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sábado, 31 de octubre de 2015

El sacerdocio de todos los creyentes



Por. René Padilla, Argentina
No se requiere ser un conocedor profundo de la historia eclesiástica para saber que, desde el punto de vista teológico, la Reforma Protestante del siglo XVI tuvo como objetivo principal el retorno de la Iglesia a las Sagradas Escrituras como la base para su fe y su vida práctica. El episodio más representativo de este énfasis fue la Dieta de Worms (mayo de 1521) convocada por el emperador Carlos V con el propósito de juzgar a Martín Lutero, quien había sido excomulgado previamente como hereje por el Papa León por afirmar la autoridad de la Biblia por encima de la autoridad de los papas y los concilios. Invitado a retractarse, el reformador alemán respondió con la siguiente declaración de la sola scriptura, tota scriptura, una afirmación que sintetiza la convicción teológica evangélica básica respecto a la centralidad de las Escrituras: “Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. Si no se me demuestra por las Escrituras y por razones claras (no acepto la autoridad de papas y concilios, pues se contradicen), no puedo ni quiero retractarme de nada, porque ir contra la conciencia es tan peligroso como errado. Que Dios me ayude, Amén.”
Sobre esa base bíblica los reformadores construyeron el edificio teológico constituido por los énfasis evangélicos que se resumen en las siguientes afirmaciones: solo Cristo (solus Christus), solo la gracia  (sola gratia), solo la fe (sola fide), solo la gloria de Dios (soli deo gloria), la iglesia reformada siempre reformándose (ecclesia reformata semper reformanda). Sin embargo, ya en 1520, antes de la Dieta de Worms Lutero escribió tres tratados en que exponía su posición teológica en controversia con la sostenida oficialmente por la Iglesia Católica Romana: La libertad cristiana, A la nobleza alemana acerca del mejoramiento del Estado cristiano, y La cautividad babilónica.
De importancia especial en relación con nuestro tema es el segundo de los  tratados que hemos mencionado. Aunque sin negar la necesidad de un ministerio “ordenado” por razones funcionales, en su tratado dirigido a “la nobleza alemana” Lutero rechaza la marcada división tradicional entre clérigos y laicos, y afirma el sacerdocio de todos los creyentes (también denominado sacerdocio común) en los siguientes términos:
Todos los cristianos son en verdad de estado eclesiástico y entre ellos no hay distingo, sino sólo a causa del ministerio, como Pablo dice que todos somos un cuerpo, pero que cada miembro tiene su función propia con la cual sirve a los restantes. Esto resulta del hecho de que tenemos un solo bautismo, un Evangelio, una fe y somos cristianos iguales, puesto que el bautismo, el Evangelio y la fe de por si solos hacen eclesiástico al pueblo cristiano.
La base bíblica de esta posición es sólida. De acuerdo con la enseñanza del Nuevo Testamento, el único sacerdocio válido hasta el fin de la era presente es el sacerdocio de Jesucristo, quien se ofreció a sí mismo en sacrificio por los pecados y “con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando” (Heb 10:14). Todos los que confían en él  tienen acceso directo a la presencia de Dios (10:19-22). Nadie puede ofrecer más sacrificios por el pecado: la obra de redención ha sido consumada; Jesucristo hombre es el único mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2:5). En virtud de su relación con él, todos los creyentes participan de su sacerdocio: son el sacerdocio del Rey (1P 2:9); son “reyes y sacerdotes” (Ap 1:5; 5:10). Y como tales están llamados a ofrecerse a sí mismos, “en adoración espiritual... como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Ro 12:1).
Bíblicamente, todo cristiano es sacerdote por el solo hecho de ser cristiano. La Iglesia es un pueblo sacerdotal. Consecuentemente, todos sus miembros han sido consagrados al servicio de Dios, y para realizarlo han recibido “diversos dones”, “diversas maneras de servir”,  “diversas funciones” que el Espíritu reparte “para el bien de los demás” (1Co 12). Sobre esta base bíblica, la Reforma Protestante del siglo XVI desbrozó el camino para que cada iglesia local sea una iglesia-comunidad que supere la dicotomía entre clérigos y laicos y todos los miembros del cuerpo de Cristo, sin excepción, participen en servicios que manifiesten el amor a Dios y al prójimo de manera práctica. La pregunta que  tenemos que hacernos hoy es hasta qué punto nuestras congregaciones están comprometidas con el sacerdocio de todos los creyentes, tomando muy en cuenta que “todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo” y, en consecuencia, “ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Ga 3:27-28).

Fuente: El blog de René Padilla, Fundación Kairós, 2015.

viernes, 30 de octubre de 2015

10 diferencias entre Lutero y Calvino



Por. Will Graham, España
Hermanos y hermanas, es hora de volver a celebrar la Reforma protestante. En estas fechas los evangélicos –con gran gozo- nos acordamos de cómo un monje agustiniano insignificante revolucionó la faz de Europa cuando clavó sus 95 tesis a la puerta de una iglesia. Aquélla iglesia se encontró en Wittenberg (Alemania) y el monje, como todos sabemos, fue el mundialmente reconocido Martín Lutero. Gracias a las hazañas de Lutero, nació la Reforma protestante (aunque el apodo protestante no sería usado hasta doce años después). Su pasión por las Escrituras engendró a una serie de teólogos pro-Reforma tales como Matthias Flacius, Urbanus Rhegius, Johannes Brenz y Martín Chemnitz –“el segundo Martín”- dentro del campo luterano. ¿Y cómo no hacer mención del brazo derecho de Lutero: su amado amigo Felipe Melanchthon?
Es como si los dos fuesen diseñados para ministrar juntos.
Comentó Lutero en una ocasión, “Yo soy duro, ruidoso y escandaloso. Nací para pelear contra monstruos y diablos. Tengo que quitar tocones y piedras, echar fuera cardos y espinas, y limpiar bosques silvestres; pero luego viene el Señor Felipe de una forma tan suave y dulce, sembrando agua con gozo según los dones que Dios ha derramado abundantemente sobre él”. Lutero también preparó el camino para un campo más reformado dentro del protestantismo con gigantes de la talla de Martín Bucer, Ulrico Zuinglio, Enrique Bullinger y Theodore Beza.
No obstante, mucho más importante que cualquiera de los antemencionados teólogos es otro pensador reformado cuya fama iguala –e incluso, en algunos sitios, supera- aquélla de Lutero. Nacido en Francia en el 1509, pasó la mayor parte de su vida ministerial en Ginebra (Suiza) desarrollando lo que el reformador escocés John Knox llamaría, “La más perfecta escuela de Cristo que había existido en la tierra desde los días de los apóstoles. En otros lugares, confieso que predican a Cristo correctamente; pero en muy pocos sitios he visto las costumbres y la religión tan sinceramente reformadas”. Para que Knox dijera esto –un hombre, por cierto, no conocido por sus halagos- Ginebra tenía que haber sido algo especial. Entonces, ¿de quién estamos hablando? ¡De Juan Calvino, claro está! Así que los dos campeones de la fe protestante son Martín Lutero y Juan Calvino. ¿Cómo diferenciar entre ellos? Espero contestaros por medio de este artículo.
01.- Primero Lutero luego Calvino
En primer lugar hay que tener en cuenta que Calvino era mucho más joven que Lutero –unos 26 años más joven para ser exacto. Cuando Lutero clavó sus tesis a la puerta de la iglesia de Wittenberg, el pequeño Juanito apenas tenía ocho años. Lutero perteneció a la primera generación de los reformadores mientras que Calvino era un reformador de segunda generación. Gracias al sudor, la sangre y las lágrimas de Lutero, Calvino heredó un legado teológico bien rico que pudo cultivar.
02.- Un profeta y un intelectual
Es cierto que tanto Lutero como Calvino son conocidos por enseñar la fe cristiana. Pero sus respectivos contextos les condicionaron de maneras diversas. Lutero era el profeta del nuevo movimiento, abriendo brecha para sus seguidores protestantes que vendrían después. Con razón, pues, se caracterizó por tanto celo y tenacidad. Calvino, sin embargo, llegó bastante más tarde y tuvo más tiempo a la hora de reflexionar metódicamente sobre los descubrimientos que Lutero había regalado a la iglesia.
Cualquier lector medianamente versado en la literatura de la Reforma puede percibir cómo Calvino escribe de una manera más sistemática que Lutero. Como me explicó recientemente el experto en la Reforma, el Dr. R. Scott Clark: “Calvino y los reformados ortodoxos hicieron un trabajo excelente a la hora de colocar las ideas de Lutero dentro de un contexto más amplio y fiel al Pacto de Dios”.
03.- Extrovertido e introvertido
En cuanto a sus personalidades, Lutero era extremadamente extrovertido. Siempre tenía a gente en casa. Charlaba, se reía y contaba chistes. Pero Calvino nunca se sintió plenamente a gusto en el ministerio público. No fue tanto su amor por las ovejas lo que le llevó a la obra pastoral sino más bien por un profundo sentido de su deber delante de Dios, el cual le llegó mediante la espantosa profecía de William Farel: “Dios maldiga tus estudios si tú ahora, en esta hora de necesidad para la iglesia, rehúsas ofrecerte para ayudarla”. Sin esta advertencia de Farel, es bien probable que Calvino nunca se hubiese dedicado a la tarea pastoral.
04.- El pastor y el profesor Otra diferencia, ligada a sus personalidades, es cómo ganaban el favor de la gente.
La gente común y corriente se sentía atraída por el carisma de Lutero. Hoy día le llamaríamos una figura ‘dinámica’. Las multitudes se acercaban a él por esta chispa vital que tenía. Los seguidores de Calvino, sin embargo, estuvieron más propensos a seguirle por su capacidad intelectual y no tanto por su ‘energía’ personal. Ganó a seguidores porque su mente estaba centrada en la gloria de Dios. Cuando leemos los sermones de los dos hombres, las meditaciones de Calvino van más dirigidas al intelecto y a la razón pero aquéllas de Lutero van encaminadas al corazón. Aun en el púlpito, Lutero era un hombre del ‘corazón’ por así decirlo, preocupándose mucho más por las criadas y los niños de su congregación que por sus doctores.
05.- Aspecto físico
En los cuadros que hemos heredado del siglo XVI, hay una divergencia clara entre el aspecto físico de los dos predicadores. Lutero, en los cuadros de su madurez, es corpulento y casi gordo con un pecho ancho. Tanto dentro como fuera del púlpito, era grande en todos los sentidos (un poco como George Whitefield). Siempre le acompaña esta fuerza vital. Contrariamente, la vida de Calvino estuvo plagada de varias enfermedades. Tenía bastantes problemas del estómago y por lo tanto sólo pudo comer una vez al día. En sus cuadros, es un hombre débil, muy delgado y casi “cadavérico” (para usar la expresión de Martyn Lloyd-Jones). Su cara tiene un aspecto más sombrío y serio que aquélla de Lutero.
06.- ¿Justificación o la gloria de Dios?
No se puede negar que ambos estuvieron apasionados por el redescubrimiento del Evangelio bíblico. No obstante, los prismas mediante los cuales interpretaron el Evangelio no fueron idénticos. Lutero puso énfasis en la gloriosa doctrina de la justificación por la fe en la vida del creyente. Su perspectiva soteriológica le llevó a hablar mucho sobre la necesidad de la fe salvadora y la dulce alegría de confiar en Cristo. Calvino creía esto igual que Lutero; pero quiso hacer hincapié en que la justificación por la fe sólo puede tomar el segundo lugar.
En primer lugar está la gloria de Dios. La verdadera maravilla tocante a la justificación en el pensamiento de Calvino no es que un pecador se encuentre perdonado de toda iniquidad sino que Dios está siendo glorificado a través de la salvación del impío. Donde Lutero empezó con la fe; Calvino arrancó a partir de la gracia del Creador y Redentor.
07.- La cena del Señor
Uno de los asuntos más discutidos en los primeros años de la Reforma fue la cena del Señor. Lutero y Zuinglio se dividieron por este mismo tema en 1529. A pesar de romper con la interpretación católico-romana de la misa, Lutero seguía teniendo una visión sacramentalista tocante a la eucaristía. Donde Lutero creía que Cristo estuvo presente “en, con y por debajo de” los elementos; Zuinglio enseñó que la cena del Señor no fue nada sino un evento conmemorativo para edificar a los santos. C risto no estuvo físicamente presente. Entonces, ¿con quién estaría de acuerdo Calvino: con Lutero o Zuinglio? Respuesta: con ambos y ninguno. Medió entre los dos aceptando que Cristo se encontraba espiritualmente presente en la cena del Señor. Así que, la interpretación física de Lutero fue reemplazada por una interpretación espiritual en Calvino.
08.- Iglesia y estado
Hay un desacuerdo importante entre Lutero y Calvino con respecto a la relación Iglesia-estado. Esto se debe a sus contextos políticos distintos. Al vivir en la Alemania de la edad medieval donde cada estado estaba bajo el poder de un príncipe determinado, Lutero –como regla general- lo vio bien que el gobierno supervisara la administración de los asuntos de la iglesia. Calvino, sin embargo, al vivir en el sistema más libre de cantones independientes en Suiza se opuso a cualquier tipo de interferencia política en la iglesia. Tanto la iglesia como el estado tenían que ser autónomos e independientes. Además, Calvino estaba mucho más abierto a la idea de que los creyentes podían transformar todos los sectores de la sociedad en base a los valores bíblicos mientras que Lutero siempre pensaba en términos de su vocación religiosa, espiritual.
09.- El bautismo
A pesar del hecho de que tanto Calvino como Lutero creían en el bautismo de los niños, entendieron la eficacia del bautismo de una forma distinta. Lutero pensó que el bautismo es un evento, un sacramento, el cual salva a la persona bautizada –sea un niño o un adulto. El Espíritu Santo es dado al agente bautizado para que posea fe verdadera en Cristo. El pecado es perdonado, la muerte y el diablo son vencidos y la vida eterna es concedida (Catecismo pequeño, IV). Aunque Calvino apreciase las aportaciones de Lutero, creyó que el bautismo se trataba más bien de una señal externa mediante la cual uno se incorporaba en la iglesia visible. Esta entrada en la bendita sociedad del pueblo de Dios fue una señal manifiesta de la gracia. Según él el bautismo no salvaba a nadie de modo eficaz.
10.- La ley y el evangelio
La diferencia final entre nuestros dos campeones tiene que ver con la ley y el evangelio. Ahora bien, la distinción en este sentido no es tanto una cuestión de contenido sino de énfasis. Los dos creyeron en el uso cívico, pedagógico y normativo de la ley; no obstante, Lutero habló sobre la ley de una forma mucho más negativa que Calvino. El alemán dividió estrictamente entre la ley y el evangelio. ¿Por qué? Porque Lutero vio la ley, en primera instancia, como un medio de miseria, condenación y un ministerio de muerte del cual la humanidad necesitaba liberación. Calvino estuvo cien por cien de acuerdo con Lutero en esta línea de pensamiento; pero estuvo más abierto a subrayar el aspecto positivo de la ley tocante a la santificación del creyente. Puesto que la ley es una expresión perfecta de la voluntad de Dios, se supone que los creyentes deban desear regocijarse en la ley del Señor.

Fuente: Protestantedigital, 2015.

jueves, 29 de octubre de 2015

¿Quiere Dios la prosperidad material?



Por. Antonio Cruz, España
La teología de la prosperidad se nos revela como una idolatría religiosa que rebaja a Dios y a Jesucristo para ensalzar al hombre y lo diabólico.
El evangelista Lucas no espiritualizó tanto la bienaventuranza de la pobreza como hizo Mateo. Él puso en boca de Jesús estas palabras: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6:20). Lucas trata con desdén las riquezas materiales y considera que los ricos que se dejan seducir por ellas son dignos de lástima. La abundancia de bienes materiales puede convertirse muy fácilmente en un serio obstáculo para la salvación, sobre todo cuando provoca la desaparición de algo tan importante como el amor al prójimo y la solidaridad. Todos aquellos cristianos que disfrutan en este mundo de prosperidad y que se involucran mucho en la obtención de ganancias materiales, deben preguntarse en qué medida éstas les pueden alejar de Dios. Porque si esto les ocurre, entonces las famosas exclamaciones de Lucas, "¡ay de vosotros, los ricos!" se aplicarían también a ellos. Como escribe Timoteo: Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1 Ti 6:7-10).
La teología de la prosperidad es una nueva tendencia religiosa dentro del protestantismo que vuelve a contemplar la riqueza material y la prosperidad económica como una consecuencia más de la auténtica fidelidad cristiana. Mediante una exégesis deformada y nefasta se ve a Jesús como un hombre rico y próspero que vivía en una gran mansión, manejaba grandes cantidades de dinero y vestía con mucho lujo. Era tan rico, se dice, que se habría visto en la necesidad de buscar un administrador para que le llevara las cuentas. No obstante, a pesar de su buena posición social fue llevado a la cruz por Satanás y allí se transformó en un demonio y fue torturado hasta la muerte. Pero en las mismas entrañas del infierno, Jesús le arrebató las llaves a Satán y salió victorioso. Fue recreado desde un ser satánico a una encarnación de Dios y, por tanto, según sintetiza Hank Hanegraaff a partir de discursos de ciertos paladines de esta peculiar teología de la prosperidad, la lección que debe sacar todo el mundo es que como una encarnación de Dios, tú puedes poseer ilimitada riqueza y perfecta salud -un palacio como el Taj Mahal con un Rolls Royce a la puerta-. ¡Tú eres ahora como un pequeño Mesías recorriendo la tierra! Todo lo que hace falta es que reconozcas tu propia divinidad. Tú también puedes controlar la fuerza de la fe. Nunca más tendrás que orar, “Sea hecha tu voluntad”. Más bien, tu Palabra es una orden para Dios.1
Semejante sarta de herejías encadenadas conduce inevitablemente a la conclusión de que la pobreza es un pecado, puesto que sería consecuencia del fracaso espiritual, mientras que la riqueza material habría que entenderla siempre como el reflejo de una vida espiritualmente abundante. De la misma manera se interpreta la enfermedad y la salud. Por medio de la atribución de significados esotéricos a determinados textos de la Biblia intentan hacer creer a la gente que si sus cuerpos pertenecen a Dios no es posible que pertenezcan también a la enfermedad. Por tanto, si poseen dolencias físicas es por su falta de fe. Y se llega así a situaciones absurdas y dramáticas como, por ejemplo, la de unos padres que retiran la administración de insulina a su hijo diabético o la de creer que los síntomas dolorosos de una enfermedad sólo son trucos de Satanás para convencernos de nuestra debilidad física.
El escaso conocimiento bíblico de ciertas personas que escuchan tales sermones de prosperidad, permite que estos maestros de la mentira del llamado “movimiento de la fe” levanten sus enormes imperios en base a las ofrendas o donativos que les envía la gente crédula y de buena fe. Pero esto no es lo peor. Lo que más daño hace al Evangelio, y al mundo protestante a escala mundial, es el tremendo descrédito que provocan tales predicadores con su herética y nefasta teología. Al extraer los versículos bíblicos de su contexto literario y de su marco histórico, llegan a conclusiones perversas y erróneas, completamente ajenas a la intención inspirada del autor. La gente corre tras la milagrería y cuando descubre que no se cura o que no prospera su cuenta corriente, sino que más bien ocurre todo lo contrario, entonces sobreviene la desorientación espiritual y el sentimiento de que han sido engañados. Muchos terminan en la increencia y en la generalización fácil, afirmando que: ¡todo es mentira! o que ¡todos son iguales! Esto perjudica profundamente la extensión del reino de Dios en la tierra.
Al decir que los humanos fueron creados como duplicados exactos de Dios, incluso en forma y tamaño, se nos está divinizando mientras que el Creador resulta empequeñecido. El poder que se le roba a ese Dios subordinado y sirviente de la creación, ya que siempre está a las órdenes del hombre, se le otorga a Satanás que pasa a ser el dios todopoderoso de este mundo. De manera que el cosmos torna así a contemplar la existencia de dos fuerzas equipotentes, Dios y Lucifer. El dualismo del primitivo gnosticismo vuelve a estar de actualidad y la guerra espiritual entre titanes del universo se pone otra vez de moda. El temor humano refuerza el poder de Satán, de la misma manera que la fe activa a Dios. Mientras tanto, Jesucristo es silenciado y enterrado profundamente en el infierno con lo cual se desvirtúa el auténtico mensaje bíblico. Si el hombre se engrandece, con su fe ocurre lo mismo y, por tanto, se enseña que hay que tener “fe en la fe”, en lugar de tener fe en Dios.
A pesar de los múltiples errores doctrinales y perversiones religiosas que sustentan tales especulaciones de la teología de la prosperidad, hay además un criterio fundamental para dilucidar si se trata de una manifestación auténtica de lo que afirma la Escritura o, por el contrario, es una interpretación claramente perniciosa e idolátrica: ¿contribuye al bien del hombre o lo esclaviza todavía más? Este es el criterio definitivo para evaluar toda religión. Y ante semejante pregunta la teología de la prosperidad se nos revela como una idolatría religiosa que rebaja a Dios y a Jesucristo para ensalzar al hombre y lo diabólico. Sin embargo, a pesar de la aparente revalorización del estatus humano resulta que, en realidad, lo que se consigue es más esclavitud. En vez del auténtico culto a Dios a través del amor al prójimo, se fomenta el anhelo egoísta de tener más y estar siempre sano. El afán por acumular riqueza se antepone a la solidaridad con los hermanos más necesitados o incluso se utiliza a éstos como instrumentos a nuestro servicio. Tal actitud olvida que el cristianismo en la práctica es fundamentalmente un movimiento de amor y solidaridad en favor de lo sagrado que es el ser humano, la humanidad hecha a imagen de Dios.
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1[1] Hanegraaff, H. 1993, Cristianismo en crisis, UNILIT, Miami, p. 26.

Fuente: Protestantedigital, 2015.

miércoles, 28 de octubre de 2015

DILEMAS FRENTE A LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES



Por Hilario Wynarczyk, Argentina,
VÍNCULOS POSIBLES CON LA RELIGIÓN
Un análisis sociológico basado en las últimas encuestas y los enigmas que se yerguen sobre el accionar de los candidatos en temas como religión y estado.
Una reciente medición de “intención de voto”, con 1500 encuestados en todo el país, cerrada el 16 de octubre por Giacobbe y Asociados (estudios de opinión pública) muestra unas cifras contrastantes, de acuerdo con las cuales podría haber claramente un ganador de las elecciones que tendrán lugar el domingo 25 de octubre de 2015: Daniel Scioli, candidato de la corriente del peronismo actualmente en el gobierno de la Nación y en los de varias provincias. El 40,3% de las decisiones de voto según la medición de campo le correspondería al ganador, en segundo lugar quedaría el candidato de orientación liberal Mauricio Macri, con 28,7% de los votos. Entretanto en tercer puesto se ubicaría el candidato Sergio Massa, que representa otra corriente del peronismo, alcanzando el 20,1 % de los sufragios. Las restantes candidaturas no alcanzan el 5 % (progresistas 4,7%, izquierdistas radicales 4,4 %, peronistas de exitosa gestión en la Provincia de San Luis, 1,8%).
Mediciones de otras empresas que realizan sondeos de opinión presentan algunas diferencias numéricas. Pero todas dejan ver con absoluta claridad la existencia de esos tres escalones netamente diferenciados. Algunas mediciones (especialmente la de Management & Fit, basada en 2400 casos) dejan ver que un tercio casi de las personas que respondieron al estudio de campo, está formado por personas que piensan votar a alguno de los candidatos, pero sin embargo no están seguras de mantener esa decisión el domingo de los comicios nacionales.
A partir de aquí surgen varias preguntas. La primera es si acaso habrá un ganador neto o de lo contrario la necesidad de un balotaje (segunda vuelta). De por sí la diferencia entre Scioli y Macri es escasamente suficiente en la medición de Giacobbe, y los datos de su estudio tienen un margen de error de 2,58 %, de manera que las divisiones tajantes se tornan frágiles en este particular caso. Lo mismo sucede con resultados de otros análisis de campo.
La segunda cuestión es qué sucederá realmente a la hora de las votaciones. La corriente de Massa, una variante dentro del arco complejo del peronismo, presenta muchos criterios de economía política, actitudes frente al narcotráfico, el manejo de los subsidios a diferentes sectores (paupérrimos pero también empresas), el libre comercio, las relaciones con otras naciones, que son bastante opuestos a los de la corriente del también peronista Scioli. Y al mismo tiempo, permiten notar puntos de tangencia con las posiciones de la corriente de Macri, que es de tipo claramente liberal, a favor del libre comercio pero con una presencia eficaz del Estado en temas sociales clave.
Ahora bien, he aquí que el “massismo” no deja de ser un movimiento interno dentro del peronismo, que por consiguiente, y en tanto que tal, comparte denominadores comunes propios del “movimiento justicialista”, entre los cuales se cuentan más allá de las racionalizaciones y de lo intelectual, actitudes y reflejos aliancistas intra-peronianos, propios de este fenómeno social, cultural y político, para cuyos protagonistas principales el pragmatismo orientado hacia el manejo del poder público funciona como un poderoso imán.
Por eso los números arrojados por la consultora de Giacobbe y Asociados, y también los de otras empresas analistas de opinión pública, a la vez que iluminan el panorama y la estructura tricotómica emergente, no dejan de mostrar áreas y callejones desde los cuales pueden dispararse sorpresas, un hecho que, en sus propias interpretaciones, los análisis de Giacobbe no ignoran.
Finalmente, haciendo ahora un último enfoque del tema, dirigido hacia las posibles vinculaciones de la política con la religión, y especialmente con la Iglesia Católica, surge también otra pregunta. ¿Hasta qué punto un gobierno de Daniel Scioli podría llegar a promover un regreso de la influencia de la Iglesia Católica sobre el Estado, y la idea de que la agenda del gobierno es la agenda del Evangelio, colocando, implícitamente, las enseñanzas del Papa y el acervo católico por encima del Estado laico y sus leyes que lo constituyen? Esta pregunta surge del hecho de que Scioli ha manifestado en varias oportunidades que su agenda es la agenda del Papa Francisco Primero con el énfasis que éste, en su visita a Bolivia, además de Paraguay y Ecuador, colocó en tres objetos de justicia social y consideración hacia los sectores más pobres de las sociedades latinoamericanas: Tierra, Techo, Trabajo.
En el nuevo escenario luego de la asunción del electo presidente de la nación, tal vez podría aparecer mutatis mutandis* un regreso a la política como vehículo de la cultura y la institucionalidad católica, fenómeno ampliamente estudiado en la historia sociopolítica de la República Argentina. Un intercambio de formato clásico entre Estado y religión. La religión le ofrece al Estado un argumento legitimador. El Estado le ofrece a la religión garantías para el desenvolvimiento de sus actividades como institución.
Casi todas estas preguntas solamente podrán tener respuesta inmediatamente luego de los comicios, en una sola vuelta o con balotaje, pero la validez de la última de las preguntas, y las respuestas a la misma, dependerán no solamente de los resultados de las elecciones sino también del paso de una considerable dosis de tiempo.
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* Mutatis mutandis” expresión en latín que significa: cambiando lo que haya que cambiar.

Dr. Hilario Wynarczyk
Doctor en Sociología (Universidad Católica Argentina, UCA); Máster en Ciencia Política (Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil, UFMG); Licenciado en Sociología (Universidad de Buenos Aires, UBA)
Profesor de Metodología y Taller de Tesis (Universidad Nacional de San Martín, UNSAM)
Integrante de los consejos directivos de: Asociación de las Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur (ACSRM)
Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR)
Pertenece a: Red Latinoamericana de Estudios Pentecostales (RELEP)
Programa Latinoamericano de Estudios Socio-Religiosos (PROLADES)
Ha sido integrante del Consejo de Expertos de las Secretaría de Culto de la Nación
Investigador y escritor

Fuente: Cordialmentepxg, 2015