfecto, para quien la vida y el universo son objeto de contemplación y estudio [...]. Por camino, El nos dice: “que es el lugar en que la vida se vive tensamente, donde el pensamiento nace del conflicto y el serio interés, donde se efectúan elecciones y se lleva a cabo decisiones. Con el camino se busca un fin, se corre el riesgo, se derrama a cada paso la vida. (Mackay, 1957, 38).

Con esto Mackay nos plantea una nueva manera de acercarse a Dios y de nombrarlo, de pensar lo divino. Es decir, de hacer teología que estaba íntimamente vinculada con una práctica, una toma de posición. “No puede haber conocimiento verdadero de las cosas últimas [Dios, ser humano y mundo] que no haya nacido de un serio interés y se haya perfeccionado en una entrega y adhesión. Lo cual equivale a decir que la verdad religiosa se obtiene solamente en el camino.” (Ibíd,) Por lo anterior, la teología latinoamericana, se encuentra en un despertar por la transformación social de nuestros pueblos latinoamericanos. Hoy en día hablar de paz, justicia, derechos humanos, ecumenismo es sinónimo de Teología de la Liberación en los círculos teológicos fundamentalistas o diabólica en los círculos teológicos neopentecostales. Mi interés en este artículo es hacer una relectura de nuestros postulados teológicos de donde venimos y desafiarnos a un nuevo caminar teológicos y seguir la huella que dejó John Mackay la del camino de los que sufren en nuestra sociedad. Esta debe ser la preocupación y el punto de partida de toda teología que encara una formación espiritual y académica. Si usted quiere profundizar sobre la teología de Mackay favor leer mi artículo publicado por la revista Teología y cultura

¿CÓMO SE ENSEÑA TEOLOGÍA EN LOS CLAUSTROS?

Esta pregunta nos lleva a buscar una metodología pedagógica, a partir de ella se cuestiona cómo hacer accesible un cúmulo de conocimientos a un grupo de estudiante o al público general que no los manejan todavía. Los distintos niveles de la educación y saberes previos del grupo guiarán la elección de formas y contenidos a ser utilizados durante la enseñanza. En esta parte, se convierte en una pregunta inquietante para el profesor, ya que intenta alcanzar los objetivos y logros propuestos en su clase o programa, pero diferente para el teólogo, ya que la teología sigue independientemente de su modo de ser transmitida. Para usted., que es teólogo o profesor puede desconfiar de esta rápida interpretación de la pregunta ¿Cómo se enseña teología? Ud., me responde con otra pregunta ¿es una pregunta metodológica? Esta pregunta metodológica de la indagación por como enseñar resulta sospechosa por un motivo fundamental: en su generalidad parece desligarse de qué va enseñar.

En efecto, se podría ir al grano ¿Cómo enseñar teología? La interpretación supone una distinción entre forma y contenido que no es inmediatamente evidente. ¿Es la teología algo previo a su modo de ser transmitida? Una vez más resulta tentador contestar que la teología es previa a su enseñanza. La teología esta ahí, mediatizada o cerrada por los presupuestos doctrinales de cada denominación en particular, y la pregunta por el cómo vuelve a convertirse en una cuestión de traducción y aplicación: cómo enseñar Barth, Tillich a un grupo de estudiante de nivel secundario, cómo leer y relacionar a Hegel con la teología en una clase de primer semestre de teología. La pregunta por el cómo se instala en el marco pedagógico de la búsqueda de una metodología, del mejor modo de llevar a cabo la acción de enseñar. Esta repetición no es casual y está estrechamente ligada a una concepción liberadora como diría Paulo Freire, es decir la teología como disciplina ha estado cristalizada en los textos de una o varias tradiciones llamase católica, evangélicas, etc. Al meno en nuestro rol de docente, el teólogo se enfrenta al contenido que pretende enseñar considerándolo otro, ajeno y cerrado en si mismo.

Esta particular relación que se establece entre materia a enseñar y estudiante puede resultar pertinentes en algunos ámbitos. En efecto, durante la formación de teólogos, no es necesario transmitir el mayor número de información y lecturas que en vez de ayudarle al estudiante a un encuentro con la teología que no resulta del todo teológica. En primer lugar, si la teología es presentada como un cúmulo de contenidos histórico, la clase podría convertirse en un espacio para la aceptación dogmática del pensamiento de los teólogos. Ayudado por la imposición del docente que apela directamente a la autoridad del teólogo para justificar un determinado pensamiento. La teología se impone dogmáticamente también cuando se presentan las ideas rodeadas o adornada de un misterio, afirmando que son tan complicadas y requieren tantos años de esfuerzo y trabajo que el aprendiz no estará motivado a discutir sobre el tema. Todos los intercambios de ideas que se dan en el aula son conversaciones improductivas, pero no didáctica ni menos teológicas.

Otra dificultad que he podido rastrear es el tipo de enseñanza dudosamente teológica. Se olvida el intento de abarcar el contenido de un periodo o corriente de pensamiento teológico y se hace hincapié en el trabajo exhaustivo sobre algunos pensadores, algunos se profundiza otros quedan a medio camino, estos cortes se presentan como enigma a ser descifrados por el aprendiz. El resultado más evidente es el placer intelectual que experimentan algunos estudiantes cuando comprenden lo que en primera instancia les parecía incomprensible. El reverso de este resultado es el silenciamiento de que algunos casos, el contenido estudiado no resulta significativo para ninguno de los actores de la clase, incluyendo al docente. La justificación teórica más corriente para esta práctica es dejar el espacio para la investigación y el debate de esos vacíos de la clase, aquí el docente necesita de la herramienta pedagógica: didáctica teológica y filosófica. En cualquier caso, estos encuentros con la teología en el aula se presentan como contradicciones entre lo que enseña y el modo en se enseña, ya que se pretende introducir a otros en una disciplina reflexiva y critica que sin embargo se les presenta como incuestionable o vacía o lleno de significado espiritual, producto de la cultura evangélica del libro: la Biblia. Para evitar esta contradicción y ser más productivo en la clase, les propongo como cierre de este artículo las siguientes propuestas:

Propongo entonces intentar indagar de nuevo a la pregunta sobre el cómo enseñar teología en otro escenario, que para mi seria el escenario del taller creativo y reflexivo, en el cual la pregunta por el cómo se revele como la interrogación sobre si es posible otra relación con la teología. Una relación en la que la teología no sea solo transmisión de contenido, sino que se haga teología durante la clase. Preguntar cómo se enseña hace visible, finalmente que la teología es lo que enseña, pero con todo lo que ello implica. Es lo que se hace accesible y lo que se oculta, es lo que se somete a la critica y lo que se venera dogmáticamente, es lo que se presenta como fácil o como difícil, es lo que se muestra trascendente o intrascendente, es lo que tiene sentido o carece de sentido. ¿Será posible apropiarse de la teología como algo que se hace, no que se crea ni que se lee, no que está ante ni que me sobrepasa, sino que se hace en la enseñanza y el aprendizaje? ¿Podrá mostrarse la teología en la clase como algo problemático y no solo como un problema intelectual, sino como problema vital, como indagación sobre lo vivido?

Estas preguntas ponen al docente en un lugar incierto, no como espectador sino como uno de los protagonistas, si es protagonista implica invertir prioridades. Antes están los docentes y los alumnos, después la teología. Esta prioridad quizá no sea del todo temporal ya que la teología es históricamente algo que parece antecedernos, sino más bien ontologica. Somos antes que la teología del mismo modo que lo fueron los grandes teólogos en la historia. Fueron antes porque la teología no era para ellos un fin en si misma, sino solo un medio para abordar los problemas que los conmovían profundamente. Comprender de este modo la relación entre la teología y su enseñanza implica abrir un “espectro” de problemas muy amplio, que requiere un trabajo minucioso para cada temática; y que cada temática tenga una relación con los problemas de nuestra gente, de nuestra sociedad, de nuestra cultura. De hecho, que para involucrar estos problemas en la clase necesitamos la didáctica de la teología, de la filosofía, ya que ella nos enseña hacer uso de todas las herramientas audio visuales, como también el cine, el arte, los libros de ficción, estas quedan abierta para que otros(as) teólogos(as) y filósofos(as) puedan ir proponiendo nuevas formas para hacer y enseñar teología…

domingo, 20 de mayo de 2007

DESAFÍOS DE DIETRICH BONHOEFFER PARA LAS IGLESIAS EVANGELICAS COLOMBIANAS DE HOY ¿A QUÉ DESAFÍOS TEOLÓGICOS Y PASTORALES NOS CONDUCE?


El 4 de febrero de 2006 celebramos los cien años del nacimiento del destacado pastor y teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer. Para mi que también soy teólogo significa un referente evaluativo a la hora de ponerme al nivel de su compromiso; y de hacer un pare en el camino, que me lleva a evaluar esa vieja teología conservadora aprendida en mi denominación y de apoyarme en las bases, fundamentos de segunda formación teológica, que hacen tejido de lucha y compromisos por los humanos en el camino: los marginados, los oprimidos, los pobres, los inmigrantes, etc. El año pasado tuve la dicha de cursar un seminario de doctorando de teólogos contemporáneos, como parte de mi formación doctoral en teología sistemática del Seminario Internacional Teológico Bautista, Bs. As, Argentina. Investigué y leí con dedicación libros, cartas, sermones de éste autor, desde diferentes escenario donde las escribió, no lo puedo negar Bonhoeffer es un autor que nos estimula por aquellos humanos en el camino, porque se atrevió a pensar y sobre todo hacerle frente a los problemas de creyentes y no creyentes. Su frase que resuena como un eco en las llanuras de los que sufren y que invitan a luchar por ellos reza lo siguiente: “No tiene derecho cantar gregorianos quien no protesta contra la injusticia, la persecución de los judíos, de los palestinos.” En él su fe cristiana, su teología y praxis caminan junto. En este artículo hablaré de su perfil, compromiso existencial que de su teología, compromiso que lo llevó a morir en el campo de exterminio de Flossensbürg el 9 abril de 1945.

Perfil de Dietrich Bonhoeffer

Alfredo Tamayo, que es un teólogo y filósofo católico dice “que seguramente ningún teólogo protestante ha influido en el mundo católico como ha sido Bonhoeffer. En él su pensamiento teológico y su trayectoria vital caminan unidos”. Bonhoeffer venia de un hogar culto y aristócrata. Toda su familia de una u otra forma sintieron el cambio del régimen nacional – socialista (…). Cursó teología en las facultades de Tubingan y Berlín, donde se doctoró en 1927; interrumpe su formación posdoctoral, para asumir el pastorado en una comunidad alemana en Barcelona, España. Tamayo dice, que estando allí, le impresionó la condición social de las personas barcelonesas: sus buenas costumbres, su sencillez, su honradez. Sin embargo, la impresión de cierto clero es negativa. Se le antoja un clero popular en su teología y escribe: “Mi teología, comienza a hacerse humanística”. Esto lo lleva a mantener contacto con los que han sido sus grandes maestros en Berlín: Seeberg, en especial Adolf von Harnack. En esas relaciones ya flora una pasión teológica típica del segundo Bonhoeffer, que es su pasión y lucha por los creyentes y no creyentes que son los hijos de la tierra: de los que sufren y lucha por mejorar sus condiciones de vida.

Después de haber tenido esta experiencia pastoral regresa a Berlín; allí le ofrecen el cargo de docente en la Facultad de teología de la Universidad. La iglesia luterana le ofrece la capellanía de la Escuela Politécnica y el de la juventud obrera del barrio difícil de Weding. Esta experiencia académica y su relación con los lideres socialistas, sobre todo con Deissmann, Lietzman, y Barth, lo lleva hacer un pare en el camino, comienza a distanciarse de su vieja teología racionalista y se interesa por la teología dialéctica del profesor suizo Karl Barth. Pero, esta mirada teológica no lo lleva a renunciar a su pensamiento social, que en el fondo era su pasión por los humanos en el camino: los creyentes y los no creyentes. Bonhoeffer toma conciencia del error del dualismo de sus contemporáneos en crear un abismo entre creyentes y no creyentes: lo sagrado y lo secular. Esto lo lleva hacer teología desde lo secular, lo terrestre, lo social. Y afirmar “Mis pensamientos, escribe ahora, están siempre dispuesto a encontrar a Cristo en mundo secularizado o descreído (ateo)”.


El desafío de un compromiso por el Otro: A riesgo de la propia vida


La obra de Eberhard Bethge, de 1967, subraya en muchos aspectos que el concepto de decisión representa en la vida de Bonhoeffer. Las palabras con las que Bonhoeffer comienza su primer sermón en 1925, a los 19 años de edad, son las siguientes: “El cristianismo implica la decisión”. Solo se puede ser cristiano si la fe que se profesa se traduce en una decisión. Carlos Eymar, agrega “cuanto mas importante sea lo que está en juego en la decisión, mayor será la angustia que conlleve. La decisión es, por el Otro”: que sufre, que no tiene voz, que ha sido silenciado por los opresores; esto conmueve el interior de un cristiano que verdaderamente vive la fe, lo lleva a la capacidad para asumir el riesgo que exige fe, aunque esté en juego su propia vida, Bonhoeffer piensa en lo que dijo Jesús a los discípulos que habían mal interpretado su misión aquí en la tierra: “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame; y todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi y del evangelio, la salvará (…) (Marcos 8: 34 – 35).

Este ambiente que respira Bonhoeffer se debe a la influencia de los escritos de Kierkegaard, uno de los ejemplos notorio de esta forma de arriesgarse la ve Bonhoeffer en el temor y temblor de Abraham, cuando afirma Kierkegaard que solo cuando el hombre pone en juego su existencia temporal a causa de lo eterno (que tiene relación con el pasaje bíblico citado), se arriesga en el sentido propio del termino (…). Cree Bonhoeffer que el cristiano debe saber que si permanece quieto, indeciso o sumiso, buscando razones objetivas para decidirse, acaba como muchos cristianos colombianos negándose a la acción de la divina providencia: quien quiera salvar su vida la perderá. En este problema: sustracción a la acción, los llevan a huir como le sucedió a Bonhoeffer, el 2 de junio de 1939, inicia su vuelo de Berlín a Londres para embarcarse (como el profeta Jonás en su huida para no asumir su responsabilidad) hacías los Estados Unidos.

Dice Eymar, que durante la travesía Bonhoeffer experimentó como Jonás, la angustia y el dolor profundo de su corazón y sobre todo la sustracción de la acción de la divina providencia. Esto lo llevó a reflexionar y a tomar una decisión. Como Sócrates, siente las voces de su pueblo que reclaman fidelidad y la voz de Dios que clama su presencia “(…) y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias” (Ex. 3: 7s). Esto hace, que Bonhoeffer regrese, aunque conciente de lo que implicaba sumergirse en su país: Una Alemania convulsionada y sometida al régimen nazi. Pero, era su gente que lo animaba asumir el riesgo; estando allí en Alemania, por influencia de su cuñado Dohnangy, entra a formar parte de los servicios secretos de la Abwehr y conspirar contra la vida de Hitler.

Bonhoeffer quiere dejar una enseñanza concreta al creyente y al mundo general, que esta decisión tiene una base teológica y ética. Pero, una ética que no se basa en una especulación teórica ni en una mística privada, sino en el mandamiento de Cristo. Con respecto al problema presente de las autoridades y el cristiano, la misión de éste es obedecer, cumplir y respetar sus órdenes como encarnaciones de lo ético. Lo que sucede es que si esa autoridad rompe toda vinculación con el mandamiento de Cristo, se transforma en un Anticristo que ha de ser combatido. Es excepcional que se den tales circunstancias, pero en el caso de Hitler se daban. Una interpretación apocalíptica de una autoridad concreta implica que todo acto individual de obediencia es una negación a Cristo. Eymar, concluye, que “la valentía y el temple mostrado por Bonhoeffer, además de su fe y su teología, hay que buscarlas en la herencia de la mejor tradición humanista alemana: su padre y su madre, como en sus ancestros donde encontramos a condes, generales y artistas”. A esto se abona su formación clásica tanto del liceo Grunewald, los idiomas que habla, su formación teológica y filosófica en las facultades mencionadas y sobre todo su relación con los pensadores, teólogos de su tiempo.


El desafío de una Iglesia en acción: sumisión o resistencia

Mi articulo publicado por la revista Signos de Vida (CLAI): "Bonhoeffer en defensa de la justicia y la paz" (SV # 41, 2006, pp. 18 – 19) afirmo: “Para Bonhoeffer, el accionar en conjunto de las diversas iglesias en defensa de la vida era la clave para alzar la voz en contra de la guerra y la muerte, eso era para él: iglesia y acción. Activo opositor al gobierno nazi”, que promulgó la ley de los arios que excluye a los judíos de la función pública y a los pastores de origen judío. El ambiente político de su época genera una estabilidad tanto social que provoca una serie de marchas en contra de la injusticia y la paz. Esta inestabilidad social y política de 1933 provoca una división en la iglesia evangélica luterana: la iglesia de Reich que acepta y asume lealtad al gobierno nazi y la que no acepta tal juramento (Füher): En 1934 escribió un ensayo, en el que denunciaba a los antisemitas “Cristianos Alemanes,” que intentaban pervertir el cristianismo histórico por medio de adaptar la teología a la nueva ideología nazi. Mientras el lema de éstos era “Cristo y Hitler”, Karl Barth y Bonhoeffer intervienen decisivamente oponiéndose al señorío absoluto de Cristo en su doctrina de la relación Iglesia – Estado.

Desde la ascensión de Hitler al poder, tanto Barth como Bonhoeffer mantuvieron una verdadera lucha por la iglesia. Contra los esfuerzos del régimen nazi de establecer una iglesia “cristiana alemana”, Karl Barth funda junto con Bonhoeffer y otros la llamada Iglesia Confesante como reacción vigorosa e indignante contra el régimen nazi. En 1934 tiene lugar el Sínodo de Barmen, cuya Declaración, preparada por Karl Barth y firmada por Bonhoeffer que expresa la convicción de que el único modo de ofrecer resistencia a la secularización y paganización de la Iglesia en la Alemania nazi es adherirse firmemente a la doctrina cristiana. Bonhoeffer no duda que la Iglesia del Reich ya no es la Iglesia de Cristo. Estando como dirigente activo de la Iglesia confesante; el régimen nazi lo tiene en una lista negra para hacerlo desaparecer, un dirigente conocedor de las circunstancia le ofrece a Bonhoeffer el cargo de pastor en comunidad alemana en Londres, cargo que acepta por consejo de amigos y allegados, viaja a Londres.

En Gran Bretaña de nuevo surge el sentimiento de pasión y lucha por los humanos que ha dejado en el camino: sus hermanos, los judíos y los que sufren. Esto lo hace volver a su País en una circunstancia tan crucial. Barth le anima a regresar y que el único modo de ofrecer resistencia al régimen es hacerle frente. En Alemania emprende una tarea que lo lleva a formar los futuros teólogos de su comunidad, funda al este de Alemania, en Finkenwalde: el seminario de los predicadores con una formación espiritual y pastoral comprometida por la pasión y lucha por los que sufren los atropellos de los opresores. Alfredo Tamayo afirma que “durante cinco años Bonhoeffer se esforzó por enseñarles a estos jóvenes pastores una vida intensa de fe y oración necesaria en el seguimiento a Cristo. Pero, el régimen termina cerrando el seminario. En todo ese tiempo hace viajes secretos a Inglaterra, Suecia y Suiza. Ha tomado la decisión mas importante de su vida preparar una acción violenta contra Hittler”. El régimen que seguía de cerca sus pasos, sabia de su actividad resistente, pero no todo. En la abadía benedictina de Ettal (Baviera) entra por ultima vez en contacto con los hermanos católicos y está encantado por ese ecumenismo que es el fruto de la unidad de la iglesia que todos seamos uno en Cristo. En enero de 1943 se casa con Maria von Wedemeyer y en abril es detenido y llevado primero a la prisión militar de Tegel y después Gestapo, ambas en Berlín. Aquí escribe sus famosas cartas, comparto un trozo de ella:

“Nuestra iglesia que durante estos años solo ha luchado por su propia subsistencia como si ésta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y el mundo. Por esta razón las palabras antiguas han de enmudecer y nuestra existencia de cristianos solo tendrá en la actualidad dos aspectos orar y hacer justicia entre los hombres” (Resistencia y sumisión)

Bonhoffer con su testimonio nos enseña que la fidelidad a Dios, a la iglesia de Jesucristo y la libertad del individuo están por encima de las ideologías totalitarias que pretendan instrumentalizarlas. La fe para nuestro teólogo en cuestión, es algo concreto, que mantiene la realidad ante Dios y que precisa la mundanidad (satanizada hoy día) para expresarse: es como poner en práctica la capacidad de ser auténticamente hombre (…). Es en la realidad del mundo que está oculta la verdad de Dios así como Jesucristo es, hasta la cruz, el responsable, el representante oculto del amor del genero humano. Es también gratificante el dialogar con Bonhoeffer a la luz del necesario “dialogo con el mundo” que se ve compelido el creyente, el teólogo; postula la necesaria inserción en la realidad secular pero sin caer en la actitud de kenosis que algunos ven como imprescindible, declarándose equivocadamente bonhoefferianos, para actuar en el plano social y político. (Cantero, Op., cit, pp. 22 – 23)

¿A qué desafíos teológicos y pastorales nos conduce Dietrich Bonhoeffer?

Como teólogo he aprendido a conocer las diferentes formas de hacer teología en América Latina. Cuando hablo de hacer teología, me refiero a esa forma de leer e interpretar el texto sagrado, que nos puede llevar a extremos, como sucede en esas formas de hacer teología hoy en América Latina, un ejemplo a citar: Teología de la prosperidad, teología del pacto, teología de la siembra, teología de la guerra espiritual; esto implica una nueva manera de interpretar la acción pastoral, por ejemplo, hoy en pleno siglo XXI en muchas comunidades evangélicas se oyen vientos de los nuevos roles dentro de la estructura jerárquica como son el Profeta, el Apóstol, Guerreros espirituales y con el tiempo vamos a tener nuestro primer Pontífice evangélico.

De todo esto me pregunto ¿cuál será el grado de responsabilidad de nuestros seminarios teológicos y bíblicos de mi País? ¿A que modelo pastoral, misionológico, docente, etc., apuntan? En otro articulo publicado por esta revista: Desafíos teológicos para una eclesiología misionera Bautista contextual, yo afirmaba “Más que una teología racional, necesitamos una teología pastoral que pueda ser interpretada y comprendida por nuestra comunidad. No una teología del escritorio, o del lucro, sino más bien, una teología desde y para nuestra comunidad cristiana colombiana.” (SV # 39, 2006, p. 7). Es allí donde se hace la pastoral desde la problemática social de violencia, de tragedia, de crímenes, de secuestros, de asaltos bancarios, de explotación y de injusticia social que viven muchos países del mundo, en algunos con más dolor, como es el caso de Colombia. Pero, en ese mar de incertidumbre muchos teólogos, creyentes y personas con sus discursos quieren hacer dinero, a través de talleres, de seminarios y de cátedras en las iglesias, escuelas, seminarios y universidades, cursos de capacitación laboral, con ayuda tanto del Estado como de organizaciones no gubernamentales. Es muy sencillo ofrecer alternativas de formación técnicas para ejercer un determinado oficio, con el objetivo de aliviar el problema. Pienso que con soluciones de éste tipo e inclusive, en casos desesperados, con intervenciones de tipo militar, ¿podemos dar una respuesta adecuada al problema? Pero, la realidad nos ha mostrado otra cosa, ejemplo tenemos en toda la historia de las guerras (…), como diría mi colega Lucia Victoria Hernández, “en el fondo de cada problema social o económico tenemos un problema moral y detrás de cada problema moral tenemos un problema epistemológico y detrás de cada problema epistemológico tenemos un problema teológico”, si somos cristianos o antropológico, si no tenemos fe. El profeta Isaías definió en pocas palabras la situación y su solución cuando afirmó: la paz es fruto de la justicia (32: 17), con lo cual esta situando el problema en su verdadera dimensión y orienta hacia los principios que debe tener en cuenta.

Muchas personas conscientes abogan por una medida militar, porque piensan que vencida la guerrilla, los paramilitares, tendremos paz. Pero, están equivocados; nada se arregla con las armas, mientras siga las mismas condiciones de explotación, de abandono por parte del gobierno. Una posible solución seria erradicando las causas de injusticia social con mejorar las condiciones de vida, posibilidad de trabajo, acceso a la educación, atención a la salud. Es cierto, no basta eso; si queremos una sociedad mejor según el modelo bíblico debemos ir más allá de lo material. Es allí donde surge el desafío teológico de Bonhoeffer, un hombre consciente de la problemática social y marginación de sus hermanos cristianos y no cristianos del régimen nazi. Las perspectivas pastorales, eclesiológicas y teológicas que nos abre como líderes, pastores, creyentes son impulsar una teología comprometida y solidaria por los sujetos sociales marginados y desplazados de nuestra sociedad colombiana, debido a esta guerra sucia de poder [...] (Luis Eduardo Cantero, “la situación de violencia en Colombia”, en Interacción Revista de comunicación educativa, # 45, 2006, CEDAL, Bogotá, pp. 38 - 40).

Bonhoeffer como hoy, pensaría en las nuevas generaciones que están creciendo con un sentido de frustración y sin ninguna esperanza en el futuro. Colombia vive entre la angustia y la esperanza. Es sobre el trasfondo de ésta terrible realidad que deseo explorar el problema, desde la perspectiva de un cristiano comprometido con el Señor de la Vida, como lo afirma Pablo Deiros: ...Para nosotros como cristianos bautista [y no bautistas] es necesario admitir que también somos parte de la situación, y que de una manera u otra estamos envueltos en el mismo partimos la culpa, porque también nosotros somos pecadores. Nuestra participación en el sufrimiento de otros puede ser a través de una acción activa o de una indiferencia pasiva. Cualquiera sea nuestro grado de responsabilidad, es necesario que confesemos y admitamos nuestra culpa. (1985: 91)

Según lo anterior, todos los que hacemos parte de una estructura económica de un país, de una u otra manera estamos involucrado en el problema y como todo ser humano de carne y hueso siente el dolor que le embarga tanto a él como al prójimo, por eso una diferencia del creyente del no creyente es el mandamiento del amor, por lo que nadie puede decir que ama a Dios si no ama a su prójimo (cfr 1 Jn 4, 20, ese amor y respeto por el Otro se debe a que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Por eso, Jesús actúa a favor de los pobres que son bienaventurados porque tienen a Dios por rey (Mt 5: 3) y sobre todo, demuestra en su vida que no hay razón para discriminar a nadie por su condición de mujer, de etnia, de teología, de oficio, ni por ser pecador, etc., ejemplo de ello es Bonhoeffer, que dio su vida a favor del prójimo.

Todo esto me lleva a considerar que el derecho a la vida y a la libertad es un compromiso de todos. Un compromiso que exige amor entrega por los que sufren en nuestra sociedad como lo hiciera Bonhoeffer; la declaración de los Derechos Humanos dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona..., nadie estará sometido a secuestro, marginado o trato inhumano. ¿Por qué hay tantas muertes violentas? ¿Por qué hay tantos que no gozan de la vida y la libertad en nuestro País? El derecho a la vida está declarado por la legislación mosaica en el quinto mandamiento, cuando dice: No matarás. (Ex 20: 13). Pero, además de prohibir la violencia, el quinto mandamiento, considera como irrespeto a la vida y enemigo de ésta: el adulterio, el robo, la codicia, la extorsión, el secuestro, la droga, el aborto, entre otros. En resumen cualquier acto violento que atente con la vida, se constituye otro enemigo, es el clima de violencia que actualmente se vive en Colombia y con un agravante que es la complicidad de los ciudadanos, por negligencia o por miedo que no se atreve a denunciarlos.

Finalizo esta parte citando a Thomas Hobbes, decía el estado natural del ser humano es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su propia razón, no existiendo nada de lo que pueda hacer uso, que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra sus enemigos. Mientras las personas se aferran a su derecho a la vida y a la libertad estarán en guerra contra todo aquello que atente con ese derecho. Este estado de guerra cesará si todos renuncian a su derecho. La renuncia a los derechos debe ser colectiva, ya que si uno renuncia y otro no, quien renuncia será presa fácil de quien no renuncie. Por eso, que en ningún país no habrá paz, mientras no se respete la vida y la libertad del Otro. Como líderes evangélicos colombianos debemos revaluar nuestros postulados teológicos, nuestra razón de ser en la economía del Reino de Dios, nuestro grado de compromiso con respecto al de Bonhoeffer. Para luego plantear nuevos paradigmas hacia una nueva forma de hacer teología en Colombia, que se manifieste en una teología y pastoral comprometida con los marginados, desplazados, etc., de nuestra sociedad.

En conclusión Bonhoeffer sigue siendo un desafío tanto teológico como pastoral, ya que con su vida demostró el grado de compromiso de su fe por el prójimo. Sin duda su vida fue un testimonio como seguidor de Cristo. Su convicción del valor cristiano de lo terrestre y de lo humano, lo veía en su maestro, porque para él Cristo es el hombre para los demás. Y por eso aconsejaba a la iglesia a dar de mano a un lenguajes viejo e incomprensible para el hombre de hoy (siglo pasado) y buscar uno nuevo que hable desde lo secular (mundano). Esta visión y evolución teológica le llevó a mirar el mundo con una “visión desde abajo”, desde la perspectiva de los pobres, los marginados. Esto explica su influencia en la Teología Latinoamericana. Pienso lo mismo, que la religión de occidente ha muerto en sus ideales, en su razón de ser, para lo que fue creado. La religión de ayer como hoy está más preocupada por hacer que implica en el tener (teología de la prosperidad, etc.,) que por el ser la voz profética de los que no tienen voz (… )



Luís Eduardo Cantero, Administrador de los Recursos Eclesiásticos, Universidad Nazarena, San José, Costa Rica. Licenciado en Teología, Seminario Teológico Bautista Internacional (Hoy Fundación Universitaria Bautista) Colombia. Licenciado en Sagrada Teología, Centro de Investigaciones Biblica/Instituto Superior de Teologia, Facultad de Teología Protestante, Tenerife, España. Candidato a Master en Ciencias Teologicas, Universidad Biblica Latinoamericana, San José, Costa Rica. Especialista en Diseño de Ambientes de Aprendizaje, Universidad Minuto de Dios, Medellin, Colombia. Doctor en filosofia, Laud Hall Seminary, Floridad. USA. http://www.luiseduardocantero.visitame.es/