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martes, 31 de enero de 2012

Discusión ética sobre eutanasia

Por. Antonio Cruz Suárez, España
Conviene aprender a convivir con la idea de la muerte como aquella “vieja amiga” que nos espera detrás de la última esquina de la vida.
Hoy casi todo el mundo está de acuerdo en que el encarnizamiento terapéutico es algo inhumano y éticamente inaceptable . Prolongar la agonía del moribundo sólo sirve para hacerle sufrir más.
Pero por otro lado, también resulta evidente que el personal sanitario debe procurar la salud de todos sus pacientes , así como intentar que vivan el mayor tiempo posible.
¿Cómo pueden conjugarse adecuadamente estas dos tendencias?
La respuesta que debería asumir la medicina actual tiene que venir de la mano de un tratamiento más humano a los enfermos que están próximos a morir. No es posible seguir cometiendo el error de idolatrar la vida .
Creer que la existencia humana es el bien absoluto y supremo frente a la muerte, que sería por oposición el mal absoluto, es una de las grandes equivocaciones de la cultura en la que vivimos. Hay que superar la idea que anida en tantos profesionales de la medicina moderna de que la muerte es el gran fracaso del médico. Esto lleva en muchos casos a intentar prolongar la vida de manera casi irracional. Morir no es fracasar sino que constituye el destino del hombre desde que viene a este mundo.
Conviene, por tanto, aprender a convivir con la idea de la muerte como aquella “vieja amiga” que nos espera detrás de la última esquina de la vida. Ante esta evidentísima realidad es menester educar a las personas para que sepan cómo afrontar su trance final.
La decisión sobre los diferentes aspectos de la dolencia debe ser tomada siempre que sea posible por propio enfermo. En muchos casos será preferible decantarse por una mayor calidad de vida que por el impulso casi visceral de querer más cantidad de vida. El médico y la propia familia tienen que saber aceptar la voluntad del paciente. Hay situaciones en las que quizás sea mejor no realizar una determinada intervención quirúrgica que puede alargar la vida pero a costa de hacerle perder al enfermo importantes propiedades vitales.
¿Qué pensar de aquellas situaciones, que ya se están produciendo en muchos hospitales por todo el mundo, en las que se impone legal o ilegalmente la eutanasia al paciente terminal que se encuentra en estado de coma? En el caso del enfermo inconsciente que no ha manifestado su expreso deseo de que se le aplique o no la eutanasia, nos parece que no resulta ético quitarle la vida aunque ésta esté notablemente empobrecida. La vida es un valor tan básico y personal que nadie posee atribuciones suficientes para arrebatarla a ningún otro ser humano. No obstante, conviene tener presente como señala Jonas que “hay una diferencia entre matar y permitir morir” (Jonas, 1997: 167). No es lo mismo dejar morir que quitar la vida. Los familiares y el médico pueden decidir que no se prolongue artificialmente el proceso terminal del enfermo y que se le deje morir en paz. Esto es moralmente aceptable pero, por el contrario, decidir acabar con su vida mediante la eutanasia activa sería disponer de una vida ajena de forma completamente injustificada.
¿Y en el caso de que el enfermo pida expresamente que se le practique la eutanasia o lo haya dejado claramente especificado en un testamento vital? ¿sería éticamente aceptable cumplir con su voluntad?

Nos hemos referido ya a las diferentes fases que, según la doctora Kübler-Ross, puede atravesar el enfermo terminal. En alguno de esos momentos la persona es capaz de tomar una decisión drástica sobre su existencia que, en realidad, no refleje lo que verdaderamente anhela su corazón. Hay etapas de pesimismo, frustración, rabia o incluso desesperación en la vida del paciente terminal que ha sido informado de su enfermedad. Es dudoso que la eutanasia solicitada en tales momentos responda a un deseo genuino y meditado de morir. Quizás lo que se está solicitando es una mayor atención, sinceras muestras de afecto o que el dolor físico desaparezca. Generalmente cuando se solucionan tales problemas suele extinguirse también el deseo de acabar con la propia vida.
No obstante, a pesar de todas estas consideraciones, hay pacientes terminales que están convencidos de lo que solicitan . Lo han meditado libre y sosegadamente sin coacciones de ningún tipo. Pero aún así continúan pidiendo la eutanasia. Puede tratarse de personas mayores que carecen de responsabilidades familiares o que son conscientes de constituir una pesada carga para sus seres queridos. Criaturas a quienes el sufrimiento físico y moral se les hace tan cuesta arriba que se sienten incapaces de superarlo ¿Qué hacer en tales casos?
Aparte de lo que dispongan las leyes de los diferentes países ¿existen auténticas objeciones éticas que deslegitimen una petición de tales características?
Al ser humano que no cree en un Dios trascendente es muy difícil convencerle de que el suicidio no sea una opción correcta . Para la ética secular que no contempla la existencia del Ser Supremo sólo hay un posible punto de referencia: la libertad y autonomía del propio hombre. Cuando se le da la espalda al Creador, la criatura humana se erige en medida de todas las cosas y desde este horizonte ético prácticamente no existen argumentos capaces de rechazar la eutanasia.
Si no hay una vida después de la muerte, si el hombre no es imagen de Dios y la existencia humana no es un don divino ¿qué sentido puede tener el dolor, el sufrimiento y la propia muerte? Desde esta concepción no existen argumentos válidos que puedan negarle al ateo la capacidad de poner fin a su propia vida. Otra cosa será la disponibilidad del médico o las enfermeras que lo atiendan. Estos profesionales tienen todo el derecho de acogerse a la objeción de conciencia si así lo creen necesario y, desde luego, nadie puede obligarlos a practicar un acto que atente contra sus principios. Algunos médicos han diseñado sistemas para que sea personalmente el propio paciente quien se aplique la eutanasia.
Sin embargo, desde una concepción cristiana de la vida, la respuesta a la eutanasia es radicalmente diferente. El mal continúa siendo un mal aunque se realice queriendo hacer un bien. El que cree que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios y Señor de su vida, no es que se transforme de repente en un masoquista empedernido que busque siempre el dolor o el sufrimiento en esta vida, sino que entiende tales realidades como experiencias que pueden estar cargadas de sentido.
La criatura que sufre y acepta de forma madura su pena puede llegar a ser más humana y a enriquecer su propia personalidad. Por el contrario, pretender huir siempre de todo sufrimiento es frustrarse constantemente ya que en esta vida tal pretensión resulta por lo general imposible. La muerte desde la fe pierde, como decía el apóstol Pablo, “su aguijón”. Aunque muchas veces no se comprenda la tragedia del dolor y los caminos que Dios utiliza para llevar a cabo sus propósitos, el creyente aspira a identificarse con el sufrimiento de Cristo en la cruz y a confiar plenamente en él.
El cristiano acepta que la vida es un regalo del Creador y espera en que, de la misma forma en que el grano de trigo tiene que morir y descomponerse primero antes de germinar y dar fruto, también su existencia terrena debe apagarse de forma natural antes de resucitar a una nueva vida como aconteció con el propio Jesucristo. Cuando esta fe anida en el alma humana, la eutanasia suele dejarse en las manos de Dios. Él continúa siendo el principio y el fin.

Autores: Antonio Cruz Suárez

©Protestante Digital 2011

lunes, 30 de enero de 2012

PRÁCTICA Y PROYECCIÓN DEL SACERDOCIO UNIVERSAL

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México
“Sólo tú mereces tomar el libro/ y romper sus sellos./ Porque fuiste sacrificado,/ y con tu sangre/ rescataste para Dios,/ a gente de toda raza,/ idioma, pueblo y nación./ Los hiciste reyes/ y sacerdotes para nuestro Dios;/ ellos gobernarán la tierra”.Apocalipsis 5.9-10
En un volumen dedicado al estudio del origen y evolución del sacerdocio universal desde la Reforma hasta el siglo XX, el pastor metodista Cyril Eastwood llega a una muy dolorosa conclusión: que “ninguna iglesia ha sido capaz de expresar en su liturgia, trabajo y testimonio la riqueza completa de esta doctrina”,[1] a pesar de que ha sido un asunto vital en cada siglo posterior a la Reforma, de que es el único principio positivo que nace del concepto evangélico de la libre gracia y de que puede conducir a una comprensión más plena de la vocación o llamamiento que Dios le otorga a cada creyente. Este autor agrega que su práctica adceuada sigue siendo un desafío que las iglesias no pueden ignorar. Por su parte, el pastor bautista cubano Francisco Rodés ha señalado que, en efecto, el ejercicio de esta doctrina en el protestantismo evangélico se ha convertido en el “ideal frustrado de la
Reforma Protestante”, debido a que cuando las iglesias derivadas de ésta se institucionalizaron, el clericalismo reapareció con una fuerza inaudita y derivó en lo que califica como iglesias pastor-céntricas y pone el dedo en la llaga:
Sin embargo, una cosa es lo que expresa la doctrina y otra lo que se experimenta en la vida real. En verdad, el clericalismo no murió: sobrevivió sobre otras bases. Se abrió una nueva fuente de servicios a la religiosidad, la de los dispensadores de la doctrina correcta, la de los que manejaban el arte de predicar la Biblia y alentar la fe. El conocimiento de la Biblia requería de dedicación, de estudios en seminarios y universidades. Surge así con fuerza el profesionalismo religioso. El ministro protestante recupera mucho de la aureola de santidad del antiguo sacerdote, su autoridad se establece en las nuevas estructuras de las iglesias, que son controladas por los nuevos clérigos, y el sacerdocio universal de los creyentes se convierte en otra página mojada del ideario protestante.
Por supuesto que no hay nada en contra del profesionalismo. En definitiva, todos los adelantos en los campos de la cultura y el saber se han debido a la consagración, en áreas específicas, de personas con vocación. La Iglesia ha necesitado de profesionales, de músicos, de teólogos, maestros y predicadores, y gracias a Dios por estos. El problema radica en el ejercicio del poder en la iglesia, cuando por conocer un poco más de teología o tener más habilidad para hablar en público, ejercemos estos dones, no para servir, sino para erigirnos en autoridad controladora de los demás. Así surgen las iglesias pastor-céntricas.[2]
Estas iglesias, dice, fallan al aplicar el sacerdocio universal de todas las personas y se encaminan a un dualismo pernicioso que califica la fe de las personas en grados y entrega la autoridad a unos cuantos:
Son iglesias en las cuales las decisiones emanan de la autoridad del pastor. Los miembros se han acostumbrado tanto a que la voz de Dios solo se oiga desde el púlpito, que les parece un sacrilegio diferir en algo de las ideas de su pastor. Sería como una deslealtad, un pecado grave no estar de acuerdo con él. En muchos casos, el pastor que se ve a sí mismo como revestido de una unción exclusiva, se siente tan halagado por el aplauso de su congregación, que se desarrollan imperceptiblemente los rasgos de egocentrismo que conducen al autoritarismo. Estos son los rezagos de la antigua separación entre clérigos y laicos, alimentados por la propia tradición de la iglesia. Esto lo escribe quien ha sido pastor durante más de cuarenta años, por lo que lo hago sin ánimo de denigrar un llamamiento que reconozco como divino y una vocación que viviré hasta el último día de mi vida.
No es extraño, entonces, que el lenguaje más espiritual, la voz más cargada de bendición se convierta en solapada manipulación de los demás para imponer los criterios propios. Y todo ocurre en una atmósfera de piedad y devoción.
Los pastores así transformados por este autoritarismo empiezan a hablar de “mi iglesia”, “mis miembros”, “yo no permito en mi iglesia…” “tengo un miembro”, como si la iglesia fuera de su propiedad.[3]
Esta constatación tan dolorosa parte del hecho de que ni siquiera en el antiguo Israel, y acaso con la posible excepción de algunos momentos de la Iglesia de la época del Nuevo Testamento o de los primeros siglos, se consumó el ideal divino de que cada integrante del pueblo creyente asumiera la responsabilidad de responder y velar por su fe. Las tentaciones sacerdotales siempre reaparecieron e hicieron que dicha responsabilidad sobre la estabilidad espiritual individual y colectiva siguiera recayendo en una casta de personas dedicadas al “servicio religioso profesional” y que la marcada división entre clero y laicado permaneciera como una supuesta marca distintiva del pueblo de Dios, aunque la dinámica bíblica siempre fue en sentido inverso.
Basta con recordar la reacción del pueblo hebreo ante las acciones de Moisés y Aarón al frente de la multitud que salió de Egipto, pues luego del anuncio de que Yahvé deseaba que su pueblo fuera una nación de sacerdotes (Éx 19.6a), y de que promulgara sus mandamientos, la gente abiertamente le solicitó a Moisés, presa del terror por las manifestaciones divinas y por ser consumidos por la santidad divina: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éx 20.19). Lo que Dios quería, desde entonces, era tener un “pueblo de creyentes”, en el esquema de lo que muchas iglesias anabautistas o menonitas ha promovido durante mucho tiempo, es decir, comunidades de conversos que se niegan a someter su fe a los dictados de otra persona o institución.[4]
Lutero ofreció un ejemplo extraordinario de la práctica del sacerdocio universal, cuando delante del emperador, y ante la para otros inevitable coacción del Estado monárquico, afirmó, en la llamada Dieta de Worms (abril de 1521), a pregunta expresa sobre su retractación, que su conciencia estaba cautiva únicamente de la Palabra divina:
Hela aquí: a menos que se me persuada por testimonios de las Escrituras o por razonamientos evidentes, porque no me bastan únicamente las afirmaciones de los papas y de los concilios, puesto que han errado y se han contradicho a menudo, me siento vinculado con los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia continúa cautiva de las palabras de Dios. Ni puedo ni quiero retractarme de nada, porque no es ni seguro ni honrado actuar en contra de la propia conciencia.[5]
La visión de Apocalipsis 5 muestra cómo Dios no olvida sus propósitos y en ella se advierte que el ideal de un pueblo de sacerdotes proyecta la praxis cristiana hacia un futuro alcanzable y por el cual vale la pena luchar, pues la perspectiva escatológica se convierte en “detonante ético” para la vida de la comunidad que experimenta y promueve el Reino de Dios en el mundo. La visión forma parte de lo que se ha señalado como “la toma de poder del Cordero”, pues no se trata solamente de una glorificación celestial, sino de “la inauguración de un reinado sobre la historia”.[6] Y en este nuevo estado de cosas, los y las seguidores de Jesús de Nazaret son sacerdotes y gobernantes, aunque quien reinará es el Cordero, pues él es el único digno de “tomar el libro y abrir los sellos”, es decir, de desvelar todo el sentido y rumbo de la historia humana. “El Cordero ‘compró para Dios’ a los hombres de toda raza y los hizo para Dios un linaje real y unos sacerdotes. La relación con Dios es el aspecto más específico del sacerdocio”.[7] Y un aspecto central en este sentido es la fuerza con que sus oraciones “de santos” (5.8) han podido conmover a Dios. Ninguna oración, entonces, es superior a las demás. Estamos ante el ejercicio absoluto de la llamada “oración de intercesión”, fruto directo del sacerdocio universal, siguiente punto de este recorrido.


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[1] C. Eastwood, The priesthood of all believers. An examination of the doctrine from the Reformation to the present day. [1960] Minneapolis, Augsburg, 1962, p. 238. Reedición: Eugene, Oregon, Wipf & Stock Publishers, 20/05/2009. Agradezco a mi amigo Mariano Ávila el envío puntual de esta y muchas obras más.
[2] F. Rodés, “El ideal frustrado de la Reforma Protestante: el sacerdocio universal de los creyentes”, en Signos de Vida, Consejo Latinoamericano de Iglesias,
http://www.claiweb.org/Signos%20de%20Vida%20-%20Nuevo%20Siglo/sDv41/ideal%20frustrado.htm
[3] Idem.
[4] Cf. Carlos Martínez García, “Las iglesias de creyentes y el Estado laico”, en La Jornada, 25 de enero de 2012,
www.jornada.unam.mx/2012/01/25/opinion/022a2pol: “Las iglesias de creyentes, con su férrea defensa de que la persuasión era la única vía para atraerse prosélitos, se transformaron en obstáculos molestos a quienes ya fuera desde las instancias del Estado, o bien dentro de la Iglesia sostenida por los poderes en turno, les combatieron, porque señalaban el recurso de la coacción y la violencia como elementos totalmente ajenos al espíritu del Evangelio”.
[5] Cit. por César Vidal Manzanares, “Lutero: mi conciencia, cautiva de la Palabra de Dios”, en Protestante Digital, 27 de enero de 2012, Este momento sería descrito, según el comentario de José Luis Medina Rosales en el blog de Vidal Manzanares, por el historiador escocés Thomas Carlyle como “La escena de mayor grandeza en la Historia Moderna Europea [...] originándose en ella la subsiguiente historia de la civilización” (Los héroes, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1932, p. 128).
[6] Luis Arturo García Dávalos, El carácter sacerdotal del pueblo de Dios: paradigma para una comprensión eclesial. México, Universidad Iberoamericana, 2000, p. 137.
[7] Ibid., p. 140.

sábado, 28 de enero de 2012

Lutero: Mi conciencia, cautiva de la Palabra de Dios

Por. César Vidal Manzanares, España*
La petición de tiempo para reflexión que hizo Lutero desconcertó al tribunal, obligó al partido papal a esperar, impresionó a los laicos y a los nobles por la humildad y la honradez del monje y le proporcionó una noche para orar y reflexionar sobre lo que iba a decir al día siguiente.
Contamos con notas de Lutero redactadas durante esa noche y por ellas sabemos que aquellas horas estuvieron marcadas por una soledad absoluta . Sus amigos estaban amenazados de muerte por Aleandro, habían sido condenados y excomulgados por la bula y carecían de permiso para estar en Worms. Sin embargo, el monje era consciente de que todo el mundo contemplaba lo que estaba sucediendo en Worms y, lo que era más importante para él, también lo hacía Dios.
A las cuatro de la tarde del día siguiente, 18 de abril, el heraldo vino a buscar a Lutero y lo condujo hasta el tribunal. Rodeado por una multitud, el monje tuvo entonces que esperar hasta las seis, dado el trabajo del que debían ocuparse los príncipes. Durante ese tiempo, algunos nobles se le acercaron para decirle que deseaban quemarlo, pero que esa circunstancia no se produciría porque antes tendrían que eliminarlos a todos. “No tendrán problema en hacerlo”, les contestó Lutero de manera irónica, pero realista.
Cuando finalmente Lutero compareció ante la Dieta, se le indicó que se le había concedido un tiempo para deliberar a pesar de que no tenía ningún derecho a ello. Ahora debía responder si deseaba defender todos los libros que había reconocido como propios o quería retractarse de alguno . El anuncio fue realizado en latín y en alemán, y de manera bien significativa, el tono de la requisitoria fue más áspero en la primera lengua.
Lutero respondió en alemán . Su tono fue humilde y tranquilo por lo que no pocos pensaron que pensaba retractarse. Sin embargo, tenía otras intenciones. Así, señaló , en primer lugar, que reconocía como suyos los libros reunidos en el lugar en la medida en que no hubieran sido alterados por sus adversarios.
Por lo que se refería a la defensa o retractación de los mismos, dividió sus libros en tres grupos. El primero abarcaba aquellos que la misma bula consideraba inofensivos . De ésos, no se retractaba.
En segundo lugar, estaban los libros en los que lanzaba acusaciones contra el papado por torturar las conciencias y exprimir al pueblo. De esos no podía retractarse porque significaría “consentir esa tiranía y fortalecer su dominio”.
Finalmente, se encontraban los escritos que había dirigido contra las personas que defendían “la tiranía romana” y pretendían tergiversar lo que había enseñado sobre la fe. En este caso, reconocía que debería haber sido más considerado, pero lo cierto es que no era un santo y, por añadidura, le resultaba imposible retractarse. A pesar de todo, si se le convencía de sus errores, refutándolos de acuerdo con los escritos de los profetas y del Evangelio, “nadie estaría más dispuesto a una retractación” que él “y sería el primero en arrojar al fuego los libros” que eran suyos.
Al terminar su exposición, se le pidió que la repitiera en latín , lo que Lutero hizo. Acto seguido, los príncipes se retiraron a deliberar. No da la impresión de que resultara muy difícil que se pusieran de acuerdo. A su juicio, resultaba indispensable que Lutero dejara de manifiesto con claridad si se retractaba o no. Por ello, pidieron a Von Ecken que intentara dejar convenientemente esclarecido este aspecto y optaron por continuar la vista.
Al reanudarse la sesión, Von Ecken inició un discurso cuya finalidad obvia era doblegar a Lutero. Finalmente, le formuló la pregunta clave. ¿Se retractaba de sus libros y de los errores que contenían? . El monje reconoció que tanto el emperador como los miembros de la Dieta deseaban una respuesta sencilla y manifestó que la iba a dar en latín sin equívoco alguno:
“Hela aquí: a menos que se me persuada por testimonios de las Escrituras o por razonamientos evidentes, porque no me bastan únicamente las afirmaciones de los papas y de los concilios, puesto que han errado y se han contradicho a menudo, me siento vinculado con los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia continúa cautiva de las palabras de Dios. Ni puedo ni quiero retractarme de nada, porque no es ni seguro ni honrado actuar en contra de la propia conciencia”
En ese momento, abrumado por la emoción, Lutero cambió el latín en que se había expresado por su alemán materno y exclamó: “No puedo más. Haced de mi lo que deseéis. ¡Que Dios me ayude!”.
La respuesta de Lutero no dejaba esta vez lugar a dudas y algunos de los príncipes hicieron ademán de abandonar la sala. Von Ecken intentó entonces controlar la situación y gritó a Lutero que olvidara su conciencia, que nunca podría probar que los concilios se habían equivocado en materia de fe, sino, como mucho en materia de disciplina. El monje le respondió entonces que sí podía probarlo. No tuvo, sin embargo, oportunidad.
A una señal del emperador, dos guardias lo sacaron de la sala y en esos momentos se produjo el estallido .
Mientras la guardia española del emperador gritaba “¡Al fuego! ¡Al fuego!”, los alemanes –que no entendían lo que estaban diciendo- hacían la señal de la victoria.
Escoltado por los que llamaba sus “ángeles guardianes”, Lutero llegó al final a su alojamiento. Una vez allí, levantó los brazos al cielo mientras gritaba: “¡Ya está! ¡Ya está!”.
Se encontraba embargado por la convicción de que había cumplido con su deber. Donde otros se habían retraído por miedo o por interés, él se había mantenido firme frente a los grandes poderes de su tiempo y fiel a los dictados de su conciencia. Lo había hecho además no por intereses políticos, por codicia o por ansia de poder sino por amor al Evangelio y sostenido en la fe en su Redentor.

*Autores: César Vidal Manzanares, es Teólog, historiador y escritor.
Es doctor en Historia, con premio extraordinario de fin de carrera por la UNED, en Teología y en Filosofía, por la Logos University, y licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. www.cesarvidal.com

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viernes, 27 de enero de 2012

Hermano Pablo fallece a los 91 años de edad

Este viernes 27 de enero Pablo Edwin Finkenbinder, conocido por toda Latinoamérica como el Hermano Pablo, falleció. Así lo informó su familia a allegados cercanos y amigos. El reconocido tele y radio evangelista pasó sus últimas horas en condición crítica en un hospital de California debido a una severa hemorragia cerebral.
Según la información divulgada por su familia, el miércoles 25 de enero Pablo celebró su 70 Aniversario de Bodas con su esposa Linda, y con amigos y familiares. Se sintió bien, rió y bromeó con todos. Al atardecer se quejó de un fuerte dolor de cabeza, y lo llevaron de emergencia al hospital. Sus hijos, nietos y amigos se reunieron allí para pasar con él sus últimas horas. Pasó en paz a la presencia del Señor a las 3:55 am (hora del Pacífico) el viernes, 27 de enero.
Pablo era muy conocido públicamente, habiendo predicado en pueblos y ciudades a lo largo y ancho de América Latina durante los últimos setenta años. Conmovía a todo el que lo escuchaba con las anécdotas que contaba, y miles de personas aceptaron a Cristo como resultado de sus mensajes. Sin embargo, quienes lo conocían personalmente sentían más que nada el amor que mostraba a cada persona. Ya fueran altos mandatarios o servidores en restaurantes y empleados en los hoteles que frecuentaba, sentían la intensidad del amor y del afecto que les manifestaba.
Pablo y Linda fueron a El Salvador como misioneros en 1942. Pablo recorría el país, a veces a lomo de mula, predicando el evangelio y animando a obreros cristianos. En 1955, Pablo comenzó su primer programa radial, y en 1960 produjo dramas bíblicos para televisión que llegaron a reconocerse como el primer programa cristiano de televisión con un horario de difusión semanal fuera de los Estados Unidos.
A Pablo se le conocía principalmente por su programa de radio y televisión, UN MENSAJE A LA CONCIENCIA, que comenzó en 1964. Su novedoso programa constaba de una anecdota seguida de una aplicación moral y espiritual, que es una fórmula que ha dado resultado hasta hoy. El programa se difunde actualmente más de 6,400 veces al día en 33 países, y todo el tiempo lo donan las estaciones de televisión, las emisoras radiales o seguidores de Cristo de las respectivas localidades. 55 mil personas suscritas reciben el programa a diario por correo electrónico.
Aunque el Hermano Pablo mismo no grabó ningún programa durante los últimos quince años, él y su junta directiva aseguraron el futuro del programa al escoger a un sucesor en 1996. El legado del Hermano Pablo perdurará mediante el programa en los años venideros. No se contempla ninguna interrupción en las difusiones. Así lo hubiera deseado el Hermano Pablo. Para su familia espiritual, incluso aquellos miles que ganó para Cristo, no se trata de decirle adiós al Hermano Pablo sino hasta luego... allá en el cielo.
No se han tomado aún las decisiones con relación a los servicios fúnebres, pero las publicaremos aquí tan pronto como se nos den a conocer.
Si el Hermano Pablo impactó positivamente en su vida, por favor deje su comentario y cuéntenos su testimonio.

Fuente: CBN&REVISTA FUERZA CRISTIANA
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Respuestas sobre apologética:
¿Se deben tomar literalmente los milagros qué se encuentran en la Biblia?
Sí, los milagros en la Biblia deben tomarse literalmente. Toda la Escritura debe tomarse literalmente, excepto aquellas porciones donde claramente se presentan como simbólicas. Un ejemplo de este simbolismo es el Salmo 17:8. No somos literalmente la niña de los ojos de Dios, ni Dios tiene literalmente alas. Pero los milagros no son sucesos simbólicos, sino hechos reales que sucedieron verdaderamente. Cada uno de los milagros en la Biblia sirvió para un propósito, y logró algo que no hubiera podido realizarse de ninguna otra forma. Continue leyendo...

miércoles, 25 de enero de 2012

La duda y el secreto de El topo

Por. José de Segovia Barrón, España*
¿Cómo hablar de la verdad a una generación a la que ya no le interesa la solución a los enigmas, sino en quién poder confiar?
La mejor película británica del año –según algunos críticos– está hecha por un sueco, Tomas Alfredson. El director de Déjame entrar ha sorprendido a los ingleses con una fiel adaptación de la novela de espías de John Le Carré, El topo. Convertida en una serie de televisión a finales de los setenta –protagonizada por Alec Guiness–, el film recupera prodigiosamente el ambiente de aquella época. Lo que a Le Carré le interesa sin embargo de la Guerra Fría, no es el conflicto ideológico, sino la duda que produce la desconfianza, que nos muestra al ser humano como alguien solo y vulnerable.
Un topo es un agente doble, que actúa infiltrado en este caso en el servicio secreto británico –donde trabajó Le Carré–, a favor de los rusos. La novela fue publicada en inglés con el título de un juego infantil – Tinker, tailor, soldier, spy – en 1974, una década después de que se descubriera que Kim Philby y otros altos oficiales del M16 estaban dando información a los soviéticos. Es evidente que el escritor, que era ya conocido por su tercera novela – El espía que surgió del frío (1963), adaptada al cine dos años después, bastante correctamente por Martin Ritt y Richard Burton–, pensaba en su antiguo colega, Philby, como el topo.
La película cuenta con la colaboración del octogenario novelista, que proporcionó detalles sobre muchos aspectos del funcionamiento del M15 y M16. El estilo frío pero melancólico del cineasta sueco se adapta como un guante a este thriller cerebral, donde cada gesto está estudiado. La matizada interpretación que hace Oldman de Smiley –el antihéroe que protagoniza muchos de los libros de Le Carré–, recuerda a Guiness, no sólo en las gafas y corte de pelo, sino en su soledad, introversión y elegancia. El personaje transmite una extraña sensación de abatimiento controlado, con la mirada taciturna e inquietante, que acompaña su dicción pausada.
LOS DISFRACES DE LA TRAICIÓN
Envejecido John Hurt –jefe de la cúpula del M16, conocido por el nombre de Control– advierte que “no se fíe de nadie”, a un joven agente de confianza, que envía en una misión a Hungría –Checoslovaquia en la novela, que leí de adolescente–, para descubrir al topo . Algo falla inesperadamente y Control es expulsado de la cúpula, junto a su lugarteniente Smiley, que es llamado de nuevo para desenmascarar al agente doble.
El número de sospechosos se reduce a cinco: el ambicioso personaje interpretado por Toby Jones (“el calderero” del título original), el elegante galán Colin Firth (“el sastre”), el implacable Ciaran Hinds (“el soldado”), el solícito David Dencik (“el pobre”), y para su sorpresa, Control incluía también en su investigación al propio Smiley (“el espía”), que tiene como ayudante a Benedict Cumberbatch (el peculiar actor que interpreta ahora la sorprendente serie que ha hecho la BBC de Sherlock Holmes).
La sutil música del español Alberto Iglesias acompaña la intrigante trama de conspiración y traición, que desarrollan unos lacónicos diálogos, conformando un ambiente de sospecha y ansiedad realmente enervante. Todo en torno a Smiley resulta falso: la información que supuestamente Jones ha descubierto, la pretendida lealtad al país de uno de ellos, y la fidelidad de una esposa, que le engaña continuamente. No hay nada genuino. Esto provoca la aflicción que demuestra su lúgubre rostro.
EL PESO DEL DESENCANTO
En el libro de conversaciones con John Le Carré de la Universidad de Mississippi, el escritor dice que “Smiley es alguien entregado a la duda, en ese sentido, una figura totalmente contemporánea”. Esa es la explicación por la que una película así, sobre el final de la Guerra Fría en 1973, fascina a tantos, todavía hoy. Su intriga complicada y turbia nos presenta un héroe realmente postmoderno. A Smiley no le interesan las ideologías. Le preocupa más la confianza que la verdad.
Esta excelente película, densa, compleja y sutil, revela la autenticidad encubierta tras la impostura de los disfraces de la traición . Es un film básicamente atmosférico, donde más que resolver misterios y desvelar identidades ocultas, lo que importa es sentir el peso del desencanto. Ya que el cansancio de Smiley nace de un hastío vital.
En una sociedad donde disponer de más información no equivale a conocer mejor a las personas, todo se rige por el principio de la incertidumbre. ¿Cómo hablar de la verdad a una generación a la que ya no le interesa la solución a los enigmas, sino en quién podemos confiar? El cristianismo presume de conocer la verdad absoluta, pero carece de la confianza que haga que muchos estén dispuestos a escucharla.
¿VERDAD O CONFIANZA?
Verdad que debemos presentar al mundo no es quiénes somos los cristianos, sino quién es Aquel, cuya verdad nos hace libres ( Juan 8:32 ). La imagen que muchos tienen del cristianismo hoy es terriblemente narcisista, tan ocupado en lo que hace, en sus logros espirituales y morales, totalmente absorto en sí mismo . La mirada que nos libera, sin embargo, es la que nos aparta de nosotros mismos, para ver al “Autor y consumador de la fe” ( Hebreos 12:2 ). Es Él quien merece toda nuestra confianza.
La principal diferencia entre el efecto práctico que produce la traición que la Biblia llama pecado, y la buena noticia del Evangelio, es que uno nos hace mirar hacia dentro, y otro hacía fuera. Cuando pensamos en nosotros mismos, nuestros errores y logros, buenas o malas obras, fuerza o debilidad, lealtad o traición, nuestra confianza flaquea, como la de Smiley. La fe viene cuando “ponemos nuestros ojos en Cristo”.
La introspección que nos hace centrarnos en nosotros mismos no es el autoexamen que fomenta la Biblia. La Ley nos hace ver la realidad de lo que somos, pero el Evangelio nos hace confiar en Cristo . No es en nosotros que encontramos valor, fuerzas y capacidad. Es en Jesús, que encontramos seguridad.
LA GRACIA DE OLVIDARSE DE UNO MISMO
Pablo se veía al final de su vida como “el menor de los santos” ( Efesios 3:8 ) y “el mayor de los pecadores” ( 1 Timoteo 1:15 ). Su crecimiento espiritual consistía en una mayor dependencia de Cristo y su misericordia . Porque el objetivo de la vida cristiana no es que podamos llegar al momento en que necesitemos menos a Cristo, porque seamos ya mejores. Es poder decir como aquel viejo pastor en su lecho de muerte: “estoy seguro que voy al cielo, porque ya no recuerdo ninguna buena obra que haya hecho”. Conocer la gracia de Dios es olvidarse de uno mismo.
El énfasis en la Biblia no es en la obra de los redimidos, sino en la obra del Redentor. Ese el mensaje que tenemos que anunciar al mundo: no lo que hacemos los cristianos, sino lo que Cristo hace. Esa es la esperanza que nuestra sociedad necesita, la verdad que merece toda confianza.
Los cristianos también necesitamos esa seguridad, para enfrentarnos a nuestras dudas secretas: la confianza que no viene de nuestra fidelidad, sino de la fe en Cristo Jesús. El creyente es el que ya no se mira a sí mismo, piensa en lo que era antes y lo que es ahora, como resultado de sus esfuerzos, sino que ve a Jesús y su obra, descansando sólo en ella. Esa es la verdad que nos libera: Aquel en quien podemos confiar, y olvidarnos de nosotros mismos.

Autores: José de Segovia Barrón.

Periodista, teólogo y pastor en Madrid. Es actualmente pastor de la Iglesia Evangélica del barrio de San Pascual de Madrid y presidente de la Comisión de Teología de la Alianza Evangélica Española .Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense , estudió teología en la Universidad de Kampen (Holanda) y la Escuela de Estudios Bíblicos de Welwyn (Inglaterra). También, es profesor del Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España (IBSTE) en Castelldefels y el Centro Evangélico de Estudios Bíblicos (CEEB) de Barcelona. Y escribe una columna semanal los martes para Protestante Digital y ha escrito libros sobre arte y fe ( Entrelíneas, Consejo Evangélico de Madrid , 2003), Ocultismo (Andamio , 2004), Historias extrañas sobre Jesús y El príncipe Caspian y la fe de C. S. Lewis (Andamio , 2008), Huellas del cristianismo en el cine (Consejo Evangélico de Madrid , 2010) y El asombro del perdón (Andamio , 2010).

©Protestante Digital 2011

martes, 24 de enero de 2012

Como si Dios no existiese. Dietrich Bonhoeffer.

Por Honorio Cadarso, España.

Dietrich Bonhoeffer, autor de esta frase tan cargada de contenido, fue ahorcado por el régimen de Hitler acusado de conspirar contra el mismo.
Su vida transcurre entre el 4 de febrero de 1906 y su ejecución el 9 de abril de 1945, tras haber sido condenado por un tribunal en un paquete que reunió al Almirante Canaris y otros cinco militares de alta graduación y un juez. El era un pastor evangélico adscrito a la Iglesia Confesante, la un grupo en el interior de la Iglesia Luterana que lideraba él mismo en su oposición abierta al nazismo y al silencio de su iglesia oficial y en la defensa de los judíos.
Pertenecía a una familia de la alta sociedad prusiana. Había dedicado su vida a ser vicario del pastor en Barcelona y a la enseñanza en los seminarios de Alemania y Estados Unidos, pero ante la irrupción del nazismo se sintió llamado a centrarse en la lucha contra Hitler y se unió con el grupo del almirante Canaris en sucesivos intentos de derrocamiento del dictador.
Fue encarcelado el 5 de abril de 1943 y desde ese momento supo que terminaría en la horca. En el tiempo que pasó en la cárcel pudo escribir cartas y otros documentos en los que madura su pensamiento y su religiosidad. Alejado de la enseñanza a futuros aspirantes al ministerio de la predicación en los seminarios, su vida está en la cárcel abocada al fracaso de la horca, y, algo que le marcó todavía más, al diálogo y relación con prisioneros ajenos a toda idea religiosa, descreídos o agnósticos.
Esta doble circunstancia –junto a la correspondencia con su novia María von Wedemeyer que le bajaba siempre a la realidad– le mueve a elaborar un pensamiento nuevo o más bien a extraer las consecuencias más audaces de los principios de la Ilustración y de la evolución de la teología y la filosofía alemana a través de pensadores como Harnack, Barth y otros.
Extraemos de sus escritos de la cárcel algunos párrafos que podrían resumir su pensamiento y aclarar y precisar el contenido de su expresión “hay que vivir como si Dios no existiese”, que lejos de significar un posicionamiento ateo o negación de Dios, es una afirmación del Dios que se nos manifiesta a través de toda la Biblia y principalmente en Jesús de Nazaret.
“La Ilustración condena al hombre a resolver todas las cuestiones importantes, no solo las científicas y artísticas, sino también éticas e incluso religiosas, sin apelar a la hipótesis Dios. No se trata de negar a Dios, sino de afirmar su inutilidad.”
“Las personas religiosas hablan de Dios cuando el conocimiento humano no da más de sí, o cuando fracasan las capacidades humanas. En realidad se limitan siempre a ofrecer un “deus ex machina”, al que sacar a relucir para que solucione los problemas insolubles…Pero yo no quiero hablar de Dios en los límites, sino en el centro, no en las debilidades, sino en la fuerza, es decir, no a la hora de la muerte y de la culpa, sino en la vida y en lo bueno del hombre. En los límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin solución lo insoluble”
“No podemos ser honestos sin reconocer que es necesario que vivamos en este mundo etsi Deus non daretur...El nos hace saber que es preciso que vivamos como seres humanos que llegar a vivir sin Dios. El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo “Dios” es aquel ante el cual estamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios se deja desalojar del mundo y clavar en la cruz. Dios es impotente y débil en el mundo, y solo así está en nosotros y nos ayuda…Mateo 8,17 nos indica claramente que Cristo nos ayuda no por su omnipotencia sino por su debilidad y sufrimientos”.
He aquí la diferencia decisiva de todas las demás religiones. La religiosidad del ser humano le remite en su miseria al poder de Dios en el mundo: Dios es el “deus ex machina”. La Biblia le remite al sufrimiento y a la debilidad de Dios. Solo el Dios sufriente puede ayudar. En este sentido se puede decir que la evolución del mundo hacia la edad adulta, haciendo tabla rasa de una falsa imagen de Dios, libera la miseria del ser humano para dirigirla hacia el Dios de la Biblia que adquiere su poder y su lugar en el mundo por su impotencia”.
Bonhoeffer confesaba desde la cárcel que Frente “a las personas religiosas, con frecuencia, no me atrevo a pronunciar el nombre de Dios, porque tengo la sensación de producir un sonido falso y no muy honesto. Frente a personas no religiosas, por el contrario, puedo nombrar a Dios ocasionalmente con toda tranquilidad y como algo que cae de su peso”.
Está claro que este lenguaje de Bonhoeffer, luchador en primera fila y mártir del nazismo, choca frontalmente con el lenguaje de Ratzinger, cuya trayectoria frente al nazismo dista mucho de ser tan vehemente y decidida como la del pastor de la Iglesia de la Confesión…Y sin duda la tensión del ser humano y de su espíritu al enfrentarse a una muerte violenta como la que le tocó a Bonhoeffer ayudan a alcanzar las verdades en toda su profundidad.
Las citas están extraídas del libro “Resistencia y sumisión-Cartas y apuntes desde el cautiverio” que recoge los escritos de Bonhoeffer desde la cárcel. Está editado por Ediciones Sígueme. Salamanca 2008.
Asimismo puede consultarse un estudio de la teología de Bonhoeffer escrito por Arnaud Corbic, titulado Cristo,Señor de los no religiosos, en Internet, Biblioteca de Koinonia

Fuente: ECUPRES&CRISTIANET

lunes, 23 de enero de 2012

FE REFORMADA Y SACERDOCIO UNIVERSAL

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México

Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol (apóstolon) y sumo sacerdote (arjieréa) de la fe que profesamos. Hebreos 3.1, Reina-Valera Contemporánea

1. Jesucristo, único sumo sacerdote
La carta a los Hebreos es una especie de carta magna y suma teológica, a la vez, acerca del sacerdocio único de Jesucristo a favor de la humanidad. Visto así, sus grandes y solemnes afirmaciones sobre el papel mediador de Jesucristo para encarnar de forma absoluta el sacerdocio antiguo, superarlo de una vez por todas y establecer una nueva forma de relación con Dios sólo a través de él, constituyen un auténtico tratado sobre el sacerdocio universal aplicado a los integrantes de la iglesia. Revisemos sólo algunas de ellas: “Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos” (3.1); “Por lo tanto, y ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, retengamos nuestra profesión de fe.” (4.14); “Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que ese honor se lo dio el que le dijo: ¿Tú eres mi Hijo,/ yo te he engendrado hoy’…” (5.5); “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que el sumo sacerdote que tenemos es tal que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en los cielos.” (8.1); y “…porque Cristo no entró en el santuario hecho por los hombres, el cual era un mero reflejo del verdadero, sino que entró en el cielo mismo para presentarse ahora ante Dios en favor de nosotros.” (9.24).
Cuando esta epístola afirma de manera tajante: “Porque al cambiar el sacerdocio, también se tiene que cambiar la ley” (7.12), estamos delante de una transformación revolucionaria que afectaría radicalmente el equilibrio de fuerzas dentro del esquema salvífico y de representación religiosa, pues el cambio en el sacerdocio implicaba una nueva manera de relacionarse con el Dios del pacto antiguo. Esto quiere decir que no solamente nacía una “nueva religión” sino que, además, se abrogaba cualquier privilegio que los seres humanos dedicados a la práctica profesional de la religiosidad pudieran tener como representantes de la divinidad en este mundo. El aspecto ético y espiritual de esta situación fue planteado por Juan Calvino en su crítica al sacerdocio católico-romano:
¿Cómo podrían ostentar y ejercer el título y derecho del sacerdocio, siendo objeto de abominación ante los ojos de Dios por sus pecados, si no quedaran consagrados en su oficio por la santidad de su Cabeza? Por ello san Pedro, admirablemente acomoda las palabras de Moisés, enseñando que la plenitud de la gracia, que los judíos solamente hablan gustado en el tiempo de la Ley, ha sido manifestada en Cristo: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio” (1 P 2.9). Pues la acomodación de las palabras de Moisés tiende a demostrar que mucho más alcanzaron por el Evangelio aquellos a los que Cristo se manifestó, que sus padres; porque todos ellos están adornados y enriquecidos con el honor sacerdotal y real, para que, confiando en su Mediador, se atrevan libremente a presentarse ante el acatamiento de Dios. (Institución de la religión cristiana, II, vii, 1).
En su comentario a Hebreos el reformador subraya continuamente la percepción de que la superioridad del sacerdocio único de Cristo funda nuevas relaciones con Dios como salvador y relativiza por completo todo lo sucedido anteriormente en el sentido de que la práctica religiosa sacerdotal judía (y de todo otro tipo) ha quedado obsoleta ante la supremacía de la mediación de Jesucristo, por lo que cualquier supuesta acción vicaria queda sometida al escrutinio divino y al juicio derivado de los logros redentores del enviado por el propio Dios. En la Institución agrega:
Por eso Cristo, para cumplir con este cometido, se adelantó a ofrecer su sacrificio. Porque bajo la Ley no era lícito al sacerdote entrar en el Santuario sin el presente de la sangre; para que comprendiesen los fieles que, aunque el sacerdote fue designado como intercesor para alcanzar el perdón, sin embargo Dios no podía ser aplacado sin ofrecer la expiación por los pecados. De esto trata por extenso el Apóstol en la carta a los Hebreos desde el capítulo séptimo hasta casi el final del décimo. En resumen afirma, que la dignidad sacerdotal compete a Cristo en cuanto por el sacrificio de su muerte suprimió cuanto nos hacía culpables a los ojos de Dios, y satisfizo por el pecado. (IRC, II, xv, 6)
Así, lo que se deriva de todo esto es que cada creyente será responsable de acudir a ese único sumo sacerdote para acercarse a Dios en busca de la salvación y, con ello, de recibir también un encargo, misión o llamado al servicio.
2. Fe reformada y nueva praxis del sacerdocio universal
Cuando la Reforma Protestante comenzó su segunda etapa, justamente la que proyectaría su impacto en la civilización religiosa y en estructura socio-política del siglo XVI, el ímpetu con que la tradición reformada iniciada en Suiza por Ulrico Zwinglio y desarrollada después por Calvino y otros teólogos y dirigentes logró consolidar sus bases bíblicas y teológicas. Una de ellas, precisamente la afirmación y práctica del sacerdocio universal de todos los creyentes adquirió particular importancia. De ahí que puede decirse que esta doctrina es una afirmación central de la Reforma, tanto luterana como calvinista (Baubérot y Willaime) y que su práctica, a pesar de la posterior clericalización de las iglesias protestantes, fue un redescubrimiento fundamental que influiría en el surgimiento de los impulsos democráticos dentro y fuera de las iglesias reformadas.
El profesor católico húngaro-francés Alexandre (Sándor) Ganoczy, uno de los mayores especialistas en el pensamiento de Calvino, destaca que éste aborda el tema del sacerdocio universal como parte de su redefinición del sacerdocio en la Nueva Alianza, junto al rechazo total de la institución papal y el establecimiento del ministerio evangélico.[1] Calvino trabajó ese asunto desde la primera edición de la Institución de la Religión Cristiana (1536), donde critica el doble abuso del clero romano, “que se aplican exclusivamente el nombre ‘clérigos’ (clerus) y se aprovechan para asegurar la dominación de los fieles”.[2] Prosiguió afirmando que que el sacerdocio no es una casta separada y que el testimonio bíblico del propio apóstol Pedro (en I P 5), quien no se atribuyó ninguna prerrogativa, subraya la atribución sacerdotal de todo el pueblo de Dios. Este apóstol se dirigió a toda la iglesia para hacer partícipes a todos del sacerdocio del Señor. Calvino afirma que en Cristo “todos somos sacerdotes para ofrecer alabanzas y acciones de gracias, en suma, para ofrecernos a Dios y asimismo todo lo que es nuestro”.[3] Este pasaje, explica Ganoczy, fue suprimido en la edición de 1543 y no apareció después, quizá debido a que Calvino evolucionó hacia la necesidad de promover un encargo ministerial en la iglesia que pudiera contrarrestar las ideas y prácticas anabaptistas.
Finalmente, la lectura y aplicación de los diversos pasajes bíblicos lleva a Calvino a concluir en su obra mayor que el sacerdocio de todos los fieles es la realidad comunitaria deseada por Dios para dar forma a una iglesia más consecuente con sus designios igualitarios y superar definitivamente el “corporativismo”, aunque sin sentar las bases de un individualismo egoísta o aislacionista:
El sacerdocio pertenece a todo cristiano
[…] Aunque el pueblo de Dios estaba bajo la doctrina infantil de la Ley, sin embargo los profetas declaraban con suficiente claridad que los sacrificios externos encerraban en si una sustancia y verdad que perdura actualmente en la Iglesia cristiana. Por esto David pedía que subiese su oración delante del Señor como incienso (Sal 144.2). Y Oseas llama a la acción de gracias “ofrenda de nuestros labios” (Os 14.2); como David en otro lugar los llama “sacrificios de justicia” (Sal 51.19); ya su imitación, el Apóstol manda ofrecer a Dios sacrificios de alabanza; lo cual Él interpreta como “fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb 13.15).
No es posible que este sacrificio no se halle en la Cena de nuestro Señor, en la cual, cuando anunciamos y recordamos la muerte del Señor, y le damos gracias, no hacemos otra cosa sino ofrecer sacrificios de alabanza. A causa de este oficio de sacrificar, todos los cristianos somos llamados “real sacerdocio” (1 Pe. 2.9); porque por Jesucristo ofrecemos sacrificios de alabanza a Dios; es decir, el fruto de los labios que honran su nombre, como lo acabamos de oír por boca del Apóstol. Porque nosotros no podríamos presentarnos con nuestros dones y presentes delante de Dios sin intercesor. Este intercesor es Jesucristo, quien intercede por nosotros, por el cual nos ofrecemos a nosotros y todo cuanto es nuestro al Padre. Él es nuestro Pontífice, quien, habiendo entrado en el santuario del cielo, nos abre la puerta y da acceso; Él es nuestro altar sobre el cual depositamos nuestras ofrendas; en Él nos atrevemos a todo cuanto nos atrevemos. En suma, Él es quien nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios su Padre (Ap 1.6). (IRC, IV, xviii, 17)
En suma, que el espíritu general de la Reforma y especialmente en la vertiente calvinista es el de reconocer cómo Dios mismo ha abierto la puerta al sacerdocio, al servicio fiel y constante, a todos los hombres y mujeres dispuestos a experimentar una relación estable con Él, mediada únicamente por Jesucristo y en el ejercicio de una responsabilidad cada vez más madura y consciente de las exigencias del Evangelio. Ése es el llamado al sacerdocio universal más autpéntico.
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[1] A. Ganoczy, “La question du sacerdoce dans l’Eglise”, en Calvin: théologien de l’Eglise et du ministère. París, Les Éditions du Cerf, 1964, p. 243. Agradezco a mi amigo Luis Vázquez Buenfil el obsequio de este libro valiosísimo.
[2] Idem.
[3] J. Calvino, IRC (1541), cit. por A. Ganoczy, op. cit., pp. 244-245.

sábado, 21 de enero de 2012

"Sólo un Dios nos puede salvar"

Por Leonardo Boff. Brasil.
Esta frase no viene de ningún papa, es de Martin Heidegger (1889-1976), uno de los más profundos filósofos alemanes del siglo XX, en una entrevista concedida al semanario Der Spiegelel 23 de septiembre de 1966, pero solamente publicada el 31 de mayo de 1976, una semana después de su muerte.
Heidegger siempre fue un atento observador de los destinos amenazadores de nuestra civilización tecnológica. Para él la tecnología, como intervención en la dinámica natural del mundo para beneficio humano, ha penetrado de tal manera en nuestro modo de ser que se ha transformado en una segunda naturaleza. 


Hoy en día no nos podemos imaginar sin el vasto aparato científico-técnico sobre el cual está asentada nuestra civilización, pero está dominada por una compulsión oportunista que se traduce en la fórmula: si podemos hacerlo, también nos es permitido hacerlo sin ninguna otra consideración ética. Las armas de destrucción masiva surgieron de esta actitud. Si existen, ¿por qué no usarlas?


Para el filósofo, una técnica así, sin conciencia, es la más clara expresión de nuestro paradigma y de nuestra mentalidad, nacida en los albores de la modernidad, en el siglo XVI, pero cuyas raíces se encuentran ya en la metafísica clásica griega.
Esta mentalidad se guía por la explotación, por el cálculo, por la mecanización y por la eficiencia aplicada en todos los ámbitos, pero principalmente en relación con la naturaleza. Esta comprensión ha entrado en nosotros de tal manera que consideramos la tecnología como la panacea para todos nuestros problemas. Inconscientemente nos definimos contra la naturaleza que debe ser dominada y explotada. Nosotros mismos nos hacemos objeto de la ciencia, al ser manipulados nuestros órganos y hasta nuestros genes. 


Entre ser humano y naturaleza se ha establecido un divorcio que se revela por la creciente degradación ambiental y social. El mantenimiento y la aceleración de este proceso tecnológico, según el filósofo, puede llevarnos a una eventual autodestrucción.
La máquina de muerte hace decenios que está ya construida. 


Para salir de esta situación no bastan los llamamientos éticos y religiosos, mucho menos la simple buena voluntad. Se trata de un problema metafísico, es decir, de un modo de ver y de pensar la realidad. Estamos en un tren que corre veloz sobre dos raíles; está yendo al encuentro de un abismo que hay más adelante y no sabemos cómo pararlo.
¿Qué hacer? Esa es la cuestión. 


Si quisiéramos, podríamos encontrar una mentalidad distinta en nuestra tradición cultural, en los presocráticos como Heráclito entre otros, que todavía veían la conexión orgánica entre ser humano y naturaleza, entre lo divino y lo terreno, y alimentaban un sentido de pertenencia a un Todo mayor.
El saber no estaba al servicio del poder sino de la vida y de la contemplación del misterio del ser. O en toda la reflexión contemporánea sobre el nuevo paradigma cosmológico-ecológico, que ve la unidad y la complejidad del único y gran proceso de la evolución, del cual todos los seres emergen y son interdependientes. Pero este camino nos es vedado por el exceso de tecnociencia, de racionalidad calculatoria y por los inmensos intereses económicos de los grandes consorcios que viven de este statu quo.


¿Hacia dónde vamos? En este contexto de indagaciones fue donde Heidegger pronunció esta famosa y profética sentencia: “La filosofía no podrá provocar directamente un cambio del estado presente del mundo. Y esto no es válido sólo para la filosofía sino también para toda actividad de pensamiento humano. Sólo un Dios puede aún salvarnos (Nur noch ein Gott kann uns retten). La única posibilidad que nos queda, en el pensamiento y en la poesía, es preparar nuestra disponibilidad para la manifestación de ese Dios o para la ausencia de Dios en tiempo de ocaso (Untergrund); dado que nosotros, ante el Dios ausente, vamos a desaparecer”
Lo que Heidegger afirma está siendo gritado también por notables pensadores, científicos y ecólogos. O cambiamos de rumbo o nuestra civilización pone en peligro su futuro. Nuestra actitud es de apertura a un adviento de Dios, esa Energía poderosa y amorosa que sustenta a cada ser y a todo el universo. Él podrá salvarnos. Esta actitud está bien representada por la gratuidad de la poesía y del libre pensar. Y como Dios, según las Escrituras, es “el supremo amante de la vida” (Sabiduría 11,24), esperamos que no permitirá un fin trágico para el ser humano. Éste existe para brillar, convivir y ser feliz.

Fuente: ECUPRESS& CRISTIANET

martes, 17 de enero de 2012

Padres católicos protestan contra 'Agenda Gay' de aceptación en las escuelas

Un grupo de padres católicos han desarrollado un grupo de oración, en un esfuerzo para evitar lo que ellos llaman un ataque de la agenda homosexual en sus escuelas públicas, diciendo que la inocencia de sus hijos está en riesgo.
Padres en Ontario, preocupados por la Equidad Dalton McGuinty y la política de Educación de Inclusividad, se reunieron la semana pasada para empezar iniciativas para prevenir que los ideales homosexuales se impongan a los salones de clase. "Me he enterado de que muchos católicos quieren hacer esto. Así que a partir de mañana todos vamos a rezar", dijo Kim Galvao de Concerned Parents of Ontario, a los padres en la reunión.
Ontario se convirtió en mayo en la última provincia de Canadá que adopta la política de McGuinty, que dice que las escuelas deben promover la aceptación de todas las "dimensiones de la diversidad", incluyendo a los estudiantes homosexuales y transexuales. Dice: "Las dimensiones de la diversidad incluyen, pero no se limitan a, ancestro, cultura, etnia, género, identidad de género, lenguaje, capacidad física e intelectual, raza, religión, sexo, orientación sexual y estatus socio-económico".
La política es parte de la Ley de Aceptación de las Escuelas que ha afirmado que los estudiantes son responsables de hacer comunidades más inclusivas para todas las personas, para incluir a "lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales, doble espíritu, intersexual, queer y personas cuestionables."
"Ellos no pueden venir y decirnos lo que debemos enseñar a nuestros hijos y decirles a nuestros hijos que está bien tener dos mamás o dos papás, y que las relaciones homosexuales, y que el sexo [fuera del matrimonio] no es un pecado", Jacquie Guerrón, presidenta de Roman Catholic Parents Coalition dijo al Washington Post en mayo, después de que la política fue aprobada.
"Tenemos que luchar por la inocencia de nuestros niños. Una vez que se ha ido no hay forma de recuperarla", dijo.
Los padres resolvieron en la reunión para iniciar la "Save the Children Campaign Rosario." Para la campaña, los padres se reúnen cada sábado para rezar por las cuestiones en las que dicen "los políticos les han fallado." Las oraciones se llevarán a cabo como sesiones abiertas y se dará la bienvenida a todos los padres para que participen. También anima a los padres que no puedan asistir a orar en su casa.
Un enfoque similar en las escuelas públicas fue sugerido esta semana en los Estados Unidos, cuando Future of Sex Education dio a conocer las "normas nacionales de educación sexual." Las normas se han desglosado por los diferentes grados, de kindergarten a grado 12. Una norma propuesta es que los estudiantes de tercer grado deben ser capaces de "definir la orientación sexual como la atracción romántica de una persona a alguien del mismo sexo o un género diferente."
Muchos padres encuentran que las normas propuestas interfieren con sus derechos y denunciaron que las normas también impulsan una agenda homosexual en las escuelas públicas.

Fuente : Christian Post

domingo, 15 de enero de 2012

EL SACERDOCIO UNIVERSAL SEGÚN LUTERO

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México

Sólo hay un Dios, y sólo hay uno que puede ponernos en paz con Dios: Jesucristo, el hombre.
Timoteo 2.5
1. Base bíblica de los documentos de 1520
El movimiento de transformación y reconstrucción eclesiástica y social iniciado por Martín Lutero en Alemania colocó en el horizonte de los cambios necesarios la recuperación de una de las más antiguas enseñanzas bíblicas: el sacerdocio amplio, universal, de cada creyente, es decir, su responsabilidad delante de Dios para definir el rumbo de su salvación y a partir de la realización, únicamente por la gracia divina recibida por la fe, de la justificación, el acto supremo mediante el cual el único sacerdote , Jesucristo, consigue la declaración de inocencia por parte de Dios. Este proceso divino-humano lo enseña, evidentemente, el Nuevo testamento en diversos lugares, pero desde la antigüedad se atisbó la posibilidad de que las personas, individual y colectivamente, asumieran una responsabilidad, delante del Dios de la alianza, que fuera más allá de las acciones de intermediación llevadas a cabo por algún linaje sacerdotal. Se entendería, así, que el mismo surgimiento de éste tendría sólo un carácter provisional, pero lamentablemente la mentalidad sacerdotal y el temor del pueblo a tratar directamente con lo sagrado ocasionó que se cayera en la dependencia de la labor religiosa de un clero que de manera normal se institucionalizó, alejando a los creyentes de su responsabilidad.
En los tiempos de Lutero, la situación era muy similar, pues como afirma Humberto Martínez: “La gente necesitaba una religión clara, razonablemente humana y dulcemente fraternal que le sirviera de luz y apoyo, sobre todo a la naciente burguesía comercial, a la población de la nueva civilización urbana que afirmaba un cierto sentimiento nacional, laico e individualista. La Iglesia no ofrecía a los hombres de la época este tipo de religión. A los pobres, superstición y magia; a los estudiosos, doctrina de teólogos decadentes. Superstición en los de abajo; aridez espiritual en los de arriba: escolástica descarnada y lógica formal”.[1] En suma, la Iglesia, en su vertiente institucional, había asumido toda la responsabilidad que las Escrituras asignaban a las personas y les imponía a éstas una carga religiosa, psicológica y económica que sustituyó perniciosamente el compromiso de velar por su fe, su salvación y la marcha de la Iglesia. Por ello, Lutero después de redescubrir la realidad de la justificación, dio el paso hacia adelante:
La idea del sacerdocio universal de todos los creyentes se puede deducir, de alguna manera, del principio de la justificación por la sola fe. Si la fe es un don que Dios otorga a cada uno y a quien él quiere, no se necesitan los intermediarios. El cristiano es el único que puede tener la certeza de su propia fe y ninguna persona especial, el sacerdote, puede ratificarla. Ahora bien, como todos pueden, en principio, recibir la gracia de Dios y tener su propia certeza, todos somos, desde este punto de vista, iguales ante Dios. A todos nos corresponde seguir sus instrucciones, las que nos dejó en sus Escrituras, la expresión material de su Palabra. A todos por igual está abierto el libro sagrado que es, en su enseñanza básica, claro y no requiere de interpretaciones exteriores a él. En él se nos dice que todos tendrán un mismo bautismo, un Evangelio, y una fe, pues sólo éstos hacen a los hombres cristianos.[2]
En dos de sus importantes documentos de 1520, A la nobleza cristiana de la nación alemana acerca del mejoramiento del Estado cristiano y La cautividad babilónica de la Iglesia, Lutero aborda el asunto del sacerdocio de todos los creyentes. En el primero afirma tajantemente que no hay diferencia entre cristianos: “a no ser a causa de su oficio”, de tal manera que no hay una clase especial llamada “sacerdotal”, como han inventado los romanos, y otra “secular”.
De ello resulta que los laicos, los sacerdotes, los príncipes, los obispos y, como dicen, los “eclesiásticos” y los “seculares” en el fondo sólo se distinguen por la función u obra y no por el estado, puesto que todos son de estado eclesiástico, verdaderos sacerdotes, obispos y papas, pero no todos hacen la misma obra, como tampoco los sacerdotes y monjes no tienen todos el mismo oficio. Y esto lo dicen San Pablo y Pedro, como manifesté anteriormente, que todos somos un cuerpo cuya cabeza es Jesucristo, y cada uno es miembro del otro. Cristo no tiene dos cuerpos ni dos clases de cuerpos, el uno eclesiástico y el otro secular. Es una sola cabeza, y ésta tiene un solo cuerpo.
Del mismo modo, los que ahora se llaman eclesiásticos o sacerdotes, obispos o papas, no se distinguen de los demás cristianos más amplia y dignamente que por el hecho de que deben administrar la palabra de Dios y los sacramentos. Esta es su obra y función. […] No obstante, todos son igualmente sacerdotes y obispos ordenados, y cada cual con su función u obra útil y servicial al otro, de modo que de varias obras , todas están dirigidas hacía una comunidad para favorecer al cuerpo y al alma, lo mismo que los miembros del cuerpo todos sirven el uno al otro.[3]
Para él, todos los cristianos pertenecen a la clase sacerdotal y para apoyar esta afirmación recurrió a los apóstoles Pablo (I Co 12.12, “Todos juntos somos un cuerpo, del cual cada miembro tiene su propia obra, con la que sirve a los demás”) y Pedro (I P 2.9, “Sois un sacerdocio real…”). “Tomada literalmente esta tesis y acompañada de la certeza individual del creyente sobre su fe, se desprende la inoperancia de toda jerarquía eclesiástica, de la Iglesia …pero Lutero, quien institucionalizará su doctrina en forma de Iglesia, llega a aceptar que el magisterio es necesario entre los creyentes y la misma comunidad deberá nombrar a los más aptos de entre ellos. Pero es solamente el oficio, el cargo y la obra lo que los distinguiría, no una ‘condición especial’”.[4]
En el segundo, Lutero subraya, en abierta polémica con la doctrina católica del orden:
¿Hay algún padre antiguo que sostenga que los sacerdotes fueron ordenados en virtud de las palabras citadas? ¿De dónde proviene entonces esa interpretación novedosa? Muy sencillo: con este artificio se ha intentado plantar un seminario de implacable discordia, con el fin de que entre sacerdotes y laicos mediara una distinción más abisal que la existente entre el cielo y la tierra, a costa de injuriar de forma increíble la gracia bautismal y para confusión de la comunión evangélica. De ahí arranca la detestable tiranía con que los clérigos oprimen a los laicos. Apoyados en la unción corporal, en sus manos consagradas, en la tonsura y en su especial vestir, no sólo se consideran superiores a los laicos cristianos —que están ungidos por el Espíritu Santo—, sino que tratan poco menos que como perros a quienes juntamente con ellos integran la iglesia. De aquí sacan su audacia para mandar, exigir, amenazar, oprimir en todo lo que se les ocurra. En suma: que el sacramento del orden fue —y es— la máquina más hermosa para justificar todas las monstruosidades que se hicieron hasta ahora y se siguen perpetrando en la iglesia. Ahí está el origen de que haya perecido la fraternidad cristiana, de que los pastores se hayan convertido en lobos, los siervos en tiranos y los eclesiásticos en los más mundanos.
Si se les pudiese obligar a reconocer que todos los bautizados somos sacerdotes en igual grado que ellos, como en realidad lo somos, y que su ministerio les ha sido encomendado sólo por consentimiento nuestro, in-mediatamente se darían cuenta de que no gozan de ningún dominio jurídico sobre nosotros, a no ser el que espontáneamente les queramos otorgar. Este es el sentido de lo que se dice en la primera carta de Pedro (2.9): “Sois una estirpe elegida, sacerdocio real, reino sacerdotal”. Por consiguiente, todos los que somos cristianos somos también sacerdotes. Los que se llaman sacerdotes son servidores elegidos de entre nosotros para que en todo actúen en nombre nuestro. El sacerdocio, además, no es más que un ministerio, como se dice en la segunda carta a los Corintios (4.1): “Que los hombres nos vean como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios”.[5]
2. Los ministerios y el sacerdocio universal
“En consecuencia, ten la seguridad, y que así lo reconozca cualquiera que considere que es cristiano, que todos somos igualmente sacerdotes, es decir, que tenemos la misma potestad en la Palabra y en cualquier sacramento”, escribió Lutero,[6] afirmando así el sacerdocio universal de los creyentes. Siguiendo a Baubérot y Willaime, podemos afirmar que el sacerdocio universal es una afirmación central de la reforma tanto luterana, como calviniana, y que esta concepción hace sacerdotes a todos por el bautismo es una aportación revolucionaria: se trastornó la economía del poder en los grupos religiosos y entregar derechos importantes a los laicos, pues la distinción misma clero-laicos es puesta en duda. No solamente el protestantismo rechazó el magisterio romano sino que rechazó también dejar la Iglesia en manos de unos clérigos que tienen el poder exclusivo de decidir…[7]
Se introdujo, así, potencialmente, la democracia a la iglesia, pues todo creyente bautizado tiene el mismo poder religioso que los demás. Mediante la eliminación de todo el poder religioso asignado a las autoridades eclesiásticas, y luego a los pastores, “la Reforma abrió el espacio eclesial a una discusión permanente sobre la fe cristiana e hizo virtualmente de todo lector de la Biblia un teólogo con la misma legitimidad que otro”.[8] De ahí que se ha llegado a decir que el protestantismo dio lugar a una “religión de laicos” (E. Troeltsch). O como explica Norberto Bertón: “Para Lutero la presencia ‘sacerdotal’ de todos los creyentes —una presencia activa y operativa— contribuye a la dedicación del mundo entero a su Señor, en un servicio al plan evangélico de salvación. […] El sacerdocio universal de los creyentes nestablece un puente para la dedicación del mundo que converja en un servicio cósmico efectivo. […] Todos son sacerdotes; una verdadera revolución eclesiológica. Una sacerdotalización de la totalidad; hizo laicos a los curas, ya los laicos curas interiores”.[9] Pero también el protestantismo se clericalizó progresivamente y el sueño del sacerdocio universal tomó el rumbo que combatió originalmente:
Sin embargo, una cosa es lo que expresa la doctrina y otra lo que se experimenta en la vida real. En verdad, el clericalismo no murió: sobrevivió sobre otras bases. Se abrió una nueva fuente de servicios a la religiosidad, la de los dispensadores de la doctrina correcta, la de los que manejaban el arte de predicar la Biblia y alentar la fe. El conocimiento de la Biblia requería de dedicación, de estudios en seminarios y universidades. Surge así con fuerza el profesionalismo religioso. El ministro protestante recupera mucho de la aureola de santidad del antiguo sacerdote, su autoridad se establece en las nuevas estructuras de las iglesias, que son controladas por los nuevos clérigos, y el sacerdocio universal de los creyentes se convierte en otra página mojada del ideario protestante.
Por supuesto que no hay nada en contra del profesionalismo. En definitiva, todos los adelantos en los campos de la cultura y el saber se han debido a la consagración, en áreas específicas, de personas con vocación. La Iglesia ha necesitado de profesionales, de músicos, de teólogos, maestros y predicadores, y gracias a Dios por estos. El problema radica en el ejercicio del poder en la iglesia, cuando por conocer un poco más de teología o tener más habilidad para hablar en público, ejercemos estos dones, no para servir, sino para erigirnos en autoridad controladora de los demás. Así surgen las iglesias pastor-céntricas.[10] Ésa es la razón de seguir reflexionando sobre el tema y buscar las alternativas eclesiológicas prácticas que retomen y apliquen el ideal bíblico y reformador.

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[1] H. Martínez, “Prólogo”, en Martín Lutero, Escritos reformistas de 1520. México, sep, 1988, p. 12.
[2] Ibid., p. 19.
[3] M. Lutero, “A la nobleza cristiana…”, pp. 33-34.
[4] H. Martínez, op. cit., p. 20.
[5] M. Lutero, “La cautividad babilónica…”, pp. 216-217. Énfasis agregado.
[6] M. Lutero, “La cautividad babilónica de la Iglesia”, en Escritos reformistas de 1520…, op. cit., p. 221.
[7] J. Beaubérot y J.-P. Willaime, “Ministerio y sacerdocio universal”, en ABC du protestatisme. Ginebra, Labor et Fides, 1990, p. 121.
[8] Ibid., pp. 121-122.
[9] N. Bertón, “El sacerdocio universal de los creyentes”, en Lutero ayer y hoy. Buenos Aires, La Aurora, 1984, pp. 71, 75. Énfasis original.
[10] F. Rodés, “El ideal ideal frustrado de la Reforma Protestante: el sacerdocio universal de los creyentes”, en Signos de Vida, CLAI, núm. 41, septiembre de 2006,
www.clailatino.org/Signos%20de%20Vida%20—%20Nuevo%20Siglo/sDv41/ideal%20frustrado.htm.

sábado, 14 de enero de 2012

Todos los ojos miran a Tim Tebow, de fe protestante, el Messi del deporte americano

Nadie le iguala en popularidad en la NBA, la Major League o la NHL. El ‘quarterback’ de los Denver Broncos es un referente social... y espiritual.
COLORADO, USA.
En el final de su segunda temporada como profesional, Tim Tebow se ha convertido en la estrella mediática más seguida en Estados Unidos. Nadie le supera, ni en la NBA, ni en la Major League ni en la NHL. El ‘quarterback’ de los Denver Broncos es un referente por su ética de trabajo, su actitud en el campo, y sobre todo, por su fe en Dios como cristiano evangélico .
Hijo de misioneros protestantes, a Tim Tebow le acaban de nombrar como el “Deportista más popular” del pasado mes de diciembre. Según la encuesta que lleva a cabo mensualmente la televisión deportiva por excelencia, ESPN , Tebow supera incluso a la súper-estrella del baloncesto, Kobe Bryant. La NFL, por su parte, le ha dedicado un especial en su página web .
El interés alrededor de este jugador de fútbol americano ha crecido por su inmensa progresión deportiva, pero también por su carácter. Tebow nació en las Filipinas, donde sus padres estaban sirviendo como misioneros bautistas. Uno de los detalles que más ha trascendido de su historia es que su madre decidió no abortar aún cuando se lo recomendaron por el riesgo que ella misma y el bebé corrían al ser tratada por una importante infección. La historia de ese niño sano pese a los malas previsiones y que después se convertiría en jugador de la NFL ha inspirado a muchas personas y el propio jugador ha protagonizado mensajes pro-vida junto a organizaciones como la cristiana Focus on the Family.
Además, en los últimos meses, todos los críticos que le apuntaban como poco más que un fanático religioso han tenido que reconocer la evidencia de que se ha convertido en el líder incontestable de su equipo . “No tiene precisión en los pases” o “no sabe correr” son críticas que aún ahora se oyen sobre el jugador, pero nadie niega ya que ha sido el artífice de remontadas espectaculares en varios partidos que parecían perdidos para su equipo. Los Denver Broncos no se cuentan entre los favoritos, pero siguen en los play-offs.
LA CIFRA 3.16 Y EL TEBOWING
Después de que el jugador llegara a 316 yardas en pases durante el último partido y a una media de de 31,6 yardas por pase completado, la conversación mediática alrededor del jugador aún ha crecido más. La coincidencia de las estadísticas con los números del versículo Juan 3:16 fue el tema de conversación en las tertulias post-partido . “Sus estadísticas hablan tanto de su fe como sus palabras” , comentaba un periodista. El jugador suele escribirse esa misma referencia sobre la típica mancha negra que los jugadores de fútbol americano se pintan debajo de los ojos. El lunes, tras la curiosa coincidencia de las cifras, “John 3:16” se convirtió por muchas horas en uno de los tres términos más buscados en Google.
Tebow no tiene problemas para mostrar su fe en Cristo ante las cámaras, y lo hace con naturalidad. Uno de sus gestos más comunes sobre el terreno de juego es doblar una rodilla, apoyar la otra sobre el suelo, y orar brevemente. El gesto ya ha sido bautizado como “Tebowing”. Lo copian ahora niños y jóvenes en todo el mundo, e incluso se ha creado una página web de fans que le imitan.
DEBATE Y PRESIÓN
Entre los propios cristianos evangélicos de Estados Unidos, ha surgido la duda sobre cómo tratar el fenómeno Tebow . A diferencia de otras celebridades que se llaman cristianos a sí mismos, Tim sí parece tener una vida íntegra y su exposición a los medios sólo ha ayudado a confirmar aún más claramente que sus palabras cuadran con sus actos.
La mayoría de los evangélicos consideran que la figura de Tebow favorece a la imagen pública de los cristianos evangélicos y debería ser apoyado como un modelo de vida cristiana. Otros recuerdan, sin embargo, que no deja de ser un humano más. Ponerle en un pedestal, opinan, sería negativo , especialmente si a lo largo de su carrera comete errores que arruinaran su imagen.
La presión para conseguirlo seguirá allí. Una de las ideas que más comentarios jocosos ha levantado en la NFL han sido sus declaraciones en las que insiste en su intención de llegar virgen al matrimonio . Entre las reacciones desafiantes está la de una modelo de la revista Playboy , que ha dicho que “es un bombón, es emocionante que sea virgen”, y asegura que su objetivo será conseguir que Tebow pierda esa virginidad.
REPUBLICANOS BUSCAN SU APOYO
Incluso los políticos estadounidenses se han interesado por Tebow . Según ha reconocido el propio jugador, varios candidatos de las primarias republicanas que se están celebrando en este inicio de año en Estados Unidos le han pedido su apoyo. Conscientes de su capacidad de influencia y de su aceptación entre los votantes evangélicos , varios han intentado contactarle con el fin de incluirle en su campaña política.
Un anuncio televisivo de Michelle Bachmann , que ahora ya se ha retirado de la carrera electoral, le mencionaba: “Se podría decir de Bachamnn lo mismo que de Tebow: ‘no tiene trayectoria, es Cristiana, y como Tebow, sigue luchando y sigue ganando apoyos’”.
También Rick Perry , gobernador de Texas, ha intentado aprovecharse de la ola de popularidad del jugador. “Espero ser el Tim Tebow de los caucases de Iowa”, dijo antes de que empezaran las primarias.
LA AUTENTICIDAD COMO PRUEBA
Muy posiblemente los Denver Broncos no conseguirán ganar el título este año. Pero el impacto de Tebow, más allá de lo deportivo, ya ha sido enorme. Como lo define una aficionada del equipo en el diario Christian Post, “la gente quiere saber qué es lo que hace que Tebow esté tan emocionado. Creo que lo bonito de él es que sabes dónde está y qué es lo que cree , pero no sale a exigir a sus fans que lean la Biblia, vayan a la iglesia o den sus ingresos a Ongs. No es la enseñanza evangélica sofocante que hace que mucha gente no quiera saber nada de la religión, sino que es una fe mostrada a través de su ejemplo que te hace pensar si es posible que detrás de él haya algo más que sería interesante descubrir”.

Fuentes:NFL, Christian Post, ESPN, Sky News, 442.
Autores: Joel Forster
© Protestante Digital 2011

viernes, 13 de enero de 2012

Mensaje Petróleo por la sangre de Muamar Gadafi

Por. Obed Juan Vizcaíno Nájera, Venezuela

En estos tiempos de dificultad económica, no debería ser pedir demasiado, a un país de la riqueza y recursos de Libia, que pague su parte de la cuenta” (Daniel Kawczynski)
Las mascaras se caen, ya Europa y los Estados Unidos comienzan a reclamar a Libia el precio de la “acción humanitaria” de la OTAN. La Sangre de Gadafi y de miles de de sus seguidores debe ser saldada con el petróleo libio, que fluirá libremente para la Europa occidental y los Estados Unidos. Derrotar y acabar con Gadafi era un paso necesario que anuncia premonitoriamente la invasión a Irán. Es por eso que se reafirma que ninguna acción militar de las potencias de occidente es espontanea o en defensa de las democracias árabes ni de ninguna parte del mundo.
La inminente desestabilización de la política y la encomia siria, obedece a los planes previos a la invasión a Irán. Por las fronteras iraquíes y turcas están entrando mercenarios árabes y latinoamericanos que están armando a sectores de oposición sirios y programando atentados contra las instituciones públicas de este país árabe. Por esas mismas fronteras turco-iraquí entraran las tropas y vuelos de la OTAN e israelíes desde el mediterráneo utilizando las costas y el territorio sirio.
Es asombroso ver como las grandes potencias occidentales se hacen de la vista gorda de aquellos regímenes árabes aliados, que en muchas décadas no han dado libertades democráticas a sus ciudadanos, pero que sin embargo atacan a Siria después de haber atacado a libia con los resultados que ya conocemos. Esta es una estrategia muy característica de las potencias imperialistas y colonialistas. Así hicieron con los regímenes militares en América latina en las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado.
Entre 600 los 1250 millones de libras esterlinas consistió la inversión del Reino Unido en el derrocamiento de Gadafi, sin contar la inversión que hizo cada país que participó en la operación contra el pueblo de Libia. La lógica capitalista estuvo presente en esta acción militar y genocida contra el gobierno de Gadafi, se invirtió en la muerte para sacar ganancias en exceso. El Consejo Nacional de Transición libio, está sirviendo en bandeja de plata a toda la nación siguiendo la premisa imperialista que la guerra es un negocio productivo.
Según el diputado conservador Daniel Kawczynski, presidente de la comisión parlamentaria británica sobre Libia, el Reino Unido debería ser el primero en beneficiarse para recuperar los millones de libras gastados en la intervención militar: “En estos tiempos de dificultad económica, no debería ser pedir demasiado, a un país de la riqueza y recursos de Libia, que pague parte de la cuenta”.
En estas nuevas cruzadas de las potencias occidentales, los lugares santos no son religiosos, son económicos. Se pelea por los recursos de los países que una vez fueron colonias europeas y que por un giro del destino poseen las grandes reservas de recursos naturales, tan necesarios para mantener el consumismo desmedido en los países desarrollados. También cuentan los países neocolonialistas en los países candidatos a invasiones, con el apoyo de grupos políticos, económicos y sociales que sin ningún sentimiento de lealtad o de patriotismo venden sus fidelidades por un puñado de monedas y beneficios económicos y sociales.
Recientemente, el viernes 6 de Enero 2012, decía Nuri Berruien, presidente de la Compañía Nacional de Petróleo de Libia, en Doha (Qatar): “Favoreceremos a nuestros amigos cuando otorguemos los contratos de explotación de las reservas de petróleo de Libia”. Al contrario con lo que supuestamente sucede con Venezuela y los países miembros de Petrocaribe, esto no causa ningún eco ni escándalos en las grandes trasnacionales de la información.
Comienzan a caerse las mascaras, se inicia el baile de los millones, Libia y su actual Consejo Nacional de Transición comenzaran el largo camino de la recolonización y repartición del territorio libio. La pérdida de la soberanía nacional como ha pasado en Irak y Afganistán será la característica de la Nueva Libia o quizás deberíamos llamarla Tripolitanita o Cirenaica como la había nombrado en tiempo del imperio romano el emperador Diocleciano.
Ahora el emperador es otro, Barack Obama, y también funciona como en tiempo de Diocleciano otra más poderosa y mortal tetrarquía, formada por los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania, la cual cuenta con un brazo armado como lo es la todopoderosa OTAN. A la fuerza están imponiendo un régimen militar-policial mundial y unipolar, en el cual solo se cumpla la voluntad de las grandes potencias noratlánticas.

Fuente: Obed Juan Vizcaíno Nájera.
Obedvizcaino@gmail.com
Maracaibo- Venezuela

miércoles, 11 de enero de 2012

ENLACE NO ES UN CANAL CRISTIANO SINO UN NEGOCIO

Por. Luis Eduardo Cantero, Argentina.


Me alegra que muchos se han dado cuenta de la gran estafa que producen estos programas; pero, no solo alli sino también en muchas iglesias cristianas renovadas de corte tradicional (Bautistas, presbiterianas, metodistas u otras), han aprendido de estos estafadores hacer lo mismo con los hermanos. ¿Hasta cuando nuestras iglesias despertarán y levantarán sus voces en contra de los mercaderes de las indulgencias de hoy?, necesitamos despertar un espiritu reformador para contrarestar estos males que circulan nuestra socieda cristiana. Lees invito a reflexionar a través de estos vidios:


Evangélicos (Pastores multimillonarios)

EVANGÉLICOS (¡ Quiero tu dinero, más, más, y mucho más!)

falsos cristianos al descubierto--- enlace y su casa de mercado---¡¡vaya changarrito!! 2 Ped 2:1-3

lunes, 9 de enero de 2012

RAÍCES BÍBLICAS DEL SACERDOCIO DE TODOS/AS LOS CREYENTES

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.

Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.
Éxodo 19.6a

1. Éxodo: un pueblo de sacerdotes
La idea y eventual práctica de un sacerdocio amplio, universal, entre todos los creyentes en el Dios de Jesús de Nazaret no surgió con Lutero ni en la época de la Reforma protestante, pues lo que ésta hizo fue rescatar la propuesta divina de crearse para sí un pueblo entero compuesto de sacerdotes, es decir, de personas maduras y responsables de su relación con el pacto establecido por Dios con ellos/as. Así aparece con toda claridad en el pasaje de Éxodo 19, cuando, luego de tres meses de peregrinaje, el contingente del pueblo hebreo que había salido de Egipto guiado por Moisés arribó al desierto del Sinaí. Luego de que él “subió” ante Yahvé (v. 3a) y de que éste le recordara lo sucedido hasta ese momento, la última parte de lo expuesto a Moisés consiste precisamente en la afirmación de la elección divina, la celebración del pacto con el pueblo (v. 5) y la voluntad de que los hebreos sean “un reino de sacerdotes y de gente santa” (6a). Se trataba de un momento muy solemne pues inmediatamente después de que Moisés refirió esta situación al pueblo y de que éste aceptó las nuevas indicaciones, el texto narra que Yahvé anunció que se presentaría en “una nube espesa” a fin de que el pueblo escuchase el diálogo (v. 9). Lo que continúa son las instrucciones para la “consagración” del pueblo, el acto mismo y la presentación de los Diez Mandamientos.
Este relato contrasta bastante con la institución del oficio sacerdotal en Israel, el cual, como explica Roland de Vaux, era una “función” y no una “vocacion”, ni mucho menos un “carisma”, puesto que no son llamados ni elegidos como los profetas o los reyes. La época patriarcal ni siquiera conoció ese oficio y los patriarcas mismos, como cabezas de familia, eran quienes realizaban el sacrificio (Gn 22; 31.54; 46.1): “El sacerdocio no aparece sino en un estadio más avanzado de organización social, cuando la comunidad especializa a algunos de sus miembros para la custodia de los santuarios y el cumplimiento de ritos que poco a poco se van complicando”.[1] “El sacerdote heredó las prerrogativas religiosas del cabeza de familia de la época patriarcal”.[2] Por ello, esta visión renovadora del sacerdocio se complementa con el sueño o la utopía de Moisés de que todo el pueblo fuese profeta (Nm 11.29). Este ideal de un pueblo comprometido con la espiritualidad y la palabra divina lamentablemente nunca se cumplió.
2. Pablo y Hebreos: mediación y sacerdocio únicos de Jesús
Partiendo de la base de que los escritos del apóstol Pablo y la carta a los Hebreos tienen una visión del “sacerdocio de Jesús” completamente opuesta, pues mientras que él jamás aceptó esta idea y se refirió a Jesús como “único mediador (mesítes) entre Dios y los hombres” (I Tim 2.5), el argumento general de dicha epístola gira completamente alrededor de ese sacerdocio partiendo de la práctica del sacrificio vicario y de la sustitución acontecida en la cruz: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote (eleémon génetai kai pistós arjiereus) en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (2.17). Esta oposición teológica y doctrinal, lejos de causar alguna contradicción irresoluble y además de mostrar la pluralidad teológica del Nuevo Testamento manifiesta, por otro lado, una gran coincidencia, en continuidad con lo anunciado por el Éxodo, en el sentido de que la responsabilidad que tiene cada creyente en Jesucristo sobre su fe y espiritualidad procede de esa mediación realizada por el redentor, puesto que si él asumió en su persona todo el peso de la ley y el pecado, al momento de conseguir la salvación.
Peter Toon advierte que esta doctrina “ha sido frecuentemente explicada de manera popular como el derecho de cada creyente individual a actuar de una manera sacerdotal —orar a Dios por sí mismo y por otros y enseñar los caminos divinos a otros. Como tal, se ha asociado a la justificación por la fe —siendo puesto “en paz con Dios”— por lo que cada quien puede actuar como sacerdote”.[3] Sugiere que un mejor abordaje consiste “en ligar el concepto de sacerdocio con el pacto, tal como sucede en el AT (Éx 19.5-6) y ver esta doctrina como un realce del privilegio corporativo y al responsabilidad del pueblo creyente de Dios del nuevo pacto. Así, cada congregación de creyentes fieles puede actuar como sacerdocio, siendo un microcosmos de la totalidad de la iglesia”.[4] De este modo, se salvaguarda la percepción individual y comunitaria del sacerdocio al mismo tiempo que se afirma la realidad del llamamiento para practicar dones y funciones específicas.
3. Pedro y Apocalipsis: la plenitud del “sacerdocio universal”
El apóstol Pedro, como bien recordará Calvino, más allá de cualquier interpretación sobre la superioridad de su labor apostólica, es quien afirma con todas sus letras la realidad del “sacredocio real”, dedicado a Dios, partiendo de la metáfora de Jesús como “piedra viva, escogida y preciosa” (I P 2.4), para que luego cada creyente sea, él o ella mismo/a, “piedra viva” también (v. 6), “casa espiritual” y “sacerdocio santo (jieráteuma agion) para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (v. 5b). De ahí parte su afirmación posterior que, como parte de una enumeración, incluye la calidad del linaje, la santidad de la nación como el conjunto adquirido por Dios en Cristo para salvación (v. 9). El “sacerdocio real” no es una categoría ontológica sino un oficio espiritual instalado por la obra de Cristo en la vida de cada creyente. No surge para instalar nuevas formas de superioridad religiosa sino para actualizar el proyecto divino de tenet un “pueblo de sacerdotes” que lo represente en el mundo.
Ésa es la orientación también del Apocalipsis, en donde el pueblo perseguido de Dios tiene una dignidad espiritual que los equipara con “reyes y sacerdotes” (1.6; 5.10) para manifestar las grandezas de la obra divina en el mundo. Estos hombres y mujeres llevan esa dignidad por todas partes como testimonio de la aplicación del trabajo redentor de Jesucristo y el simbolismo de su nuevo estado manifiesta una superación total de los esquemas religiosos antiguos, pues cada creyente tiene una responsabilidad enorme en la transmisión del testimonio de la obra salvadora de Dios en Cristo, lo mismo que hoy y siempre cada creyente ha recibido como encargo. De ahí que el sacerdocio de todos los y las creyentes sea un ministerio no sólo en potencia sino en acto permamente.

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[1] R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento. 3ª ed. Barcelona, Herder, 1985 (Biblioteca Herder, Sagrada escritura, 63), p. 449.
[2] Ibid., p. 452.
[3] P. Toon, “Priesthood of believers”, en Donald McKim, ed., Encyclopedia of the Reformed faith. Louisville, Westminster-John Knox, 1992, p. 303.
[4] Idem.