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jueves, 30 de junio de 2011

Tarot, cristalomancia y numerología: Métodos adivinatorios

Por. Juan Antonio Monroy



EL TAROT
Entre 1970 y 1980 surgió entre los devotos de la cartomancia un nuevo juego, adoptado con extraordinario frenesí. El Tarot o los Tarots. Cartas adornadas de imágenes más o menos coloreadas. El juego consta de veintidós láminas mayores y cincuenta y seis menores. El soterista judío Elifas Levi asocia el Tarot con los personajes del libro apócrifo de Enoch, considerado como el séptimo maestro del mundo después de Abraham. Para Laura Tuan, el Tarot, “gracias a asociaciones simbólicas, consigue revelar y definir el presente, el pasado y el futuro del consultante”.
El Tarot ha venido siendo utilizado por sus manipuladores para que el cliente ingenuo pueda acceder a un importante puesto de trabajo, a paliar la falta de memoria, a salir airoso de un examen o a afianzar una relación sentimental.
Últimamente se le ha atribuido un nuevo poder al Tarot, el de la sanación. La echadora de cartas Ahimsa Lara Rivera dice que el Tarot puede curar enfermedades tales como situaciones dolorosas, neurálgicas, lumbálgicas, sinusitis, dolores de cabeza, hipertensión, depresiones, artrosis, artritis, etc. Todo ello, “insistiendo hasta la solución definitiva”.
CRISTALOMANCIA
Es el nombre técnico que se da a la adivinación por medio de la bola de cristal . Dicen que Napoleón utilizaba los servicios de una adivina conocida como Mademoiselle Lenormand, quien solía predecir el futuro del emperador mediante los movimientos de la bola. Quienes defienden el uso de la bola de cristal como medio para adivinar el porvenir aseguran que es un instrumento perfecto. Entienden la esfera como imagen del mundo, la convergencia del espacio y el tiempo. El manipulador de la bola no debe mirar la superficie del cristal, sino hundir la mirada en su interior.
Los colores juegan un factor importante en este entretenimiento. Si las espirales de humo en el interior de la bola son negras, el presagio es nefasto. El blanco significa buenas noticias, el verde y el azul auguran buena marcha en los negocios.
La figura de la mujer gitana con pañuelo de colores en la cabeza, largos vestidos igualmente multicolores, escudriñando con ojos desorbitados y con la mirada fija en la bola de cristal, se ha convertido en una estampa clásica de la adivinación.
NUMEROLOGÍA
Es el método de adivinación a través de los números. Unos ocultistas lo llaman Numerología, otros Aritmonancia. Sus partidarios remontan la antigüedad de este sistema nada menos que a Pitágoras , el célebre filósofo y matemático que anduvo por la tierra seis siglos antes de Cristo. Suponen que Pitágoras, cuya existencia es muy problemática, hacía coincidir especulaciones de la Cábala hebrea con la adivinación a través de los números. Le Scouezec dice que “la adivinación por los números y cálculos era practicada por judíos, griegos y árabes “y ha llegado a ocupar un lugar nada despreciable entre los libros proféticos del Antiguo y Nuevo Testamento”.
Contando del 1 al 15, el número preferido por los adivinos es el 7. Un autor que no firma dice que, “por lo general, el siete, es el número sagrado por excelencia. Ya desde muy antiguo se le asociaba con las diferentes fases por las que atraviesa la Luna y que tiene siete días de duración. Por todo lo antedicho, al siete se le asocia a determinados aspectos relativos a la perfección, al acabamiento y a la plenitud; siete días de la semana, siete grados en la perfección, siete pétalos de la rosa sagrada, siete esferas en el cielo, siete troncos del árbol de la vida, siete jerarquías de los espíritus”. Para los egipcios, el siete simbolizaba la vida eterna y, por lo mismo lo asociaban al “Ka” o doble vida.


Autores: Juan Antonio Monroy
© Protestante Digital 2011

miércoles, 29 de junio de 2011

Robbie Williams se arrepiente de su canción que rechaza a Jesús

El afamado cantante británico Robbie Williams ha afirmado estar arrepentido de haber interpretado "Bodies", una canción donde expresó que 'Jesús no murió por nosotros'.
"Mis verdades cambian continuamente. Si han seguido de cerca mi carrera sabrán que siempre he dicho que ‘Bodies’ era una sandez. Con esto me refiero a la parte en la que habla de Jesús. ¿Quién puñetas soy yo para decir eso? En ese momento tenía sentido para mí, pero ahora no. ¿Puedo cambiar de opinión?”, dijo a la prensa.
Williams, también integrante del grupo británico Take That, afirma que ahora siente que cantar esa canción no está bien. “Seguramente cambiaré la letra para la próxima gira. No he encontrado a Dios ni nada por el estilo, pero a lo mejor Él me ha encontrado a mí ".
El cantante ha sufrido de depresión y adicciones al alcohol y las drogas en el pasado, pero ahora proclama que por fin ha aprendido a ser "feliz" y que las críticas no le afecten tanto.
ELECCIÓN
Rondando ya las cuatro décadas, Robbie, vaticinó un cambio de actitud en su vida."Siento que el lugar que solía ocupar la crítica está ahora ocupado por algo poderoso. ¿Quién podría suponer que era una opción que podía tomar o dejar? En cierto modo lo hice, pero no creía en mi propia fuerza”, expresó el cantante.
Afirmó que en los últimos años se le ha caído un velo de los ojos, revelándosele una preciosa verdad. “Esto ha requerido mucha vigilancia por mi parte. He tenido que ir recopilando todos los pensamientos negativos e ir expulsándolos minuto a minuto y día tras día”, dijo.
"Para mí fue muy importante el hecho de saber que no estoy lejos de cumplir los 40 y no puedo seguir tratando a mi cuerpo de la manera en la que lo he estado haciendo. Las cosas tienen que cambiar y puedo elegir la felicidad, ¡qué gran regalo!", comentó.


Fuentes: Entrecristianos.com
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Cita célebre:
Contentamiento
“El contentamiento hace rico al hombre pobre; el descontento hace pobre al hombre rico.”
Benjamin Franklin
Preguntas de reflexión: ¿Estás contento con lo que Dios te da? ¿Porqué piensas que es importante agradecer a Dios por cada bendición que recibimos? ¿Cómo puedes mejorar esta área de tu vida? Para compartir tus respuestas, favor de ir a este Enlace.
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Respuestas sobre lo que nos enseña la Biblia:
¿Cuáles fueron las últimas frases de Jesús en la cruz?
Estas son las siete declaraciones de Jesucristo hechas en la cruz (sin un orden en particular).
(1) Mateo 27:46 nos dice que “alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?” Aquí Jesús estaba expresando Sus sentimientos de abandono al haber colocado Dios los pecados del mundo en Él – y por esta razón, Dios tenía que “volver Su rostro” de Jesús. Mientras Jesús estaba sintiendo ese enorme peso del pecado, Él estaba experimentando Su separación de Dios Padre por única vez en toda la eternidad. Esto también fue en cumplimiento a la declaración profética en el Salmo 22:1. Continue leyendo...

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martes, 28 de junio de 2011

Esperanza escatológica y el clamor de “otro mundo es posible”

Por ISRAEL FLORES

La tradición Reformada a través del tiempo ha ido transformándose y ha tratado de dar respuestas a los desafíos que la sociedad demanda en sus diversos aspectos. Pero este cambio no se ha librado de fuertes desviaciones y muchas veces en posturas fundamentalistas francamente contrarias a la fe reformada. Uno de estos avatares de la fe reformada tiene que ver con el tema escatológico (dogmáticamente entendido como la doctrina de los últimos acontecimientos, llamada antiguamente «De novissimis»), las muchas desviaciones al respecto se han tergiversado tanto, hasta convertirla en algo ajeno a esta fe Reformada, y en ocasiones promueve una fe fundamentalista trayendo como consecuencia “un apego a la Biblia y anti-intelectualismo teológico” con su correspondiente alienación socio-política”[1] y, desde luego, a una gran pérdida de identidad Reformada.
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Recuperar la utopía
Por ENRIC CAPÓ

El movimiento francés de Mayo-68 nos dejó una frase que ha quedado grabada en la memoria histórica de nuestra generación: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, frase que, de alguna manera, queda reflejada en el movimiento de protesta que en las últimas semanas ha llenado gran número de las plazas públicas del Estado Español.
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Ètica contra Abraham?
Por RAMON BASSAS
Llegeixo en el darrer número de la revista Espai de Llibertat (núm. 60, 2011), editada per la Fundació Ferrer i Guàrdia (encara no és a la xarxa) un article del professor Vicenç Molina que proposa "una ètica laica contra Abraham". Molina atribueix a la figura bíblica d'Abraham, comú fundador de les tres religions monoteistes tots els mals del món a causa, precisament al text on s'anuncia la seva missió (Gènesi 22, 1-19), de dur al seu fill Isaac a l'holocaust per mandat de Déu.

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Dios no es un parricida
Por EDGARDO MONTECINOS
En la actualidad, si hay algo en común entre la mayoría de los cristianos, pese a su multiplicidad de expresiones, es la creencia en Jesús como el Hijo de Dios que vino a este mundo para salvar a la humanidad del pecado. La mayoría cree que su muerte fue un sacrificio compensatorio ofrecido a Dios para aplacar su “justa” ira para con una humanidad corrompida, depravada y malévola. En el fondo, la muerte de Jesús es el sustituto de nuestra propia muerte.
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Fuente: Lupa Protestante es una publicación cristiana de teología, cultura y opinión. La revista nació en Catalunya (España), durante el verano del año 2005.

domingo, 26 de junio de 2011

ALCANCES DIVINO-HUMANOS DE LA PATERNIDAD

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México

1. La gran metáfora de la paternidad divina
Podría decirse que en las diversas etapas de la revelación contenida en las Escrituras judeo-cristianas aparece un esfuerzo sostenido de Dios por hacerse presente en la humanidad como un auténtico padre, y así poder superar los esquemas y estereotipos dominados por la idea de que, en su carácter de Creador, sustentador de la vida y redentor, ejerce su labor como un ser policiaco y siniestro, más preocupado por instalar una moral de hierro en el mundo que por atender con cuidado amoroso a sus hijos e hijas. La manera en que los autores del Nuevo Testamento captaron la nueva manera de dirigirse a Dios como padre por parte de Jesús y de hacerlo presente en los intersticios de la vida humana aparece como uno de sus mayores logros espirituales en medio de una época (similar a la nuestra) controlada por un uso del poder y la autoridad que poco tiene que ver con el servicio y la sensibilidad. Como escribe A. Torres Queiruga al referirse al primer artículo de la fe cristiana que expresa la experiencia de la paternidad divina en el Credo de los Apóstoles:
Los cristianos no tenemos necesidad de buscar la puerta principal para acercarnos al interior de esa experiencia. La tenemos siempre abierta en el comienzo mismo del Credo, es decir, de nuestro “santo y seña” —eso significa lo de símbolo— de creyentes: “creo en Dios Padre”. Con estas palabras se anuncia el primer artículo de nuestra fe y se abre el acceso a la más genuina oración cristiana. Enunciarlas equivale a asomarse al vértigo del misterio; sólo que se trata de un misterio presentido como cálido, abierto y acogedor: impone respeto, pero no miedo; aparece inmenso, pero no humillante. Todo en la revelación evangélica invita a acercarse a él y a ir temperando a su luz el misterio, pequeño pero entrañable, de nuestra propia vida. Pues Dios como Padre nos revela a nosotros como hijos. Y si de algún modo esta revelación nos alcanza de veras, nuestro entero ser queda iluminado y transfigurado.[1]
De entre los muchos lugares del Antiguo Testamento en los que esta intuición fue anunciada y desarrollada, destaca Jeremías 31 con su énfasis en la posibilidad de que surgiera un nuevo pacto entre Dios y su pueblo, basado esta vez, ya no en la mera obediencia de una serie de preceptos sino también en el establecimiento y fortalecimiento de una relación afectiva, entrañable y auténtica, de Dios como padre y un pueblo formado por hijas e hijos conscientes del cariño divino. Sólo así puede entenderse el lenguaje paternal con que el profeta refiere la voluntad divina de transformar y evolucionar en el trato con su pueblo: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo. […] Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (vv. 1, 3, Reina Valera Contemporánea). Al dolor con que había afligido al pueblo, le sucede ahora una disposición reconstructiva de la existencia que encuentra en la voz de un padre la vía para manifestarse y anunciar el perdón y la rehabilitación: “He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito” (vv. 8-9).
La esperanza de un retorno a la estabilidad nacional y espiritual encuentra en la metáfora de la paternidad divina la razón de ser de este nuevo pacto y Dios se conduele del sufrimiento de su hijo arrepentido: “Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra. Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. […] ¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿no es niño en quien me deleito? pues desde que hablé de él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia, dice Jehová (vv. 17-18, 20). Estaba abierta, así, la puerta para un nuevo pacto (vv. 28, 31-34).
2. Los alcances divino-humanos: salvación y vida cotidiana
Dice Jaime Sabines en el poema dedicado a su madre, “Doña Luz”, y autor de ese otro gran poema, “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”: “Sobre tu tumba,/ madre, padre,/ todo está quieto.// Mapá, te digo,/ revancha de los huesos,/ oscuro florecimiento,/ encima de ti, ahora,/ todo está quieto”.[2] Esta manera de hablar, de juntar al padre y a la madre, como una manera de percibirlos como una unidad a la hora de ser visualizados desde la filiación más cercana, retoma mucho de lo que, sensiblemente, expresa I Juan 3 sobre la efectiva posesión de la filiación divina: “¡Miren! Dios el Padre nos ama tanto que la gente nos llama hijos de Dios, y la verdad es que lo somos. Por eso los pecadores de este mundo no nos conocen, porque tampoco han conocido a Dios. Queridos hermanos, ¡nosotros ya somos hijos de Dios! Y aunque todavía no sabemos cómo seremos en el futuro, sí sabemos que cuando Jesucristo aparezca otra vez nos pareceremos a él, porque lo veremos como él es en realidad. Todo el que espera confiadamente que todo esto suceda, se esfuerza por ser bueno, como lo es Jesús” (vv. 1-3, Traducción en Lenguaje Actual). De entrada, al propio autor esta conciencia de tener a Dios como un Padre efectivo, transformó (y “ablandó”) su lenguaje para dirigirse a sus interlocutores (“hijitos”), es decir, Juan aprendió la lección de la ternura divina y las trasladó al ámbito de las relaciones fraternas.
Sobre las palabras juaninas que llegan a afirmar que este Dios-Padre “es amor” (4.8, 16) y que podemos, literalmente, abandonarnos sin temor alguno en los abismos de esa paternidad, dice Torres Queiruga:
Verdaderamente, afirmaciones de este calibre rompen toda posibilidad de comentario. Más bien postulan que nos dejemos arrastrar por la fuerza de su movimiento interno, adentrándonos agradecidos y confiados en las aguas infinitas adonde nos intentan llevar. Digamos únicamente que de un Dios que así se nos quiso revelar el hombre puede esperarlo todo y ‘no tiene derecho’ a temer nada. Entre ese todo y esta nada se le ofrece su lugar a la experiencia cristiana. En su centro está el símbolo sencillo y entrañable del Dios que es Padre.[3]
Experimentar la paternidad divina, sugiere Juan, implica traducirla en relaciones actuales renovadoras de afecto, cercanía y responsabilidad, además de la capacidad de poder ver el rostro de Dios y de nuestros padres humanos no solamente con amor sino también en la justa dimensión de lo que Dios quiere revelarnos a través de ellos, en su forma de ser (identidad) y de hacer (ética). Como lo expresó Rubem Alves al referirse al misterio de la dualidad hombre-mujer:
Me siento mal. ‘Madre’ es un nombre que nunca invocará mi rostro. Soy padre. Estoy excluido. Y con razón: no soy dios, para incluirlo todo. Yo sé que cuando es escuchado este nombre no me toca a mí. […]
A veces, cuando el niño sin madre llora dentro de mí, Madre...
A veces, cuando el niño quiere jugar, Padre...
Cuando anhelo una Madre, Dios es Ella, sólo Ella. Cualquier y agregada a ella sería el fin de mi nostalgia.
Cuando deseo un Padre, Dios es Él, sólo Él: este es el nombre de mi nostalgia, en ese preciso momento...
Si Dios no es llamado por el nombre de nuestra nostalgia más profunda, no hay respuesta. El nombre proferido sin pasión sería una mentira, una blasfemia...[4]
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El amor de Dios como padre debe transformar nuestra vida y nuestras acciones.
[1] A. Torres Queiruga, Creo en Dios Padre. El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre. Santander, Sal Terrae, 1986, pp. 73-74.
[2] J. Sabines, “Doña Luz” (XVIII), en Maltiempo (1972), Otro recuento de poemas (1950-1991). México, Joaquín Mortiz, 1991, p. 366.
[3] A. Torres Queiruga, op. cit., p. 97.
[4] R. Alves, “A veces”, en Union Seminary Quarterly Review, 40, 3, 1985, pp. 43-53, versión de LC-O, en http://rubemalves-teopoetica.blogspot.com/2007/06/veces.html.

viernes, 24 de junio de 2011

La misión cultural de la Iglesia en el mundo postmoderno

Alfonso Ropero, España
“El cristianismo no es sólo histórico en sus orígenes sino en su trayectoria a través de los siglos. De ahí que en cada época el anuncio de la fe se ha encontrado con la cultura de los pueblos para transformarlos, rescatándolos y dándoles la dimensión de plenitud que sólo el Evangelio puede transmitir. La revelación cristiana es histórica; y por ende cultural. Ningún hombre ha escuchado la "nuda vox Dei", independiente de toda cultura” (Paul Poupard)[1].
1. Actualidad de Pablo
En un giro inesperado de su proyectado viaje misionero por Asia Menor, debido a una visión tenida en un sueño nocturno (Hch. 16:9), el apóstol Pablo recaló en la ciudad de Atenas menos de 20 años después de los acontecimiento de Pascua. Sin que entrara en la mente ni en el programa evangelizador de la Iglesia primitiva, la providencia quiso que, bien pronto en su desarrollo histórico, el Evangelio pasara de oriente a tierras occidentales, donde imperaba la cultura helenista, y se produjese el primer contacto entre la Jerusalén cristiana y la Atenas pagana, referencia cultural del mundo antiguo por excelencia.
“El encuentro de Pablo con los filósofos atenienses es un hecho que posee algo más que el mero valor histórico. Tiene un valor típico, pues significó el encuentro entre Jerusalén y Atenas, entre la sabiduría de Dios y la sabiduría de los hombres, entre la teología del Dios vivo que se dio a conocer e su pueblo elegido y las teologías paganas e idolátricas […]; entre la metafísica bíblica y la metafísica de los gentiles” (Claude Tresmontant)[2]. La importancia de este hecho es inmensa, pues en cada época se vuelve a repetirse la confrontación entre la cultura y el evangelio y es bueno tener referentes a los que dirigirse.
Hoy, 20 siglos después, Pablo vuelve a estar entre los filósofos[3], en medio de un debate internacional que ha puesto de manifiesto, una vez, el aporte revolucionario del mensaje paulino. El filósofo francés Alain Badiou recurre a Pablo para mostrar cómo se constituye un discurso universal. El núcleo del mensaje paulino, leído desde Badiou, sería el siguiente: Pablo anuncia un acontecimiento, que es la resurrección de Cristo. Esta funda un sujeto que no puede sino ser universal, dado que para Pablo la verdad que se sigue de aquella, si es tal, es válida para judíos o no judíos y no puede inscribirse ni en la particularidad de la comunidad judía ni en el discurso filosófico griego, ni en las leyes romanas. El sujeto (Pablo, y las nacientes comunidades a las que se dirige) es fiel al acontecimiento de la resurrección si habita la situación (estar en el mundo) mediante prácticas signadas por la fe (πίστις) el amor (άγαπε) y la esperanza (ελπίσ). “La resurrección es para Pablo aquello a partir de el centro de gravedad de la vida está en la vida, ya que anteriormente, estando situada en la Ley, organizaba la subsumación de la vida por la muerte”[4]. La categoría que vertebra la interpretación que Badiou hace de San Pablo es la de “universalismo”, ejemplificado por la buena nueva de la resurrección de Jesús, y concebido como un principio que permite trascender las diferencias entre los pueblos, así como “saltar” sobre el universalismo abstracto del discurso filosófico griego y de la dominación imperial romana.
Los 20 años que transcurren entre las ascensión de Cristo a los cielos y la subida de Pablo al Areópago están llenos de acontecimiento cruciales, que fijaron para siempre el destino misionero de la Iglesia. En lo que a nosotros respecta, sólo tocaremos un aspecto de la misión cristiana, a saber, el cultural, por considerarlo el más marginado de todos, el menos comprendido y el menos trabajado. Esto es debido a prejuicios y malas interpretaciones de textos sacados fuera del contexto y de una valoración negativa del papel de la filosofía en la vida del ser humano, como si esta fuera, por esencia o definición, una poder enemigo irreconciliable con la fe (cf. 1 Cor. 1:17-23).
Para despejar dudas y malentendidos procederemos a mostrar cómo la vocación, el llamamiento a la cultura, está inscrita en la misión cristiana. Es tema es importante, porque negarse, por miedo o por incapacidad, a la misión cultural, lleva a encerrarse en una infracultura o subcultura que niega el carácter universal de la fe cristiana, que dirige a sabios y no sabios, a judíos y gentiles, a hombres y mujeres, sin distinción de raza, clase o nivel intelectual...... Leer mas

martes, 21 de junio de 2011

Pastores evangélicos de Texas protestan contra aprobación de ley anti inmigrante

Pastores evangélicos de todo el estado de Texas se organizaron para protestar contra de una de las leyes más acérrimas en contra de la comunidad hispana en Texas, la SB-9 promovida por el mismísimo gobernador del estado Rick Perry que busca no sólo derogar que en todo el estado no haya ciudades refugio al inmigrante, sino que las agencias de policías de todo el estado tengan la obligación de revisar el status de cada persona que haya cometido una infracción.
También organizaciones pro inmigrantes en Texas realizaron ayer diversas actividades en protesta a la iniciativa SB9 que a paso lento pero seguro avanza y amenaza con convertir a Texas en otro Arizona.
Un grupo de inmigrantes ayunaron y oraron ayer con la esperanza de llamar la atención de los legisladores republicanos que esta vez parecen resueltos a aprobar la iniciativa que daría a los policías locales y estatales el poder para “cazar” indocumentados.
Labancada del Partido Republicano en pleno está impulsando la propuesta y ya hubo una votación de 19 a favor y 12 en contra para empezar a legislarla en estas 2 semanas de reuniones en la Cámara de Representantes del estado en Austin, las organizaciones pro-inmigrantes, mismos jefes de policía y grupos de pastores evangélicos hispanos están en una lucha, según informó Julio Barquero Ministries.
Hoy en el programa de radio de “Aló, Pastor” se dijo que “Los policías no sólo serán agentes de inmigración, sino jueces móviles en su patrullas” el pastor Julio Barquero denunció públicamente que “La SB-9 no sólo afecta a indocumentados sino aquellos que tiene sus documentos en regla ya que es una ley con un fuerte perfil racial”.
Entre las llamadas telefónicas el pastor Julio Barquero destacó que “Perry dice ser cristiano y está fomentando una ley en contra de lo que enseña la Palabra de Dios sobre el trato al extranjero y son precisamente el Partido Republicano los que están promoviendo estas leyes en toda la nación y Perry y su bancada política ya respiran odio racial, no me puedo imaginar cuando decida lanzarse para candidato presidencial”.
El pastor Lynn Godsey en Dallas, Texas es otro pastor evangélico que ha hecho fuertes señalamientos en contra de SB-9 y ha formado una gran convocatoria en el estado de Texas precisamente en el Capotio en Austin…para este próximo Lunes 20 de Junio en la instalaciones de la Iglesia Abba en el 12308 a la 7:30 PM, se organizará con los pastores y ministerios de Houston, Texas una MARCH OF LIBERTY ( Marcha por la Libertad) hacía Austin y el 4 de Julio…PASTORES EVANGELICOS HISPANOS DE TEXAS EN CONTRA DE LA SB-9.

Fuente: Noticia Cristiana

lunes, 20 de junio de 2011

John Stott: un retrato por sus amigos

Por. Samuel Escobar, España
Entre los varios actos celebratorios ha estado el lanzamiento de un libro al cual tuve el privilegio de contribuir un capítulo. Es un volumen de 217 páginas titulado John Stott: un retrato por sus amigos , [1] en el cual treinta y cinco amigos de todo el mundo escriben acerca de su encuentro con Stott, o de episodios que en su conjunto ofrecen algo así como un retrato de cuerpo entero del maestro.
El libro ha sido editado por Chris Wright, pastor anglicano igual que Stott, y biblista especializado en Antiguo Testamento, que fue misionero en la India y que ha sucedido a Stott al frente de la Fundación Langham. Wright es apreciado en el mundo de habla hispana por libros como Conociendo a Jesús a través del Antiguo Testamento (1996) y más recientemente su monumental obra La misión de Dios (2009), publicados por la Editorial Andamio de Barcelona. Muchos de los autores de este retrato hacen referencias diversas y esclarecedoras a los numerosos libros de Stott que han sido traducidos a más de veinticinco lenguas.
Tuve el privilegio de conocer a John Stott en 1959, durante un curso de formación organizado por los GBU de Gran Bretaña para obreros de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos. Él fue nuestro guía en una visita a la Universidad de Cambridge, y guardo el recuerdo de su elegante figura y su perfecto inglés mientras nos hablaba de Isaac Newton y de los estudiantes evangélicos que salieron de Cambridge como misioneros a diferentes partes del mundo.
En el libro que comento los primeros ocho capítulos se refieren a la familia y los años formativos . Su sobrina Caroline Bowerman cuenta anécdotas sobre el “tío Johnnie”, su paciencia con los niños y su cuidado por la familia extendida, aunque él mismo permaneció soltero. Michael Gree n recuerda que Stott lo casó y pronunció el sermón de la boda, y Oliver Barclay recuerda sus años en la Universidad de Cambridge donde fue desarrollando su habilidad como apologista, defensor articulado y convincente de la fe cristiana.
Los capítulos 8 a 13 del libro se ocupan del ministerio de Stott como pastor anglicano y de su servicio en el marco del Anglicanismo. Frances Whitehead , su secretaria desde 1956 hasta 2011, lo recuerda como el pastor de la Iglesia All Souls en el centro de Londres, pero también como el jefe exigente consigo mismo y con quienes trabajaban con él. John Smith , miembro de All Souls desde su niñez y luego tesorero de la iglesia y vecino de Stott durante cinco años, cuenta de sus hábitos : no necesitaba más de seis horas diarias de sueño, aunque después de llegar a los cuarenta acostumbraba tomar una siesta de media hora. Michael Boughen , quien sucedió a Stott como pastor de All Souls, recuerda sus serias dudas de aceptar el cargo, el proceso complicado de su nombramiento y la inquebrantable voluntad de Stott. Describe también la creciente influencia que fue teniendo en el sector evangélico del Anglicanismo.
La tercera sección del libro cuenta con 11 capítulos dedicados a la influencia internacional de Stott . Los autores provienen de Australia, Estados Unidos, Sri Lanka, Perú, Ecuador, Kenya, Pakistán, y la ex–Yugoeslavia, además de Gran Bretaña. Ajith Fernando de Sri Lanka lo presenta como mentor y modelo para líderes jóvenes, René Padilla del Ecuador recuerda como durante un viaje por la Argentina Stott le limpió los zapatos recordando que Jesús enseñó que había que lavar los pies los unos a los otros. David Gitari , arzobispo de Kenya ya jubilado recuerda sus años de estudiante en Bristol y los desayunos con Stott. Michael Nazir Ali de Pakistán recuerda sus días de estudiante en Oxford y Cambridge y la ayuda recibida de Stott, y luego los comienzos de su obispado en Pakistán y la correspondencia y visitas de Stott que le ayudaron a sortear las dificultades.
El libro está ilustrado con muy buenas fotografías. En una foto Stott aparece con tres jóvenes teólogos en 1985: Henri Blocher de Francia, Andrés Kirk de Inglaterra y Peter Kuzmic de lo que entonces era Yugoeslavia. Kuzmic recuerda con gratitud los esfuerzos especiales de Stott para ayudar a los pastores y teólogos de Europa Oriental en los años duros de la guerra fría, y la beca que él mismo recibió para poder estudiar durante un semestre en Cambridge. En mi capitulo hago referencia a los Congresos de Evangelización de Berlín en 1966, el de Lausana en 1974 y al papel clave que jugó Stott en aquella toma de conciencia crítica del Evangelicalismo mundial. Valoro especialmente su esfuerzo por convencer a evangélicos de Estados Unidos y Europa que tenían que prestar atención a las voces evangélicas jóvenes de Asia, África y América Latina.
En los capítulos restantes hay anécdotas acerca del interés que Stott ha tenido en los pájaros y que ha cultivado por todo el mundo, aprovechando sus viajes de ministerio. Fotógrafo experto y buen caminante y atleta, Stott también prestó atención al mundo de los medios de comunicación masiva y a la renovación de la música en la vida de las iglesias. Acostumbraba tener estudiantes de teología como asistentes , y cuatro de ellos comparten historias de su capacidad como maestro y mentor. John Wyatt , respetado médico y estudioso de cuestiones relativas a la fe cristiana y la ética médica da cuenta de cómo Stott le ayudó cuando fue hospitalizado debido a un episodio de fatiga mental aguda. Luego cuenta que tuvo el privilegio de devolver el favor a Stott cuando éste sufrió una caída y una fractura de cadera en el año 2006. Después de la cirugía por la que pasó Stott, muy frágil y debilitado, pasó también por una experiencia de confusión mental y alucinaciones. Esto le causó gran preocupación y se le aconsejó que escribiera un documento sobre sus deseos respecto a su salud en caso de llegar a estar incapacitado o inconsciente. Esto es en parte lo que escribió:
Aprecio grandemente la habilidad de pensar con claridad y de poder escribir, para ser físicamente independiente y poder proveer apoyo pastoral a amigos y contactos. Si sufro de una condición que pueda ser tratada en la cual dentro de un período relativamente corto de tratamiento médico seré restaurado a mi salud presente y al funcionamiento de mi mente, entonces me gustaría recibir ese tratamiento. Sin embargo, no quisiera que mi vida sea prolongada artificialmente si me quedo en estado terminal o vegetativo… La razón por la que no quiero aferrarme a esta vida es que tengo una esperanza viviente de una vida más gloriosa más allá de la muerte, y no quiero que me impidan heredarla innecesariamente . [2]
Wyatt describe lo difícil que le resultó a Stott ir aceptando las secuelas de su operación y aceptar que su ministerio de predicación pública y de producción literaria estaba llegando a su fin. Desde el año 2007 Stott ha vivido en el College de St. Barnabas en Linfield donde es atendido de manera profesional en un ambiente cristiano. Allí es donde un pequeño grupo de amigos celebró con él sus 90 años.
Chris Wright termina el libro relatando su visita a John Stott en enero de este año 2011 y las reflexiones que han venido a su mente tras la preparación y edición de esta colección de 35 testimonios de personas de todo el mundo:
Así pues, John Stott ha sido un hombre que se pasó la vida llevando a otras personas a confiar en la cruz de Cristo, y exhortando con sentido de urgencia a los que habían confiado para que obedeciesen las palabras de Cristo. En la medida en que este Retrato dice la verdad sobre el hombre al cual retrata, que retrate también la verdad transformadora del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo en la vida de uno de sus más dedicados seguidores. Y por esa vida le damos toda la gloria, las gracias y la alabanza a Dios nuestro Señor . [3]

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[1] Chris Wright, Ed. John Stott: a Portrait by his Friends Leicester: Inter Varsity Press,2011.
[2] Id., p. 211
[3] Id., p. 217

Autores: Samuel Escobar

Fuente: © Protestante Digital 2011

domingo, 19 de junio de 2011

PATERNIDAD DIVINA Y PATERNIDAD HUMANA

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México

Dios es la patria de todos los hombres. Es la única nostalgia. Desde el fondo de todas las criaturas nos llama Dios, y esa llamada es el encanto que hay en todas las criaturas. Su llamada es escuchada en lo más íntimo de nuestro ser, como la alondra llamando a su compañero en la alborada, o Romeo silbando a Julieta bajo el balcón.[1]
Ernesto Cardenal
1. Paternidad divina: una revelación de amor
Si estuviera en nuestras manos escribir una carta, más allá de cualquier forma de sentimentalismo o culpabilidad, a nuestro padre en determinada etapa de la vida, precisamente aquella en la que la madurez nos asalta, acaso podríamos definir la manera en que su paternidad nos marcó y, con ello, podríamos señalar sanamente la cercanía y la distancia de dicha práctica. Independientemente del gusto que tengamos por este tipo de ejercicios, una carta nos obligaría a vaciarnos, esto es, a volcar en un texto mucho de lo que somos o pudimos ser gracias a la huella de nuestro padre. (La Carta al padre, de Kafka, es un ejemplo de la intensidad a la que puede llegar un ejercicio similar.[2]) Algo similar podría decirse acerca del pueblo de Dios en las Escrituras, pues es posible preguntarle a ellas, a cada paso de la revelación, cómo se fue “desdoblando” o mostrando la paternidad divina en cada momento de la historia, o qué matices de esa paternidad aparecen con mayor o menor intensidad, sin referirse explícitamente a las acciones paternales en cuanto tales. Así, no faltará quien diga que en el momento del éxodo por el desierto, el cuidado paternal de Dios fue una constante y que en otras ocasiones su autoridad y energía son más visibles.
Evidentemente, se trata de una cadena de situaciones que, por ejemplo, el salmo 139 resume con singular sensibilidad: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme… Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre” (vv. 2, 13). Este salmo es una evidencia de la conciencia que desarrolló el pueblo de Dios acerca del cuidado divino, desde la misma procreación, para sus hijos e hijas. En otro momento, el texto se refiere a la mirada divina, casi policiaca, con que rodea a la persona (vv. 7-12), de tal forma que resulta imposible escapar de su observación. Particularmente en el v. 10, luego de preguntarse: “¿Y a dónde huiré de tu presencia?”, el creyente expresa que incluso en “el extremo del mar” (como lo intentó el profeta Jonás), “…me guiará tu mano/ y me asirá tu diestra”, mediante una labor que en otros tiempos diríamos que es típicamente paternal, siguiendo el estereotipo, pero que aquí se justifica plenamente.
Y qué decir de Ro 8.1-17, en donde el apóstol Pablo profundiza en la metáfora de la paternidad divina recuperada y aumentada, y en la que encuentra, nada menos, concentrado el misterio de la salvación realizada por Jesucristo y afirma que la nueva vida según el Espíritu consiste, básicamente, en la capacidad que éste otorga para llamar “padre”, por adopción, a Dios de una manera afectiva y real (v. 15b). Llamar padre a Dios, y entrar en una relación filial con él, Una de las acciones del Espíritu, agrega, es “dar testimonio a nuestro espíritu, de que somos [efectiva y verdaderamente] hijos de Dios” (v. 16). Lo mismo subraya en Gál 4.6, en donde la reflexión teológica es resultado de una constatación espiritual y ontológica que sólo puede ser el motor final para la gratitud y la adoración: “La prueba de que sois hijos de Él es que Dios mandó a vuestros corazones el espíritu de su Hijo, que exclama: “¡Abbá!”.
2. Paternidad humana: amor y responsabilidad
Las estadísticas no mienten, aunque resaltan y ocultan realidades profundas: según el censo más reciente en México, el padre está ausente en cuatro de cada 10 hogares y, en total, En total, en 11.4 millones de hogares falta el padre. En contraste, existen 378 mil 400 hogares donde sólo se encuentra éste con sus hijos. Además, si se toman en cuenta los hogares donde hay niños de cero a 14 años, el padre vive solo con ellos en uno de cada 100, mientras que la madre está presente en 16 de cada 100.[3] Ciertamente, la frialdad de los números no se propone ni alcanza a reflejar las situaciones que derivan en lo que ellos muestran, pero son un indicador de lo que está sucediendo actualmente México, pues algo que ha aumentado notoriamente en la sociedad es el grado de exigencia con que hoy se promueve asumir la paternidad, aunque al mismo tiempo, quienes se encuentran ante la obligación de vivirla desde una muy temprana juventud, también están recibiendo, por así decirlo, el golpe de los avances sociales en esta materia. Quienes “debutan” como padres antes de los 20 años reciben hoy una presión que antes no se percibía tanto en el ambiente. [4] (Por cierto, el Episcopado mexicano acaba de descubrir que “la paternidad asemeja al hombre con Dios”.[5])
En este sentido, es llamativa también la forma en que algunas instancias están promoviendo la “licencia paterna”, a fin de que exista más convivencia de los padres con sus hijos/as, pues según un comunicado del Instituto Nacional de las Mujeres, “es una propuesta para revertir la masculinidad tradicional por otra fórmula que tenga como eje central el respeto a los derechos humanos y la dignidad humana de nuestros seres queridos ” . La iniciativa pretende contribuir a modificar los códigos de la masculinidad tradicional, sustentada en los atributos asociados a la categoría de lo que socialmente significa ser hombre, como fuerza, valentía, virilidad, violencia y audacia, “ que por siglos se han convertido en métodos pedagógicos para casi todas las culturas del mundo ” .[6]
El abismo o la falta de continuidad entre las afirmaciones bíblicas sobre la paternidad divina y las consecuencias de ésta en la vida humana ha sido uno de los grandes problemas para las familias concretas. Ser padre como Dios lo es se plantea hoy, además de cómo un dilema, como una exigencia espiritual que busque hacer presentes los valores del Reino de Dios en el terreno siempre conflictivo de la vida doméstica, de tal forma que si alguien se atreve a decir que es seguidor de Jesús y además es padre de familia, se esperará de él una consonancia profunda entre su fe y su práctica, “vigilado” como está por los integrantes de la misma y los avances de la sociedad en esta materia. Después de todo, también es portador del Espíritu de Jesús que capacita para ver permanentemente el rostro paterno de Dios.

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[1] E. Cardenal, Vida en el amor. 5ª ed. Buenos Aires-México, Carlos Lohlé, 1977, p. 29.
[2] La carta comienza así: “Querido padre: Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, y en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo”. F. Kafka, Carta al padre. Buenos Aires, Gradifco, 2008, p. 17.
[3] Susana González G., “Papás, ausentes en cuatro de cada diez hogares, revela censo de población”, en La Jornada, 19 de junio de 2011, p. 37.
[4] Mónica Archundia, “Aún adolescentes, se ‘estrenan’ como papás”, en El Universal, 19 de junio de 2011, www.eluniversal.com.mx/ciudad/106643.html.
[5] Monseñor Francisco Javier Chavolla Ramos, “A todos los papás de México en la celebración de su día”, en www.cem.org.mx/index.php/component/k2/item/196. Tomando como base bíblica Mt 1.20-24, un fragmento del mensaje dice: “En cuanto Creador, Dios puede ser llamado, en el sentido más estricto, ‘Padre’ de todos los hombres. Y con toda verdad podemos afirmar que la paternidad humana es una participación de la paternidad divina. En efecto, la procreación, en cuanto causa biológica de los hijos, es un atributo que asemeja al hombre con Dios. En cierta manera, Dios quiere contar con la asistencia del hombre y la mujer para la procreación, dejando en sus manos la responsabilidad de ejercer sus capacidades generativas”. Cf. Carolina Gómez Mena, “Paternidad ‘asemeja al hombre con Dios’, señala el Episcopado”, en La Jornada, 19 de junio de 2011, p. 37.
[6] Ariane Díaz, “Promueven licencia laboral para padres”, en La Jornada, 19 de junio de 2011, p. 37

jueves, 16 de junio de 2011

¿Hasta dónde llega tu llanto? Retazos del evangelio a los pobres

Por. Juan Simarro Fernández, España
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Mateo 5:4. “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Lucas 6:21.
Estas son las versiones que de la Bienaventuranza de Jesús dan Mateo y Lucas. Probablemente la versión de Lucas, que es algo más radical y impactante en su formulación, esté más cerca del grupo de contrastes que marcan los valores del Reino que trastocan la visión mundana de la vida: los últimos serán los primeros, los pobres y lisiados serán los convidados del Reino, los sanos serán dejados de lado para acoger a los enfermos… los que lloran van a ser los que ríen. ¿Hasta dónde llega tu llanto?
Pero no simplemente los que lloran por cualquier causa, como si el llanto fuera un valor espiritual y bueno en sí mismo. El gozo y la alegría son los valores válidos en toda la Biblia. Por tanto, la bienaventuranza no está alabando el llanto, ni proponiéndolo como algo a buscar. El llanto, como la pobreza, no pueden ser, en ningún caso, valores deseables. Aquí no se trata de ensalzar la tristeza ni de presentarla como un valor que hay que buscar para llegar algún día, en la metahistoria, a disfrutar de la risa y del gozo. Los cristianos deben estar dispuestos a ser manos tendidas que eviten la tristeza, manos diligentes capaces de limpiar lágrimas. ¿Te lleva tu llanto a limpiar las lágrimas de otros? Ese sería un buen llanto.
Por otra parte, siguiendo la línea de estos artículos, nosotros nos vamos a fijar en las lágrimas de los pobres y de los oprimidos. ¿Hasta dónde llega tu llanto por ellos? ¡Cuántas lágrimas en el no-ser de la marginación, la pobreza y la exclusión social! ¡Cuántas lágrimas por la opresión! Yo, desgraciadamente, he tenido que contemplar las lágrimas de muchos inmigrantes que lloran por la presión de sus opresores, injustos empleadores que se lucran con los trabajos de estos débiles del mundo: los extranjeros oprimidos. Pero también están las lágrimas de aquellos que no llegan ni siquiera a ser oprimidos: los excluidos del mundo sumergidos en la infravida de la pobreza extrema. Quizás no tienen fuerzas ni para llorar. Todo su ser es un llanto sin lágrimas.
La Biblia no es ajena a este llanto , y la bienaventuranza, sin duda alguna, es también para ellos, aunque no sean los únicos sumidos en el llanto por el pecado de otros, pecado de muchos insolidarios que oprime y que reduce la vida a un paso o simple transcurrir por el valle de lágrimas. Dios no es indiferente a estas lágrimas y llora con los dolientes del mundo. Así dice la Biblia: “Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien les consuele; y la fuerza que estaba en la mano de los opresores, y para ellos no había consolador”. Eclesiastés 4:1 . ¿Hasta dónde observas tú el llanto de los oprimidos y pobres del mundo?
Dios quiere ser el Consolador para ellos, trasladarles y concederles la bienaventuranza de la risa y del gozo. Dios también quiere ser el que motive a sus hijos, a los que dicen seguirle para que podamos nosotros también ser las manos y los pues del Señor en medio de un mundo de dolor llevando consuelo, risa, alegría y la felicidad de la bienaventuranza. Limpiadores de llantos, enjugadores de lágrimas. Quizás a todos los queramos levantar risas en medio del llanto, nos toque también participar del lloro y del llanto de los pobres y oprimidos del mundo.
Para esas lágrimas también hay bienaventuranza. Hay promesa de felicidad para los que comparten el llanto de los sufrientes del mundo, para los que andan por los valles y caminos de esta tierra intentando secar lágrimas. Son aquellos sembradores de alegrías y gozos que, aunque empapados del llanto de los oprimidos y pobres del mundo y aún de su propio llanto al ver las violencias que se hacen debajo del sol y las lágrimas de los oprimidos, lloran con los que lloran, como mensajeros del llanto y del canto de alegría. Así nos anuncia el salmo como con un grito de alegría: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”. No te quejes ni te preocupes de sembrar con lágrimas o entre lágrimas. En la siega vendrá el regocijo.
Así, pues, la bienaventuranza no es sólo para los pobres y oprimidos del mundo que lloran bajo el yugo de sus opresores o despojadores, sino para todos aquellos que se acercan a ellos no sólo para compartir sus lágrimas, sino para secarlas y darles a sus rostros un rictus de risa, de consuelo, de gozo . La bienaventuranza, así, es para muchos que en el mundo lloran con los que lloran, a la vez que es para aquellos sumidos en el llanto por la violencia que ejercen los poderosos del mundo, los acumuladores y ladrones de vida y de dignidad. ¿Te lleva tu llanto a la bienaventuranza? Promesa de felicidad y de risa para todos aquellos que están bajo el yugo o la bota de tantos tiranos injustos que se mueven en el mundo. Para ellos, para los tiranos, son uno de los ayes de Lucas: “¡Ay de los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis”. ¡Señor, queremos estar entre los que lloran!
¿Hasta dónde llega tu llanto? “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice nuestro Dios”. El tiempo de las lágrimas no será eterno. También el dolor y las lágrimas van a tener un fin allí en la nueva Jerusalén en donde ya no habrá más lágrimas ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron. Pero nos queda el “mientras tanto” de nuestro aquí y de nuestro ahora. El tiempo en el que en el “todavía no” del Reino debemos seguir trabajando por la eliminación de las lágrimas del mundo acercando el Reino y sus valores a los pobres y oprimidos de la tierra. Aquí, en nuestro momento histórico, es donde el Señor necesita tener agentes de liberación del Reino que sepan transformar las lágrimas en gritos de júbilo, los llantos en risas, los sufrimientos en consuelo. ¡Señor, queremos ser transformadores de lágrimas!
Así, nosotros, los que hemos creído, podemos ser partícipes de una tarea divina: la de ser consoladores y levantadores de risas. Las lágrimas de los que hemos creído, lágrimas que compartimos con los sufrientes del mundo, no son lágrimas que nos paralizan, sino lágrimas que nos ponen en acción y que nos lanzan a llevar las Buenas Nuevas a toda criatura, nuevas de justicia y de salvación, de posibilidad de romper el yugo de los opresores, despojadores y acumuladores del mundo. Nuestras lágrimas deben ser como el combustible que mueve el motor de la misericordia y búsqueda de justicia. Sólo así seremos capaces de acercar esta bienaventuranza a los que en el mundo viven empapados por su propio llanto: “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”.

¿Hasta dónde llega tu llanto? Tus lágrimas pueden ser liberadoras.
Autores: Juan Simarro Fernández
© Protestante Digital 2011
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lunes, 13 de junio de 2011

La Reforma en Suiza: Zwinglio. Heterodoxia y Cristianismo en España

Por. Mario Escobar Golderos, España*

Antes de continuar con Francisco de Enzinas, en este artículo vamos a remontarnos en el tiempo y recordar cómo se consolidó la Reforma en Suiza.

Ulrico Zwinglio es el impulsor fundamental de la Reforma en la historia de Suiza. Nacido en el año 1484, Lutero nace un año antes. Por tanto estos dos personajes pertenecen a la primera generación de la Reforma.
Zwinglio vino al mundo en una pequeña localidad llamada Wildhaus, en el valle de Toggenburg. Su tío, diácono de Weesen le instruyó en sus primeros conocimientos de latín, fue a las escuelas de Basilea y Berna y cursó en Viena los estudios universitarios.
Zwinglio pudo aprender de profesores como Glareano y Vadiano, que le ayudaron a tener una educación esmerada en todas las artes: los clásicos, geografía, matemáticas y medicina. El joven suizo fue expulsado de la universidad, y aunque desconocemos las causas, podemos imaginar que sus impulsos juveniles pudieron influir en su desgracia. Poco tiempo después va a ser readmitido y podrá terminar sus estudios.
Se traslada a la Universidad de Basilea, licenciándose en filosofía en 1506. En esta ciudad conoce a Tomás Wyttenbach, profesor de la “vía antiqua”, que al parecer influyó notablemente en su alumno. Ese mismo año Zwinglio se convierte en sacerdote y continuó sus estudios.
Entre sus viajes están dos visitas a Italia acompañando a tropas suizas. Después de su corto periodo como capellán del ejercito e impresionado por la crueldad de la guerra decide cambiar de ambiente, relacionándose con diferentes intelectuales de su época. Su capacidad y elocuencia llega a oídos de Erasmo, una de las personas que más admira.
En el año 1516 acepta la prebenda de Einsiedeln, donde combate contra el vendedor de indulgencias Bernardino Samson. Dos años más tarde gracias al apoyo de su amigo Osvaldo Miconio es nombrado predicador del pueblo en la catedral de Zúrich (1518). Algunos se opusieron al principio acusándole de haber mantenido, dos años antes, una aventura con la hija de un barbero.
Algunos historiadores han visto en este hombre a un simple teólogo frío, preocupado de los temas religiosos de una manera más bien superficial. Aunque en la actualidad, tras el trabajo desarrollado por diferentes historiadores suizos, ha echado por tierra esta idea.
Sus ideas están influidas por la “vía antiqua”, Escoto y el platonismo de la Academia Florentina. Otro de sus aportes fundamentales son las ideas de Erasmo, por las que se vuelca en el estudio del griego y de los santos Padres (S. Jerónimo y Orígenes). Pero la piedra de toque será su lectura de San Agustín. También dio gran importancia al estudio del Antiguo Testamento.
Su conversión, aunque paulatina, se consuma en el año 1516, tras una profunda crisis espiritual. Zwinglio va a encontrar en las Sagradas Escrituras un gran consuelo. Otro de los momentos de gran angustia que tiene que pasar el Reformador Suizo, es en el año 1519, ya que una grave enfermedad le llevó a las puertas de la muerte. Aficionado a la música como Lutero en sus horas de aflicción compone uno de sus mejores himnos, he aquí un breve fragmento: “Estoy en el puerto, repárame o húndeme”.
El mismo testimonio de Zwinglio demuestra que su conversión fue mucho más que una simple aseveración intelectual. Leamos un breve fragmento de su confesión: “Finalmente llegue a la conclusión de que tenía que “abandonar todo el resto y estudiar el significado de lo que dice Dios en su misma Palabra”. Entonces pedí a Dios que me iluminara y se hizo en mí la luz”.
El 1 de Enero de 1519 Zwinglio predica en la Catedral tan sólo asistido por su Nuevo Testamento, predicando la palabra pura. La Reforma ha comenzado en Zúrich.
En contra de lo que podamos imaginar Zwinglio nunca fue un gran orador, tal vez por su débil voz o por sus problemas de visión. Aún así la Reforma Suiza comenzó y se extendió gracias a su tesón y trabajo.
El primer objetivo a combatir fue el tráfico de hombres para la guerra. Suiza vivía de la exportación de mercenarios a las principales potencias del momento. Zwinglio, que había sido capellán militar, sabía la sangría que cada año rendía la juventud suiza a la guerra. Por ello se opuso abiertamente a este tráfico. Su libro Eine Göttliche Ermahnung (1522) es una auténtica condena a la guerra y al mecenazgo.
La predicación del Reformador Suizo era mucho más estricta y bíblica que la del mismo Lutero. Buscando en las Sagradas Escrituras toda la fuente de inspiración para sus ordenanzas y enseñanzas.
Zwinglio cambia toda la forma de culto, apoya a un grupo de seguidores y amigos que en el año 1522 rompen con el ayuno del Miércoles de Ceniza, aunque él no llega a comer nada. Solicita al obispo de Constanza la legalización del matrimonio de sacerdotes. Naturalmente este se niega y manda un escrito, Zwinglio le responde con sus famosos Artículos.
“Los Artículos” del Reformador Suizo son una verdadera exposición de sus creencias. En ellos cuestiona la autoridad papal, la transustanciación, la intercesión de los santos, los ayunos y peregrinaciones (1523). Todo el libro está basado únicamente en citas bíblicas. Ese mismo año mediante debate público se discuten los artículos. El obispo de Constanza manda a Juan Faber como su representante. Zwinglio expone todas sus ideas, Faber pide la presencia de un juez imparcial, pero el Reformador Suizo alega que “el Espíritu de Dios en la Sagrada Escritura es el juez”.
Pocos meses después se destruyen todas las imágenes de las iglesias. En un debate a finales de ese año León Jüd, uno de sus colaboradores, crítica el culto a las imágenes; el Reformador hace algo parecido con la misa.
Su mensaje e influencia seguirán presente en la Iglesia Suiza. Se ha acusado a este reformador de belicoso, tanto con las palabras como con las armas. La verdad que siempre abogó por la paz, aunque no dudó en usar la violencia en casos extremos. Tal vez aquí se equivocó.

Autores: Mario Escobar Golderos


Fuente: © Protestante Digital 2011
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domingo, 12 de junio de 2011

Científicos demuestran que murmurar afecta el cerebro

Un chisme negativo afecta la percepción del rostro de la persona objeto del mismo.

El sistema visual de nuestro cerebro presta más atención al rostro de una persona sobre la que hemos oído “chismes” negativos. A esta conclusión llega un estudio de la Universidad del Noreste de Boston (EEUU), que se publica en la revista Science.
“Se podría pensar que el cotilleo sólo afecta a las opiniones que tenemos acerca de alguien, pero afecta a algo más básico que eso, a la facilidad con la que ves a una persona. Eso es una sorpresa”, ha explicado Lisa Barrett, profesora de psicología de la Universidad del Noreste de Boston , a la Agencia SINC.
Los investigadores diseñaron los experimentos alrededor de un fenómeno de la percepción visual llamado ‘rivalidad binocular’, por el que alternamos entre diferentes imágenes presentadas a cada ojo. "Cuando nos muestran dos cuadros, por ejemplo, uno para cada ojo, sólo somos capaces de ver uno de ellos", explica Erika Siegel, coautora del trabajo.. "Es la forma en que funciona el cerebro. Podemos avanzar y retroceder, pero sólo veremos uno a la vez; es algo involuntario”, matiza Siegel.
CARA O CASA
En un experimento con 66 alumnos universitarios, expusieron caras neutras (sin expresión) asociadas a una descripción de un comportamiento negativo (por ejemplo, “le dio una patada a un perro”), un comportamiento positivo (“ayudó a una mujer mayo con sus compras"), o un comportamiento neutral ("ayudó a cruzar la calle a un hombre").
Cada rostro fue presentado cuatro veces. En total, 20 caras para cada categoría. Posteriormente a haber mostrado estas caras solas, agregaron 20 caras nuevas y las utilizaron en un experimento de ‘rivalidad binocular’. Es decir, en cada ensayo se le enseñó al participante un rostro para un ojo y una casa para el otro.
Los investigadores descubrieron que si mostraban un rostro o cara neutro en un ojo y una casa en la otra, al comunicarles chismes negativos sobre el rostro, lo más probable es que vieran más éste que la casa. Si les decían algo positivo, o neutral, no había diferencia entre ver la casa o la cara.
APRENDIZAJE EMOCIONAL
Aunque los investigadores desconocen aún el porqué de este hecho, la hipótesis que barajan es que las regiones del cerebro que están implicadas en los sentimientos y el aprendizaje emocional están conectados con el sistema visual, y también con las regiones subcorticales del cerebro que forman parte de la percepción.
Sea cual sea la razón, lo cierto es que “… donde no hay chismoso cesa la contienda” (Proverbios 26:20)


Fuentes: Muy interesante
© Protestante Digital 2011

sábado, 11 de junio de 2011

¿Por qué debemos pensar correctamente acerca de Dios?

¿Qué dirías que es la cosa más importante acerca de tí? ¿Tus dones? ¿Tus logros? ¿Tu apariencia? ¿Tu educación? ¿Tu trabajo? ¿Tu familia? ¿Tus fondos de jubilación? Yo creo que lo más importante es qué lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios. La cosa más importante acerca de cualquier ser humano no es lo que pueda decir o hacer en un momento dado, sino qué piensa de Dios en lo más profundo de su corazón. ¿Por qué? Porque lo que pensamos acerca de Dios determina todo lo demás que podamos pensar o hacer o llegar a ser. Hay una ley sobrenatural del alma que dice que tendemos a movernos hacia la imagen mental que tenemos de Dios; tendemos a convertirnos en lo que concebimos que Dios es. Si nuestro Dios no tiene estándares, no tendremos estándares. Si nuestro Dios no tiene absolutos, no tendremos absolutos. Si nuestro Dios es cruel y desamorado, nos convertiremos en crueles y desamorados. Si no tenemos Dios, nos convertiremos en ateos. Si nuestra concepción de Dios es pura y santa, nos convertiremos en puros y santos. Si nuestro Dios es amoroso y amable, nos volveremos amorosos y amables. Si nuestro Dios es verdadero y eterno, viviremos para siempre. Si nuestro Dios es falso y temporal, seremos temporales y moriremos eternamente. Casi todos los problemas de la vida y sus soluciones son teológicos. La persona que llega atener una creencia correcta acerca de Dios se librará de millones de otros problemas en la vida. La persona que tiene un concepto equivocado de Dios añadirá un millón problemas a su vida. Difícilmente hay un error doctrinal o fracaso ético que no pueda trazarse hasta pensamientos imperfectos e indignos acerca de Dios. Es imposible que un individuo mantenga sus prácticas morales sanas y sus valores y actitudes correctas cuando su idea de Dios es errónea o inadecuada. Casi todos se han dado cuenta que nuestra sociedad se encuentra en un problema serio. Durante los últimos cuarenta años ha habido una declinación marcada en la educación y la moral también un incremento igualmente marcado del crimen, asesinato, aborto, drogas, divorcio y otros males sociales. Los expertos están esforzándose en entender las razones de estasúbita declinación. ¿Es la economía? ¿Es la culpa de los grupos de interés especial? ¿Es resultado de los grandes negocios? ¿Es la política? ¿Son los republicanos? ¿Los demócratas? La verdad es que casi todo lo que está mal en nuestra sociedad se debe al hecho de que como nación hemos estado perdiendo el conocimiento de Dios. Continue leyendo...


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Cita célebre: Sevicio a Dios
“La idea de que el servicio a Dios solo tiene que ver con el altar de la iglesia, los cantos, la lectura, el sacrificio y cosas similares, es sin duda alguna el peor truco del diablo. ¿Cómo podía el diablo descarriarnos con más efectividad, que mediante la estrecha concepción de que el servicio a Dios solo tiene lugar en una iglesia y por las obras hechas en ella….? El mundo entero puede abundar con servicios al Señor, Gottesdienste (Servicio religioso) – no solo en las iglesias sino también en el hogar, la cocina, el taller, el campo, etc.”
Martín Lutero
Preguntas de reflexión: ¿Cada trabajo que haces, lo realizas para Dios? ¿Todas tus actividades se las dedicas al Señor? ¿Estás viviendo para Él? Para compartir sus respuestas, favor de ir a este Enlace.


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Noticias alrededor del mundo:
Medio Oriente / Gobierno:
Las complicadas Fronteras de Israel
Europa / Sociedad y Cultura:
El lado oscuro de la felicidad
Norteamérica / La iglesia hoy:
Ministerio para los niños después de un divorcio
eAsia / Sociedad y Cultura:
India: Niñas en peligro constante
Latinoamérica / Medio ambiente:
Hallan numerosos animales muertos en playas de Uruguay
Latinoamérica / Desastres naturales:
Las inundaciones causan 23 muertos en Haití

viernes, 10 de junio de 2011

No todo vale para ser feliz. El lado oscuro de la felicidad

La felicidad como meta, la felicidad extrema o la felicidad inadecuada son dañinas.
La Real Academia Española recoge en su diccionario esta definición de felicidad: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Por su parte, para el filósofo griego Aristóteles, ser feliz era sinónimo de autorrealización y, para el también filósofo Epicuro, la felicidad consistía en experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.
Ya sea desde una perspectiva filosófica o religiosa, la búsqueda de la felicidad es uno de los fundamentos de la vida. Pero disfrutar de este estado de ánimo puede tener su lado negativo, tal y como ha revelado un estudio realizado por un equipo de psicólogas procedentes de diversos centros de investigación: la Universidad estadounidense de Yale, la Universidad de Denver y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
La búsqueda de la felicidad es uno de los objetivos que persigue el ser humano a lo largo de su vida. Para muchos, la felicidad es sinónimo de desarrollo profesional, para otros, la felicidad depende del dinero o del amor. Hay personas para las que ser feliz consiste en vivir con lo justo y necesario.
POSIBLE FUSTRACIÓN
Según las autoras del estudio publicado por Perspectives on Psychological Science, una revista de la Association for Psychological Science, la felicidad no debe ser concebida como algo universalmente bueno . Asimismo, las investigadoras afirman que no todos los tipos y grados de felicidad son igualmente buenos, e incluso perseguir la felicidad puede hacer que la gente se sienta peor .
”Las personas que fijan como una meta alcanzar la propia felicidad les puede ser contraproducente”, asegura June Gruber, investigadora de la Universidad de Yale, directora de la presente investigación y también directora del Laboratorio de Psicología y Emociones Positivas.
NO TODO VALE PARA SER FELIZ
Para llegar a sentir la felicidad, las herramientas que a menudo se sugieren en libros de autoestima o de ayuda personal son dedicar tiempo cada día a pensar en las cosas que te hacen sentir feliz, contento o agradecido, así como también la creación de situaciones que con total probabilidad se traduzcan en felicidad, entre otras muchas recomendaciones. Pero, según Gruber, estas acciones no siempre tienen el efecto deseado porque: “Cuando las practicas con la motivación o la expectativa de que dichas actividades deberían hacerte feliz, éstas pueden llevarte a la decepción y provocar en consecuencia una disminución de la felicidad".
A estas conclusiones llegaron Mauss y sus colaboradoras, tras realizar un estudio en el que constataron que las personas que leyeron un artículo de prensa alabando el valor de la felicidad se sentían peor después de ver una película con una trama feliz; algo que no le ocurría a un grupo de personas que leyó un artículo en el que no se mencionó la felicidad. La razón estriba, según las psicólogas, en la posibilidad de que las personas del primer grupo se hubieran sentido decepcionadas de su grado de felicidad ya que cuando las personas no terminan siendo tan felices como esperaban, su sensación de fracaso puede hacer que se sientan aún peor que al principio.
EL PROBLEMA DE LA FELICIDAD EXTREMA
Por otra parte, las investigadoras han puesto de manifiesto que demasiada felicidad puede suponer un problema . Así lo confirmó otra investigación, que consistió en el seguimiento de un grupo de niños desde la década de 1920 hasta su vejez. En este caso, se constató que aquellos que murieron más jóvenes estaban considerados por su entorno –consultaron a sus profesores-, como personas muy alegres.Las investigadoras creen que esto se debe a que quienes se sienten extremadamente felices no suelen pensar de forma creativa, y también tienden a tomar decisiones más arriesgadas.
Para explicar esta afirmación, ponen como ejemplo a personas con alguna manía o que sufren trastorno bipolar. Éstas tienen una mayor percepción de las emociones positivas que pueden llevarles a tomar decisiones de riesgo, como puede ser el abuso de sustancias, conducir demasiado rápido o gastar sus ahorros. Pero incluso para quienes no tienen un trastorno psicológico, "demasiada felicidad puede resultar perjudicial” por este motivo, constata Gruber.
FELICIDAD INAPROPIADA
Por otro lado, las investigadoras analizaron la "felicidad inapropiada", que es aquélla que se siente cuando no se debe sentir, como experimentarla mientras otra persona está cerca llorando por la pérdida de un ser querido o cuando se recibe la noticia de que un amigo ha sufrido un accidente de tráfico. Al igual que en el caso de la felicidad extrema, Gruber y su equipo de trabajo constataron que este tipo de felicidad, que puede surgir en momentos inadecuados, puede producirse en personas con algún problema de personalidad concreto.
Por último, las psicólogas descubrieron lo que realmente no aumenta la felicidad. " El dinero o el reconocimiento externo a través del éxito no son los factores más influyentes en la obtención de felicidad ”. La conclusión a la que llegan no es nueva, pero refuerza una idea importante. Como señala Gruber: " Lo realmente significativo son las relaciones sociales ", apunta.
Por tanto, según el estudio, la mejor manera de alcanzar la felicidad es, precisamente, dejando de lado la preocupación por ser feliz y aprovechar toda esa fuerza para conseguir entablar lazos sociales con otras personas : "Si hay algo que quieres resaltar y enfocar, hay que concentrarse en eso. Todo lo demás vendrá como tenga que venir”, afirman las investigadoras.
En esta línea, lo frase más correcta sería “salí a buscar mi felicidad y no la encontré, salí a buscar la de los demás y encontré la mía”.


Fuente: © Protestante Digital 2011

jueves, 9 de junio de 2011

Holocausto y filosofía’ (educar contra la barbarie)

Un libro de David Galcerá
Presenta a filósofos e historiadores que han reflexionado sobre el exterminio judío.


La barbarie parecía patrimonio de tiempos pasados, pero el genocidio de los judíos, perpetrado por el nazismo a mitades del siglo pasado, es una de las mayores atrocidades de la historia de la humanidad. La puesta en funcionamiento de toda una maquinaria de destrucción fue posible en un mundo moderno que se presentaba a sí mismo como el mundo de la civilización y del progreso.
Supervivientes como Primo Levi o pensadoras como Hannah Arendt han coincidido en remarcar la dificultad de comprensión de ese acontecimiento histórico, así como en que, no obstante, no hay que renunciar a intentar comprenderlo. Y en esa exigencia cabría englobar también la necesidad de enseñar y educar sobre aquellos sucesos terribles que no deben caer en el olvido.
El autor catalán David Galcerà presenta en su obra “Holocausto y filosofía” (educar contra la barbarie) una introducción a la lectura de algunos filósofos e historiadores que han querido pensar acerca del exterminio de los judíos así como las implicaciones filosóficas y antropológicas de ese acontecimiento. Todo ello acompañado de indicaciones pedagógicas para todos aquellos que se dedican a la labor de docente.
EL AUTOR
David Galcerà nació en Barcelona en 1962. Cristiano evangélico (miembro de la Iglesia de Verdi, en Barcelona) es profesor titular de filosofía en un instituto de enseñanza secundaria. Su trabajo El Holocausto: apuntes filosóficos y pedagógicos recibió el XXVIII Premio Arnau de Vilanova de Filosofía (ex aequo), convocado por el Colegio de Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias de la Educación de Cataluña.
Ha investigado, bajo la dirección de Reyes Mate, el tema de la memoria del Holocausto en el proyecto titulado: «Memòria i oblit: la repercussió de l’Holocaust en la filosofia i la cultura contemporànies» para el Departamento de Enseñanza de la Generalitat de Catalunya.
Actualmente está preparando su tesis doctoral sobre temas relacionados con la filosofía y el Holocausto, al tiempo que participa en conferencias y publica artículos sobre dicho tema.


Fuente: © Protestante Digital 2011

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miércoles, 8 de junio de 2011

SANTIFICACIÓN Y JUSTIFICACIÓN: UNA UNIDAD DE DISTINCIONES

Por. Andrew V. Snider, Estados Unidos
Profesor adjunto de Teología
La tarea que tenemos por delante es relacionar la justificación (ser declarado justo) con una comprensión bíblica de la santificación (ser hecho justo). Cuando Dios declara justo a un pecador la acción comienza con SU propio carácter y es llevada a cabo por SU propia acción. Todos Sus caminos son perfectos, justos y rectos, cualidades que son producto de Su santidad. Sus actos redentores, incluyendo Su justificación de los pecadores, están marcados por Su amor tal como se ilustra en Romanos 8:31-39. La justificación es una declaración hecha por Dios acerca del estado del pecador delante de El imputándole la justicia de Cristo a través de la fe. La Santidad es el concepto clave de la santificación tal como es visto en el consistente énfasis bíblico sobre el pueblo de Dios como un pueblo santo. La santificación posicional es una determinación de parte de Dios de que un pecador sea puesto aparte como un miembro del pueblo santo de Dios. La santificación progresiva habla sobre un crecimiento en la santidad práctica por el cual los creyentes obedecen la orden de Dios de crecer en semejanza a Cristo. Es importante el entender la relación correcta entre la justificación y la santificación progresiva: la santificación no produce justificación y la justificación no produce santificación. Aún así reviste gran importancia el ver que ambas surgen de la misma realidad soteriológica de la expiación sustitutiva de Cristo y la resultante unión del creyente con Cristo.

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Introducción

La doctrina de la justificación ha sido el tema de una avalancha de literatura en décadas recientes. Hay perspectivas “nuevas” y “frescas”, aun así todavía hay muchos que buscan defender la fórmula tradicional de la Reforma. Las famosas palabras de Lutero (es “el artículo que permitirá que la iglesia permanezca o caiga”) y Calvino (es “la principal bisagra sobre la cual gira la religión”) se han convertido en aforismos de la perspectiva tradicional. El vertiginoso despliegue de argumentos y contra-propuestas puede parecer impenetrable para el no iniciado. En efecto, uno podría ser perdonado por querer saltarse todavía otro artículo sobre este tan trillado tema.
Sin embargo, el siguiente estudio no entrará en esa discusión. Más bien, será su tarea relacionar la justificación (de acuerdo a la “antigua” perspectiva) con una comprensión bíblica de la santificación, un tema que ha sido tratado muy poco en forma directa, últimamente, debido a que la atención se ha vuelto hacia asuntos afines de “espiritualidad” o “formación espiritual”. Desde que los reformadores, en primer lugar, hicieron cuidadosamente una distinción entre ser declarado justo y ser hecho justo, la comparación y el contraste entre justificación y santificación han sido considerados elementos claves para que el evangelio se exprese fielmente. Esto se puede ver, particularmente, en Calvino quien consideró esta distinción en alguna medida.
Este estudio, después de resumir los fundamentos de la justificación y la santificación, procurará evitar dos extremos al relacionar estos dos temas doctrinales claves. El primero es, la tendencia a combinarlos de tal manera que sean casi idénticos—la idea de que la santificación causa la justificación o crecimiento, o el error menos serio de ver la justificación como la causa de la santificación. El segundo error, y opuesto, es el de separarlas tan ampliamente que su conexión soteriológica sea apenas afirmada y sin un adecuado argumento teológico, de tal manera que el principio bíblico clave se pierde. Capitalizando sobre la base de un despliegue de textos bíblicos y del concepto de Calvino de la “gracia doble”, este estudio demostrará que la justificación y la santificación son aspectos distintos, del don de la salvación, que se relacionan el uno al otro porque ambos fluyen de la expiación y la unión del creyente con Cristo.

Justificación: Los Fundamentos
Justificación es un término legal que se usa en el NT para describir cómo un pecador es hecho aceptable ante Dios. En la salvación Dios declara como justo a un pecador—una consideración que comienza en Su propio carácter y es llevada a cabo por Su propia acción.
Donde comienza: el carácter de Dios
No es inusual comenzar una discusión de la justificación hablando del pecado—que es el problema al cual la justificación intenta vencer. Ciertamente, esto no es inapropiado, pero ya que la justificación es un obra de Dios, parece ser, al menos, tan apropiado empezar la discusión con los atributos de Dios que motivan esta acción puesto que, cuando consideramos cualquiera de las acciones de Dios es importante tomar en serio el principio de que todas las acciones de Dios fluyen, antes que todo, de Sus propósitos y Su carácter.
En primer lugar, ya que la justificación involucra declarar que un pecador está bien con Dios (i.e. justo) y por lo tanto aceptable delante de El, la justificación es un acto llevado a cabo por un Dios recto y justo. Repetidamente en el AT Dios es honrado como el único que es completamente, y por excelencia, justo. Esto significa que todos sus caminos son perfectos, justos, fieles y rectos (Dt. 32:4; Salmos 145:17).
tro acercamiento es ver la justicia ética de Dios como la obra externa de Su santidad. Porque Dios es el completamente otro Sus acciones manifiestan la alteridad de Su ser como absoluta pureza moral. Strong lo expresa de la siguiente manera:
Consecuentemente, la santidad en Dios debe ser definida como la conformidad a su propia naturaleza perfecta. La única regla para la voluntad divina es la razón divina; y la razón divina prescribe todo lo que es apropiado que haga un ser infinito. Dios no está bajo la ley ni por encima de la ley—el es ley. El es justo por naturaleza y necesidad.
O, como Culver lo ha expresado más recientemente, “La justicia por la cual Dios ordena Su mundo no es ni algo creado, externo a El, ni algo además de Dios mismo de cualquier manera sea lo que fuere. Sus actos justos son Su carácter en acción; Dios es ley en sí mismo”. De manera que Dios es justo en todo lo que El piensa, dice y hace, y es perfectamente consistente con su propio carácter—porque “El no puede negarse a sí mismo” (2 Ti. 2:13).
La interpretación de una justicia consistente y sana es también un aspecto clave de la justicia de Dios—Dios siempre trata a otros justamente. Como el soberano legítimo del mundo “justicia y juicio son el cimiento de tu trono” (Salmos 89:14; ver Salmos 119: 137-138). Este es el lado normativo de la justicia de Dios—Su carácter es no sólo el estándar para Sus propios pensamientos y acciones, sino que es también el parámetro para todas Sus criaturas morales. Este principio se encuentra en su forma más simple y explícita en el mandamiento, “Sed santos porque Yo soy santo” (Lv. 11:44), un imperativo que es reiterado enfáticamente a la iglesia en 1 Pedro 1:15-16.
Entonces, la propia justicia de Dios es la norma para todas Sus criaturas morales. Y por causa de que YHWH mismo es justo El ama las expresiones de esta rectitud vertical y moral en las actitudes y acciones de Sus criaturas. El salmista dice que YHWH “es justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Salmos 11:7). Por supuesto, el problema para la humanidad es que “no hay quien haga el bien” (Salmos 14:1), ni siquiera uno (Ro. 3:10-12).
e modo que Dios, quien es perfectamente justo en todo lo que El es y hace, desea que Sus criaturas morales reflejen esta justicia de vuelta a El en sus vidas. Pero, ellas [sus criaturas] son completamente injustas y no pueden hacer esto. En este punto se podría decir que la justificación no es necesariamente requerida—un Dios que está esencialmente comprometido con la justicia perfecta por causa de Su justicia podría, sencillamente, ejecutar el juicio que conllevan los méritos de injusticia: la muerte (Ro. 6:23a). En vez de eso, otro de los atributos de Dios es expresado al lado de (y en perfecta armonía con) Su justicia a fin de proveer una solución diferente: Su amor también es un motivo para la justificación.
A través de las Escrituras el amor de Dios se representa como una motivación para Sus actos redentores. Dios escogió a Israel simplemente al colocar Sus afectos sobre ellos (Dt. 7:7; 10:14-15) y, a pesar de sus múltiples divagaciones, continuó amándolos manteniendo fidelidad al pacto con ellos (ej. Oseas 11:1-9; Mal. 3:1-12). El NT describe cómo este amor redentor es cumplido en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado (Juan 3:16; Ro. 5:8; 1 Juan 4:9).
Aunque sería suficiente establecer la amplia verdad bíblica del amor de Dios como una motivación para Sus actos salvíficos en la historia, uno puede ir, teológicamente, un paso más allá y relacionar Su amor redentor directamente con la doctrina de la justificación. Esto se hace evidente en la forma como la Escritura conecta la justicia de Dios con Su omnibenevolencia.
En Éxodo 34 se nos presenta uno de los momentos clave en la historia redentora, un momento en el que Dios habla directamente acerca de sus atributos a fin de revelar los motivos para Sus acciones. Tras el incidente del becerro de oro y el subsecuente castigo a través de la espada y la acción divina (Éxodo 32), Dios anuncia que El guardará Su promesa de dar a Israel su nueva tierra, pero que no los acompañará con una manifestación personal de Su presencia (33:1-3). Moisés va hacia la tienda de reunión a suplicar por entendimiento (v. 13) y por la presencia personal de Dios con Su pueblo escogido (v. 15). Por último, Moisés presenta su petición culminante: “Te ruego que me muestres tu gloria” (v. 18).
La respuesta de Dios a su petición es una revelación personal de Sus atributos justo antes de Su renovación del pacto con Israel (34:6ss). Esta autorevelación divina a su vez forma la base, en el AT, para la comprensión del carácter de Dios como está demostrado por su repetido uso a través del ámbito cronológico y canónico del AT (Nm. 14:18 Neh. 9:17; Salmos 86:15; 103:8; 145:8; Joeel 2:13; Jon. 4:2; Nah. 1:3). Es una declaración del carácter de Dios que “conlleva casi la fuerza de un credo”.
La relación del amor de Dios con la justificación está implícita en la autorevelación de YHWH. De los seis atributos que El enlista, los primeros cinco son expresiones variadas de Su amor: compasión, gracia, paciencia, generosidad en misericordiosa fidelidad al pacto y perdón. El último de la lista podría ser llamado justicia o rectitud, aun cuando YHWH es eminentemente amoroso, paciente y perdonador. El no deja la culpa sin castigo. Esto deja una tensión en la autorevelación de Dios: ¿cómo puede El ser perdonador si es incesantemente justo?
La respuesta, por supuesto, es la doctrina de la justificación que está completamente desarrollada en el NT. Ningún pasaje del NT ata explícitamente el amor de Dios a sus actos de justificación, sin embargo ambos están estrechamente asociados en múltiples contextos, dos de los cuales serán mencionados aquí.
El primero, y más claro, es Romanos 8:31-39. A medida que Pablo va llevando a un final esta sección de su carta el habla acerca de su certeza en cuanto a que Dios puede—y lo hará—llevar a su culminación Su plan de redención. El formula este punto haciendo uso de una serie de preguntas retóricas: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (v. 31), “¿quién acusará a los escogidos de Dios?” (v. 33), y en forma culminante, “¿quién nos separará del amor de Cristo?” (v. 35). El asunto queda sintetizado en términos de esta pregunta final—absolutamente nada puede separar al creyente de “el amor de Dios , que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (v. 39). De esta manera, el amor perdonador y justificador de Dios es expresado por Pablo como el amor de Dios en Cristo.
Otro lugar donde Pablo da a entender que el amor de Dios es una motivación para la justificación es en Romanos 3:21-26. Al explicar cómo la justificación es por fe en Cristo, Pablo dice que la justificación viene “por su gracia como un don” (v. 24). Sin embargo, tal regalo/don podría dar la impresión de que Dios simplemente está pasando por alto el pecado, así que Pablo explica que esta es la razón por la cual Dios puso a Jesús por delante “como propiciación por medio de la fe en su sangre” (v. 25). En tiempos anteriores el Padre “pudo tolerar el pecado de los seres humanos solo porque miraba hacia adelante, a la muerte de su hijo como expiación por el pecado…la justicia de Dios ha sido vindicada en la muerte de Jesús. Estos comentarios de Pablo demuestran que la pregunta hecha por el no es cómo puede Dios castigar justamente a los seres humanos, sino más bien cómo puede Dios perdonar justamente a cualquier persona”.
Esto indica la intención de gracia de la omnibenevolencia de Dios: El es por naturaleza amoroso y perdonador y Pablo siente que debe mostrar en forma explícita cómo esta disposición de gracia está en armonía con la justicia de Dios. En otras palabras, Dios no puede ser “justificador” si El no es también “justo” cuando lo hace. Su conclusión en el versículo 26 (“que él sea el justo, y el que justifica”) demuestra esta armonía: los requisitos del carácter justo de Dios son llenados en el sacrificio de Cristo. 1
Es importante ver que la justificación fluye del carácter y propósitos de Dios como una manifestación de Su bondad y amor así como de Su justicia. Debido a que los debates sobre la naturaleza de la justificación tienden a enfocarse sobre conceptualizaciones legales (imputación vs. impartición, lo que hace en vez de quién lo hace) es fácil olvidar el fuego del amor de Dios del cual se levanta el calor de la justificación.

Lo que Es: Una Declaración de parte de Dios

Debido a la asombrosa cantidad de literatura que busca definir la justificación, y también a que el presente propósito es simplemente reiterar los fundamentos, el siguiente paso en este estudio será más bien breve. La justificación es una declaración de parte de Dios concerniente al estatus, o condición, del pecador ante Dios.
En primer lugar la justificación es una declaración forense, o legal. El elemento forense en la justificación está claro en la Escritura y bien observado en la tradición cristiana. En el AT el verbo sdq comunica la idea, como en Dt. 25:1 donde la tarea del juez es “decidir entre (dos partes en disputa) absolver al inocente o condenar al culpable”. 2 En consecuencia, una advertencia repetida es emitida en el AT en contra de condenar al inocente y absolver al culpable (por ej. Is. 5:23; Pr. 17:15).
El verbo correspondiente en el NT dikaioo, contiene la misma idea, tal vez más explícitamente en la instancia anteriormente mencionada de Ro. 8:33-34, donde lo opuesto a dikaioo es katakrino—condenar: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?”. En suma, el ambiente legal semántico de la justificación, tanto en el AT como en el NT, llevó a Morris a la “convicción de que la idea fundamental es una de absolución”. 3
Entonces, como una declaración forense la justificación es un pronunciamiento hecho concerniente al estatus de la relación de una persona hacia una norma legal en particular. Uno está, bien sea, en conformidad a la norma (“inocente”) o, no (“culpable”). Por supuesto, la norma en la justificación es la ley de Dios, la cual a su vez es una expresión del mismísimo carácter justo de Dios. La justificación es la declaración de parte de Dios de que al pecador se le considera como estando en concordancia con la propia justicia de Dios (más sobre este punto, debajo).
Por último, la justificación es representada en la Escritura como un hecho cumplido. No es un proceso que requiere cooperación ni mejora, sino que más bien es una acción de Dios que es visualizada como completa. Esto se ve claramente en el uso que hace Pablo de dikaioo en pasajes tales como Ro. 5:1 donde se usa el aoristo participio pasivo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (ver el “ahora” en Ro. 3:21). Debido a que la justificación ha sido cumplida, Pablo puede hablar sobre el beneficio crucial perdurable de esta acción divina—la paz con Dios. La misma construcción aparece ocho versículos más adelante, reforzando el punto de vista de que Pablo ve la justificación como un logro definitivo de Dios, completado por medio de una declaración en relación al lugar del pecador ante Dios y Su justa ley. 4

Cómo Opera: Imputación Divina

La justificación es un asunto de imputación: Dios considera al pecador como algo que en su experiencia presente no lo es—justo. Esto levanta la vieja objeción de que si la justificación es vista como una imputación, ella constituye una ficción legal lo cual es una imposibilidad para un Dios que es veraz. Sin embargo, a la objeción se le escapa el punto de que Dios está interpretando un fallo a favor del pecador debido a la obra de alguien más. Siendo así, a fin de entender la justificación, uno debe ver que ella está arraigada en la sustitución. La justificación es posible solamente debido a que se ha provisto un sustituto. El fundamento para la declaración de justicia, de parte de Dios, es el sustituto justo, Jesucristo. El AT mira hacia adelante, específicamente, a este rol del Mesías. En Isaías 53 el siervo llevará los pecados de muchos (v. 6) y sufrirá injustamente, pero voluntariamente como un cordero sacrificial (vv. 7-9). En el plan de YHWH este sufrimiento será tenido en cuenta como una ofrenda por el pecado (v. 10) y el resultado es que “justificará a muchos” (v. 11).
En el NT Pedro hace la conexión implícitamente, sin embargo también claramente, entre sustitución y justificación, cuando describe la obra de la cruz de Cristo al decir en 1 P. 3:18 que El “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos [dikaios huper adikon], para llevarnos a Dios”. Aquí tenemos juntos el lenguaje de la justicia y la expiación sustitutiva. El justo tomó el lugar del injusto. Su sufrimiento “fue el castigo, debido a los pecados de los injustos, que El llevó en lugar de ellos, o la propiciación necesaria por sus pecados que El ofreció a favor de ellos”. La dependencia de la justificación en la sustitución no se puede exagerar y se verá en el trasfondo de la mayor parte de lo que sigue. Entonces, específicamente ¿cómo se encuentra envuelta la imputación en la declaración de un pecador como justo?. Esto se puede expresar mejor desde dos perspectivas: el perdón y la justicia imputada. La primera de estas reúne y resume mucho de lo que, hasta ahora, ha sido dicho: la justificación, antes que todo, involucra el perdón de pecados—o, en términos forenses (y más bien inelegantes) la no imputación del pecado. El pecador se desplaza de ser “culpable” ante el banquillo del Juez Divino a “no culpable” o “en completa conformidad”.
Aparte del lenguaje, ya delineado, de absolución en la corte, se usa terminología contable para describir lo que Dios hace por el pecador en Su acto de justificación. Este lenguaje de “acreditación” es usado para expresar ambos aspectos de la justificación que aquí están bajo consideración. Pablo emplea la descripción que hace David en el Salmo 32:1-2 de una de las bendiciones de la justificación. En este texto, uno cuyas “iniquidades son perdonadas” (Ro. 4:7) es la persona “a quien el Señor no inculpa de pecado” (v. 8). En el contexto, esto es lo que significa ser justificado—Dios ya no contabiliza esos pecados en contra del pecador, i.e., El los perdona. 5
Combinado con otros contextos, en los cuales la justificación es descrita en términos de liberación de pecados (Ro. 3:21-26, donde el tema es el pecado siendo propiciado; 5:1-11, donde el énfasis es que la justificación mediante la muerte de Cristo trae paz entre Dios y sus enemigos; 8:31-34, donde el punto es el ser libre de la condenación), es claro que la justificación tiene que ver con vencer el problema del pecado. Sin embargo, este no es el cuadro completo. Pablo habla de la justificación no sólo como la no imputación del pecado sino también como la imputación de la justicia. El describe, específicamente, la justificación como la acreditación al pecador de la justicia de Dios en Cristo. El usa la misma terminología contable (logizomai) en Ro. 4:3,5,6,9 para dejar sentado que la justificación involucra que la justicia le está siendo acreditada a un pecador. En Fil. 3:9 Pablo habla, muy específicamente, de esta justicia como algo que procede de Dios (ek theou) y no de las obras de la Ley. 6 Y en Ro. 5:17 la justicia llega al pecador como un regalo (doreas) de Dios. Lo que esto significa es que el pecador justificado es contabilizado, considerado, aceptado como justo ante Dios, el Juez Justo.
Sin embargo, nuevamente se levanta el espectro de la “ficción legal”— ¿cómo puede aceptar Dios como justos a aquellos que claramente no lo son?. Para responder esta pregunta, uno debe regresar al principio de sustitución y notar cómo aparece en la doctrina de Pablo de la justicia imputada. Esto se encuentra más explícito en la declaración de Pablo de la verdad de que el Padre “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5: 21). Dios es capaz de contabilizar a los pecadores como justos debido a que ellos están representados, delante de El, por Jesucristo quien funciona, para ellos, como un sustituto (hyper hemon).
Esta aplicación del principio de sustitución aparece a lo largo de todos los escritos de Pablo en la doctrina de la unión con Cristo. La justicia imputada en la justificación significa que debido a que el pecador justificado ha sido unido a su sustituto, el Padre considera esa justicia del sustituto como perteneciente a aquel que es justificado. En otras palabras, “nosotros…llegamos a ser la justicia de Dios en El”. Este vínculo es logrado a lo largo de la mayoría de los pasajes ya citados con relación a la no imputación del pecado e imputación de la justicia—el pecador justificado es justificado sólo porque está “en Cristo”. 7 En efecto, siempre que la justificación está siendo discutida, la unión con Cristo no está lejos en el contexto. “Para Pablo la unión con Cristo no es fantasía sino un hecho—en efecto, el hecho básico en el cristianismo, y la doctrina de la justicia imputada es simplemente la exposición de Pablo del aspecto forense de la misma. Carson está de acuerdo cuando dice que el tema de la unión con Cristo entendido correctamente es una forma comprehensiva y compleja de representar las varias maneras en que estamos identificados con Cristo y El con nosotros. En sus conexiones con la justificación la terminología “unión con Cristo”…sugiere que aunque la justificación no puede ser reducida a la imputación, en el pensamiento de Pablo la justificación ya no puede por más tiempo ser fielmente mantenida sin ella [la imputación]. Entonces, para resumir, la justificación es una declaración de parte de Dios en la cual el pecador es perdonado y recibe una “justicia ajena”, la justicia de Cristo.

Lo que Provoca: Paz con Dios

Varios de los pasajes citados, hasta aquí, en este estudio describen los efectos específicos que la justificación provoca y es importante resumirlos para completar este esbozo de la doctrina a fin de compararlo y contrastarlo con la santificación. En primer lugar, el ser declarado justo ante Dios trae la reconciliación entre Dios y el pecador. Este es el encabezado de Pablo para Romanos 5 a medida que hace la transición de la discusión de la justificación en el capítulo previo: es por causa de que los cristianos son justificados que tienen paz con Dios mediante Cristo. La Reconciliación es también el tema de 2 Co. 5:18-21. Ya se ha observado que este contexto contiene tanto la imputación negativa (“no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”, v. 19) como la positiva (“para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”, v. 21). Aunque no se usa el verbo dikaioo, no cabe duda que el pasaje es acerca de la justificación. Y el punto es dado a entender como un ruego: Por causa de que Cristo ha puesto el fundamento para la reconciliación (v. 18) “os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (v. 20). La justificación remueve la enemistad entre Dios y el pecador.
En segundo lugar, y relacionado con la reconciliación, la justificación trae salvación de la ira divina. Romanos 5:9 vincula explícitamente las dos: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. Nadie a quien se declare en una posición justa con Dios debe temer la ira divina, porque “si el obstáculo de nuestro pecado ya ha sido removido de modo que ahora nuestra posición ante el es de no ser culpables, entonces podemos estar confiados de que seremos salvos de la ira de Dios a través de Cristo”. Además, por causa del dikaiothentes (traído desde 5:1) se demuestra que esta justificación es un hecho cumplido “aquellos que han sido declarados justos por Dios ya se pueden regocijar en su liberación de la ira divina”.
Por último, la justificación es lo que le da derecho a uno a la vida eterna. Por supuesto, esta es una implicación de los dos resultados previos de la justificación—uno que está en paz con Dios y a salvo de su ira escatológica es uno que tiene parte en el favor eterno de Dios. Sin embargo, Pablo hace esto más explícito en Tito 3:7. Pablo ensalza la verdad trinitaria de la salvación por gracia en los vv. 4-6, luego habla del propósito de esta salvación en términos de justificación, “para que justificados [aoristo, pasivo, particip. dikaioo] por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. Pablo dice que la salvación, particularmente identificada como el hecho de haber sido declarado justo, le otorga a uno la bendición de heredar la vida eterna.

Resumen

La justificación es, entonces, una acción propia de Dios, una declaración de tipo forense/legal concerniente a la relación de un pecador con la norma de justicia de Dios. Está basada en la obra redentora de Cristo solamente, de la cual puede uno apropiarse únicamente por la fe. Una narración teológica más detallada de la justificación podría ser algo como esto: Dios, quien es justo en sí mismo y es el estándar normativo de la justicia, amorosamente entrega a Su Hijo como un sustituto para los pecadores injustos para que ellos sean hechos aceptables a El. Este sustituto vive una vida sin pecado, en obediencia al Padre, haciéndolo apto para ser el sacrificio perfecto y sumo sacerdote a favor de los pecadores. Ofreciéndose a sí mismo como el cordero de Dios sin mancha, es presentado por el Padre como el sacrificio propiciatorio el cual está disponible a los pecadores quienes pueden apropiarse de este sacrificio, para ellos mismos, en fe. Al ejercitar esta fe ellos están unidos al Hijo por el Padre en forma tan completa que El considera que la eficacia de la muerte del Hijo es también la de aquellos que, en realidad, la merecían. El resultado es que el Padre, el Dios que es justo, ve a aquellos pecadores como poseedores de Su misma justicia porque los ve en Su divino Hijo. El pecador está justificado. Ahora bien, por estar en paz con Dios, por haber sido aceptado por Dios, porque el castigo por el pecado ha sido pagado y el poder del pecado ha sido roto, se espera que el pecador justificado viva como un testimonio creciente de la realidad del amor justo y redentor de Dios y de su presencia en el mundo. Este proceso es llamado santificación.

Santificación: Los Fundamentos

A fin de establecer la relación entre justificación y santificación, es necesario bosquejar, en breve, los elementos claves de la doctrina de la santificación. El concepto clave en la santificación es la santidad y la doctrina de la santificación articula el tema bíblico de que el pueblo de Dios es un pueblo santo. Tal como Graham Cole lo ha señalado, la santidad del pueblo de Dios juega un rol crucial en la historia de la redención: La trama canónica revela la historia de Dios reivindicando un mundo caído y estableciendo un nuevo cielo y nueva tierra en los cuales la justicia se encuentre en casa (2 P. 3:11-13). Ese nuevo mundo verá al pueblo santo de Dios viviendo en la santa presencia de Dios, en la santa ciudad de Dios, en el santo camino de Dios (Ap. 21:1-4). La actividad de Dios santificando un pueblo para sí es esencial a esa historia. Este aspecto vital de la historia de la redención se encuentra expresado, tradicionalmente, en dos categorías: santificación posicional o definitiva y santificación progresiva o condicional.

Santificación Posicional

Ya que el significado básico de la santidad tiene que ver con poner aparte o, alteridad, el primer aspecto de la santificación es el hecho de que el pueblo de Dios es puesto aparte del mundo e identificado como pertenencia de El. La santificación posicional es “el indicio de la salvación”. La idea de que el pueblo escogido de Dios es “santo para el Señor” ocurre en forma repetida en el contexto, del AT, del pacto de Dios con Israel (p. ej. Lv. 20:26). En el NT los creyentes en Jesucristo son llamados santos lo cual lleva la idea del AT de ser puesto aparte por medio del grupo de palabras de santidad/santificación (hagios/hagiazo). El concepto de los cristianos como “[los] santos” domina los escritos paulinos (40x) cuando se está refiriendo a la iglesia y el término también es usado con frecuencia en el Apocalipsis de Juan (13x) para referirse al pueblo de Dios. El hecho de que el término representa al pueblo de Dios como un pueblo puesto aparte se hace explícito en textos como 1 Co. 6:1-2 donde una disyunción categórica es planteada entre los santos, por una parte, y “los injustos” y “el mundo” por la otra.
El lenguaje de ser “llamados” refuerza este sentido de separación. En Ro. 1:7 y 1 Co. 1:2 Pablo saluda a sus lectores como aquellos que han sido “llamados a ser santos”. El último pasaje refuerza la idea al identificarlos como aquellos que han sido “santificados en Cristo Jesús”. Además, el pueblo de Dios son aquellos que han sido “librados… de la potestad de las tinieblas, y trasladados…al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13). “Los creyentes han sido trasladados del reino de lo profano al terreno de lo santo porque ellos le pertenecen a Dios el Padre y a Jesucristo”. Y el escritor de Hebreos enfatiza que esta santificación es un fait accompli, una realidad objetiva, cuando el dice, por la voluntad de Dios “hemos sido santificados [particip., pasado, perf. de hagiazo] mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He. 10:10).
La santificación posicional es comparada, con frecuencia, con la justificación porque es otra perspectiva de la acción de Dios en respuesta a la fe que salva: la justificación es la declaración de justicia que hace al pecador aceptable ante Dios; la santificación posicional es la determinación, de parte de Dios, de que el pecador justificado está ahora apartado para El como uno de Su pueblo santo.Distinguir la justificación de la santificación posicional en esta forma no va dirigido a expresar una preocupación por posicionarlos en un ordo salutis. 8

Santificación Progresiva

El “imperativo” correspondiente al “indicativo de santificación” es la santificación progresiva. Aunque el pueblo de Dios ha sido marcado por Él para estar separado del resto del mundo, y aun cuando esta es una realidad objetiva, al pueblo de Dios se le ordena que viva en conformidad a ello: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Lv. 20:26; ver 19:2; 1 P. 1:15-16). Los escritos de Pablo en todas partes suponen que el implementar este imperativo es una obra progresiva.
La santificación progresiva es diferente de la justificación y la santificación posicional, en que ella es una obra cooperativa entre Dios y el creyente. En primer lugar, el avance en la santidad práctica se hace posible por la obra de Dios en el creyente—“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” mientras que El “resuelve” Su salvación (Fil. 2:12-13). En efecto, esta es una obra comenzada por Dios, y es El quien “la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (1:6).
La obra de Dios en la santificación es atribuida al Espíritu Santo (2 Co. 3:18; 1 P. 1:2), la cooperación del creyente es descrita como “andar en el Espíritu” (Ro. 8:4; Gá. 5:16, 25), y el resultado es el “fruto del Espíritu” (Gá. 5:22-23). Y, como lo demuestra este pasaje, el avance de la santificación depende de la obra del creyente es respuesta a—y en cooperación con—la obra de Dios.
La naturaleza cooperativa de la santificación progresiva está clara a través de todas las epístolas del NT. Pablo se refiere al crecimiento en santidad como al hecho de quitar al viejo yo y adoptar al nuevo, el cual es “creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:22-24), que en el contexto es descrito como un proceso continuo. En 2 Co. 7:1 la exhortación de Pablo, sobre la base de la obra salvífica de la gracia de Dios, es “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Aun cuando Pablo sabe que la santidad final no será alcanzada por ningún creyente, antes de ser glorificados, él, sin embargo le encarece a la iglesia a que se esfuerce hacia esa meta de modo que puedan “avanzar constantemente en santidad”.
El creyente no debe pensar que este trabajo es fácil. Más bien, es descrito como una lucha: Pedro dice que uno debe “poner toda diligencia” (2 P. 1:5); el escritor de Hebreos demanda que uno debe “luchar” por la santidad (He. 12:14). Aun Pablo, quien hace todo lo posible para demostrar la extrema incongruencia de un cristiano que esté pecando a la luz de su identificación con la muerte y resurrección de Cristo (Ro. 6), continúa lamentando cómo el mismo está envuelto por completo en la lucha (Ro. 7:21-24) Y sin embargo, la obra de Dios está todavía por encima, y antes, de todo esfuerzo humano. Nunca se debe olvidar que el esfuerzo humano en la santificación progresiva depende absolutamente en la obra previa de Dios al redimir a los pecadores y ponerlos aparte para sí, y en la victoria que Dios otorga en Cristo (Ro. 7:25). “No existe tal cosa como autosantificación. Es una obra de Dios en la cual, sin embargo, el llama a—y hace uso de la cooperación de—toda la comunidad cristiana”.

Resumen

Entonces, la doctrina de la santificación se ocupa de la santidad del creyente. La santificación posicional, similar a la justificación, es una determinación, de parte de Dios, de que un pecador es puesto aparte como un miembro del pueblo santo, escogido de Dios. Por lo tanto, es única y completamente la acción de Dios. La santificación progresiva es aquel crecimiento en la santidad práctica—uno podría decir justicia del comportamiento—que involucra la obediencia del creyente a los mandatos de Dios de crecer en semejanza a Cristo.

Garantizando la Distinción

Por fin, la pregunta hecha al principio puede ser respondida: ¿Cuál es la relación entre justificación y santificación? Gran parte de la respuesta a esta pregunta ha sido dada a entender en la discusión precedente, así que el trabajo restante es poner todo esto junto y responder unas cuantas preguntas relevantes. En lo que resta se comparará, contrastará y relacionará la justificación y la santificación progresiva. En primer lugar, unas pocas palabras acerca de cómo estas deben mantenerse distintas.

La Santificación no Produce Justificación

El primer punto de distinción, y un distintivo de la Reforma, es que la santificación no es el fundamento para la justificación. El comportamiento santo no trae el favor de Dios ni Su declaración de justicia. Un argumento sostenido contra la doctrina de la justificación de la iglesia Católica Romana está más allá del ámbito de este estudio, sin embargo se citarán unas pocas declaraciones representativas de manera que se puedan aplicar a la presente discusión. El Catecismo de la Iglesia Católica reza “La justificación no es sólo la remisión de pecados sino también la santificación y renovación del hombre interior”. La justificación, que es conferida en el bautismo “nos conforma a la justicia de Dios quien nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia” (§ 1992). Aún más, “La justificación establece la cooperación entre la gracia de Dios y la libertad del hombre” (§ 1993). Sobre esta base, en la perspectiva católica, la justicia que lo justifica a uno puede crecer, decrecer o destruirse por completo. La práctica de los sacramentos preservará y aumentará la justificación de uno.
Sin embargo, aun dada la discusión básica presentada más arriba, esto es imposible ya que los pecadores no pueden participar en la obtención de un estatus de justicia ante Dios. La justificación nunca puede estar colocada sobre la base de “obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” sino que es siempre, y solamente, “por su misericordia” (Tito 3:5).
Frente a tal enseñanza Calvino formuló un profundo razonamiento para mantener la distinción entre justificación y santificación: para preservar la bondad de Dios. Cornelis Venema lo explica A menos que la justificación sea cuidadosamente distinguida del arrepentimiento [término usado por Calvino, intercambiable con “regeneración”, para la santificación progresiva], la bondad de Dios y su gracia gratuita en Cristo no será adecuadamente apreciada y llegará a ser imposible asegurar la confianza y descanso del creyente en la misericordia de Dios solamente como el único fundamento para la salvación. En consecuencia, Calvino, primordialmente, hace la distinción entre justificación y santificación a fin de preservar el carácter gratuito de la gracia de Dios en Cristo y proveer una base para la seguridad de la salvación. Si se confunden los beneficios del evangelio, de la justificación y santificación, Calvino está convencido de que, inevitablemente, algún crédito por la justicia nos será transferido y la misericordia de Dios será cuestionada. Ya que la justificación es un don gratuito de Dios, y puesto que nosotros nunca poseemos una justicia perfecta propia, es conceptualmente confuso decir que nuestra justificación depende, parcial, o totalmente, de la santificación.
La perspicacia de Calvino es profunda y está bíblicamente arraigada: si la justificación depende de logros humanos y sin embargo está descrita como el don de Dios, la imperfección obvia de de la justicia humana le será imputada a Dios y Su bondad será puesta en duda. Mantener la distinción entre ser declarado justo y el crecimiento en la santidad práctica es, por lo tanto, un asunto de fidelidad no sólo al evangelio sino a la mismísima bondad de Dios.

La Justificación no Produce Santificación

El segundo punto de distinción va en la dirección opuesta: la santificación, estrictamente hablando, no es causada por la justificación. Este error no es tan serio como el anterior, pero todavía es un asunto de comprender correctamente el evangelio y la vida cristiana. Como ya se ha observado, la justificación y la santidad posicional son similares—la declaración de una posición justa con Dios y una determinación de que el pecador ha sido ahora apartado para Dios. Ambas son el logro objetivo y único de Dios. La relación de justificación y santificación progresiva es un tanto engañosa. Si uno plantea que la justificación da origen a la santificación, entonces parecería natural llegar a la conclusión de que la justificación es—o efectúa—un cambio interior en el pecador. Pero este es, precisamente el error que los Reformadores estaban tratando de evitar: formular la justificación en términos de un cambio interior que provoca santidad práctica que, a su vez, hace al pecador aceptable ante Dios.
Es indiscutible, en la comprensión de Pablo, que la justificación y la santificación progresiva son realidades inseparables. Esta conexión es muy clara en Ro. 6:15-23. En base a la precedente discusión sobre la justificación, Pablo muestra que los creyentes eran esclavos del pecado pero que ahora son esclavos de la justicia y el fruto de esto es la “santificación” (v. 22). “Este es, en efecto, el tema de la presente sección de la Epístola (capítulos vi-viii). Aquellos que han sido justificados están ahora siendo santificados; si un hombre no está siendo santificado, no hay razón para creer que haya sido justificado”. En otras palabras, “la santificación no es meramente la culminación (correlacionar o implicar) de la justificación; es la fe que justifica en funcionamiento. En la fe contada por justicia, nace la presente justicia.” De modo que ambas son inseparables. Pero, ¿significa esto que la justificación produce santificación?
El problema con hacer una afirmación aquí es que la santificación progresiva no parece ser un efecto de una declaración legal. La justificación provoca ciertos beneficios objetivos (una posición justa, aceptación con Dios, paz con Dios, etc.), así que se puede decir que la justificación prepara el escenario para la santificación. Pero la mayor conclusión que podemos sacar de esto es que la vida santa debe surgir de la gratitud por estos beneficios objetivos. Sin embargo, es muy común ir más allá de lo anterior y suponer que si la santificación no produce justificación lo opuesto debe ser cierto. ¿Cuál es, entonces, la naturaleza de la conexión entre estos dos aspectos inseparables del evangelio?

Discerniendo la Unidad

La importancia de mantener distintas la justificación y la santificación ha sido esbozada, pero su unidad debe ser también adecuadamente conservada a fin de reflejar la plenitud y unidad del mensaje del evangelio.

Importancia de la Unidad

Aunque un poco borrosa, la distinción entre justificación y santificación es peligrosa para el evangelio en sí, y exagerar la distinción es también un potencial riesgo. Es posible sobre enfatizar esta distinción al punto de que llegue a ser una separación. Justificación y santificación pueden llegar a ser tan distintos que dejen de estar vitalmente conectados. El resultado de dicho paso en falso podría incluir la noción de que uno cree en Jesucristo como Salvador una vez, luego puede o no, postrarse ante El como Señor, en algún punto de su vida más adelante—el mito del cristiano carnal. Esto equivale a la idea de que uno puede experimentar la justificación por la fe sola y disfrutar el beneficio de una relación reparada con Dios pero nunca crecer en santidad personal. Sin embargo, ya ha sido demostrado que esto es inconcebible a la luz del pensamiento del NT.

Unidos en Cristo, el Sustituto

La respuesta a esta sobre corrección es ver que la justificación y la santificación son partes del mismo todo, o—tal vez mejor—que ambas surgen de la misma realidad soteriológica: la expiación sustitutiva y su aplicación en la concomitante realidad de la unión con Cristo. Tanto la justificación como la santificación fluyen de la cruz de Cristo como una parte de Su completa obra redentora. Ambas son otorgadas como parte de la bendición de la salvación, la cual puede ser resumida en el tema Paulino de la unión con Cristo. Por una parte, como ya ha sido demostrado, la justificación depende de la sustitución—el Padre es capaz de ver a un pecador justificado como justo debido a que ese pecador está unido con Cristo y, por tanto, se presenta bajo la justicia divina la cual Cristo posee como el Hijo de Dios. Por otra parte, la unión con Cristo el sustituto coloca el fundamento para el avance en la santidad práctica. Pablo presenta este punto convincentemente en Ro. 6, cuya enseñanza se puede resumir así, “La muerte de Cristo cuenta como nuestra muerte, y la vida de Cristo es ahora nuestra vida. Por lo tanto, somos aceptados en Cristo y tenemos parte en su vida resucitada”. El resultado de esto, como ya se ha indicado, es “la santificación” (v.22). Entonces se puede decir que tanto la justificación como la santificación están arraigadas en la expiación sustitutiva y su aplicación: la unión con Cristo.
Aun los comentarios de algunos que ven la justificación como el fundamento para la santificación muestran que en realidad le están atribuyendo esta relación a una fuente común que es la expiación sustitutiva. Schreiner nos proporciona un ejemplo agudo tomado de sus comentarios sobre la santificación en Romanos 6: “Lo legal y lo transformador [i.e. justificación y santificación] no están confluyendo juntos aquí, pero podemos ver que lo legal es el fundamento de lo transformador”. Sin embargo, casi de inmediato, el pasa a hablar acerca de cómo la “obra de la cruz de Cristo Jesús, en la cual él cumplió la ley ofreciéndose a sí mismo como ofrenda por el pecado, tiene como su meta la obediencia del creyente (Ro. 8:1-4)”. Este paso muestra que Schreiner en vez de ver la declaración legal de justicia, de parte de Dios, como la base para la santificación, en realidad ve la expiación sustitutiva como la fuente común para ambas.
La forma de Calvino de formular la justificación y la santificación como una “justicia doble” o una “doble gracia” resume satisfactoriamente esta verdad bíblica. Calvino insistía en considerar ambos de estos beneficios de la salvación como regalos co-iguales de Dios que fluían de una fuente común—la cruz. “Al tomar parte [de Cristo], nosotros principalmente recibimos una doble gracia: a saber, que estando reconciliados con Dios mediante la intachabilidad de Cristo, podemos tener en el cielo en vez de un Juez un Padre misericordioso; y en segundo lugar, que siendo santificados por el espíritu de Cristo podemos cultivar la intachabilidad y pureza de vida”. Entonces, para Calvino, “La Santificación no proviene, por así decirlo, de la justificación; proviene, como la justificación, directamente de la cruz. La doble gracia de la salvación está integrada, no por dejar que la santificación invada la justificación, ni por relegar la santificación a un estatus de papel secundario, sino porque ambas pueden trazar su origen hasta Jesucristo”. Siendo así, “La santificación es salvación, tanto como la justificación es salvación. Eso es gracia. No es opcional ni prescindible sino necesaria e inevitable”. Por lo tanto, la unidad de la justificación y la santificación se encuentra “en la obra salvífica de Jesucristo. Pastoralmente, esto significa que el creyente es conducido a la persona de Cristo tanto para justificación como para santidad y que la proclamación del predicador de perdón gratuito y la exhortación a la obediencia, deben ambas descansar en Cristo”. Visualizar la justificación y la santificación como “dos tipos de justicia” tiene mérito sustancial para una teología que sea unificada, adecuadamente sistemática y pastoralmente práctica”.

Conclusión

Empezando con las motivaciones divinas para el acto de la justificación y continuando con el deseo de Dios de que Su pueblo sea santo en sus vidas diarias, se han mostrado las distinciones entre justificación y santificación. Tales distinciones son importantes para mantener un evangelio ortodoxo. Estas distinciones pueden ser resumidas como sigue:
Justificación Santificación
Objetiva Subjetiva
Instantánea Progresiva
Intachabilidad
imputada Intachabilidad
experiencial
Indicativa Imperativa
Monérgica Sinérgica
Dios nos
acepta Nosotros
imitamos a Dios
La importancia de mantener la unidad de estos dos aspectos de la salvación es evidente. Los puntos de convergencia se pueden ilustrar al decir que tanto la justificación como la santificación son:
•Posibles por la substitución de Cristo
•Basadas en la unión con Cristo
•Autorizadas por el Espíritu Santo
•Asignadas por la fe
•Una reflección del carácter de Dios.
Este estudio termina como comenzó: con los atributos de un Dios que ama pecadores y los arranca del pecado, y los identifica con Su Hijo, quien es su Sustituto. Al ser identificado, el pecador es declarado justificado por la muerte del Sustituto; además recibe nueva vida por la resurrección del Sustituto. De la fuente de gracia expiatoria de Dios, nos llegan la justificación y la santificación.
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NOTAS DEL TRADUCTOR

Todas las citas, a menos que se indique lo contario, han sido tomadas de la Biblia, versión RVR60. © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina.

Notas

Notes:

1.Otros pasajes que asocian justificación y amor de Dios en Cristo incluyen Ro. 5:8-9 y Tito 3:4-7. De hecho, el último contexto parece aplicar los atributos divinos de Ex. 34:6-7 a Jesús mismo, con la resolución del amor y la justicia de Dios encontrados explícitamente en la verdad de la justificación. ↩
2.Este pasaje se cita con frecuencia para describir un elemento definitivo en el significado de justificación. ↩
3.Anthony S. Lane, “Justificación por la Fe” en el Diccionario Para la Interpretación Teológica de la Biblia (Grand Rapids: Baker, 2005) 416, provechosamente nos recuerda que aunque la justificación es un concepto legal, “Esto no significa que nuestra relación con Dios pueda ser reducida a términos legales, sino más bien que dichos términos proveen una importante forma, entre otras, para describir la salvación que tenemos en Cristo. ↩
4.Esto no es para negar que los creyentes “aguardamos por fe la esperanza de la justicia” (Gá. 5:5), implicando una culminación de la obra de la justificación por parte de Dios en el escatón. Lejos de arrojar dudas sobre la certeza o totalidad de la acción justificadora de Dios, la declaración de Pablo hecha aquí muestra que “la justicia es un regalo del final de los tiempos, un veredicto del día del juicio, que ahora ha sido dictado en las vidas de los creyentes sobre la base de la muerte y resurrección de Jesucristo” (Schreiner, Pablo 208). ↩
5.Pablo usa nuevamente logizomai en 2 Co. 5:19, donde el concepto de “no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” sirve como un sinónimo de perdón que trae como resultado la reconciliación con Dios. ↩
6.Aquí Romanos 10:3 sirve como un paralelo parcial que contrasta los intentos propios de un pecador para justicia con la justicia de Dios. ↩
7.Este punto ayuda para descargar mucha de la energía del debate entre “imputación vs. impartición”. Si los creyentes se convierten en la justicia de Dios en Cristo, la justicia está claramente inherente en él, no en ellos de manera que lo que reciben es una condición de justicia. “Cuando hayamos captado el hecho de que los justos son aquellos que son aceptados por Dios, parte de la controversia concerniente a la justicia imputada o impartida va a quedar de lado. ¿Qué diferencia hace el que se impute o imparta un estatus? ↩
8.El punto es poder apreciar las características únicas de cada perspectiva en el logro divino de la salvación. ↩